Ion Irañeta, Paco Jiménez, Ane Sánchez •  Opinión •  17/09/2023

Ni Borbones ni fascismo

Si analizamos la historia de los Borbones, podríamos definirla como una opereta bufa, como una tragedia, o ambas a la vez. Así lo ha sido desde que se implantaron tras la guerra de Sucesión, primero Felipe V y luego su hijo Fernando VI, que  fue cómplice de un intento de genocidio hacia el pueblo gitano, episodio conocido como ‘la gran redada’ y cuyo principal artífice fue el Marqués de la Ensenada. Mientras, Carlos IV, su sobrino, fue el cobarde que donó sus derechos reales a Napoleón, el cual se los dio a su hermano José.

Tras Carlos IV, vino su hijo Fernando VII ‘el felón’, un rey capaz de todo para mantenerse en el poder. Además de conspirar contra su padre, mintió a los españoles, esos mismos que le habían llamado ‘el Deseado’, que habían hecho una Constitución liberal y habían luchado por la independencia de España frente a Napoleón. De hecho, se sirvió de los franceses y de sus Cien Mil Hijos de San Luis para acabar con los liberales, restaurar el absolutismo y finiquitar las libertades, volviendo, incluso a instaurar la Inquisición.

A su muerte, actuó como Regente su viuda, Cristina de Borbón, quien inició junto a su nuevo marido, el duque de Riánsares, negocios con la sal, el transporte y, sobre todo, el esclavismo. Tuvieron que echarla de la Regencia y de España por corrupta, hecho que no fue obstáculo para que se siguiera lucrando con el tráfico de esclavos, a pesar de que ya en esa época era ilegal. 

Después vino Isabel II, proclamada con 13 años y muy poco preparada para ser monarca, su reinado será recordado como uno de los más corruptos de la historia española. Manipulada por ministros, por la iglesia y por generales con los que mantuvo estrecha relación, falleció en Francia, a donde había llegado en 1868 tras ser desterrada. Su sucesor, Alfonso XII, también fue un ‘digno’ borbón, dilapidando el dinero público. Le siguió en el organigrama de la Casa Real y en las andanzas festivas Alfonso XIII, el primer empresario de películas pornográficas en España. Además de corrupto con la guerra de África, no dudó en apoyar la dictadura de Primo de Rivera en 1923. Cuando los españoles decidieron que preferían la República, se exilió llevándose unos 400 millones de pesetas, lo que en la actualidad equivaldría a alrededor de 2.400 millones de euros, que despilfarró en pocos años. 

El hijo de Alfonso XIII, Juan, se apuntó al ejército franquista, aunque Franco no lo quiso en sus filas. Ese desencuentro no fue óbice para que le entregara al dictador la educación de su hijo y heredero, Juan Carlos. 

Y llegados a este punto, de este personaje, mejor no decir nada, salvo que si hubiera justicia tendría, al menos, que devolver todo lo que ha robado. Del resto de la familia, lo mínimo que puede decirse es que nadie se cree que no estuvieran enterados de las corrupciones y de los manejos financieros del Rey Emérito. A Juan Carlos sólo le ha librado de los tribunales su inmunidad constitucional., que siempre han tenido los Borbones Ese artículo 56.3 de la Constitución del 78 que dice que «la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”.

Aun así, el problema de la monarquía no son sólo los monarcas corruptos, sino el hecho de tratarse de una anomalía democrática. Es una rémora de tiempos pasados que una familia pueda heredar el máximo puesto que es la Jefatura del Estado. Y con él, todo lo que lleva consigo en forma de sueldos y prebendas, sin olvidar que se convierte en Jefe de las Fuerzas Armadas. Da igual si están preparados o no. Si son corruptos o incompetentes. ¿En pleno siglo XXI vamos a admitir semejante zona oscura en nuestra democracia?

Además, ya tenemos experiencias de su vocación política, llamada ‘borboneo’. Felipe VI sí salió en su día a posicionarse duramente en contra del ‘procés’, pero no ha sido capaz de abrir la boca cuando el Partido Popular lleva años incumpliendo la Constitución, al no permitir la renovación del Consejo del Poder Judicial. 

En la actual coyuntura se ha logrado configurar un bloque, al menos momentáneamente, para salvar a este país de un gobierno de la derecha extrema con la extrema derecha. Vemos en ayuntamientos y Comunidades Autónomas cómo el PP se pliega a los programas antifeministas, cómo recorta las libertades. Cómo quiere derogar los avances que suponen la Reforma Laboral, el mantenimiento de las pensiones, las Leyes LGTBI, la del “Sólo si es si”, la eutanasia… Cómo quiere privatizar al máximo a nivel estatal la sanidad y la educación, como ya hizo en Madrid y Valencia. Por si fuera poco, su socio, VOX, da un pasito más con sus propuestas de acabar con las Autonomías, oponerse a la lucha contra el ‘cambio climático’, implantar el PIN parental, recortar derechos y expulsar a los inmigrantes. Este es el futuro que nos espera si se implanta este nuevo fascismo.

Por eso, al bloque democrático hay que darle continuidad. Una continuidad que no se puede reducir a unos acuerdos programáticos para lograr un nuevo gobierno de coalición. Tiene que dotarse de unos objetivos a medio y largo plazo que sean comunes y compartidos. Unos objetivos y políticas con las que podamos dar la batalla ideológica a esa derecha que, día sí día también, la está dando e incluso ganando para su causa política a amplias capas populares.

Hace unos días, la verdadera lideresa del PP, Isabel Díaz Ayuso, hablaba de que queríamos implantar la República. Y en efecto, por ahí deberíamos ir: lograr que ese bloque democrático que se está construyendo asuma la República como objetivo común. Una República a la que no hace falta ponerle adjetivos, pero sí un contexto ideológico con el que identificarla: feminismo; garantía de servicios públicos en sanidad, educación o dependencia; plurinacionalidad; lucha contra el cambio climático; laicidad; apuesta por la paz…

Es verdad que alguien que vea este artículo pensará en las grandes dificultades que la actual Constitución del 78 pone a un cambio de régimen, pero también lo es que aparecen encuestas en las cuales casi seis de cada diez ciudadanos del Estado español se manifiestan a favor de celebrar un referéndum para decidir entre monarquía y república, y en él casi el 51% votaría por un cambio de régimen, siendo donde más respaldo convoca en la CAV y Navarra, según se desprende del último estudio demoscópico de la consultora Electomanía. Más concretamente, se afirma que «el apoyo a la monarquía ha ido fluctuando, pero el apoyo al referéndum es mayor y ha sido históricamente más fuerte; en torno a los dos tercios de los encuestados».  Por algo el CIS ha dejado de preguntar por éstas cuestiones… 

 Se necesitan más apoyos y se necesita que los partidos políticos fundamentalmente, los que están en el bloque democrático antes mencionado, apuesten claramente y conjuntamente por la República. Y aunque actualmente se dan dificultades, especialmente en el caso del PSOE, no cabe duda de que, si el número de personas que apoya una República va en aumento y ese apoyo se hace constar en el día a día, de manera democrática, en asociaciones, en ayuntamientos, parlamentos, partidos políticos, etc., al final no habrá Constitución que frene el ansia republicana.

Firmado Ion Irañeta, Paco Jiménez, Ane Sánchez Junta Republicana de Izquierdas de Navarra


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