Redacción •  Cultura •  26/09/2023

Golondrina: sinhogarismo, adicciones, Tirso de Molina y un Madrid de alquileres imposibles

Andrea es una joven que se ve obligada por la policía a despedirse de su casa. Un trozo de calle de Tirso de Molina, entre flores y basura, otras personas yonkies y paseantes. Un rincón que ella ha ido construyendo a lo largo de los años. Su mente caótica y sus repentinos juegos nos acompañan en un viaje en el que Andrea crea un universo paralelo para dejar de vivir en primera persona su desgracia. Dejar Madrid y mudarse a China significará su salvación.

Golondrina: sinhogarismo, adicciones, Tirso de Molina y un Madrid de alquileres imposibles

Este es el argumento de Golondrina, una obra unipersonal con autoría y dirección de Beatriz Mateos e interpretación de Candela Solé que del 28 de septiembre al 7 de octubre se representará en la Sala de los Balcones del Teatro del Barrio. “La idea nace un poco a contracorriente”, recuerda Beatriz. “Al principio no tenía un rumbo fijo, solo una forma o un estilo de hablar. Tenía un personaje sin identidad que tenía su propio lenguaje, y que funcionaba asociando pensamientos que se le mezclaban con sonidos, silencios y canciones”.

Le encontró sentido, precisamente, en la Plaza de Tirso de Molina. “Soy vecina desde hace seis años y he compartido con los vecinos mucha violencia. La plaza es muy curiosa, es como una burbuja multicultural donde todo tiene cabida: yonkis, puestos de flores, paseantes, un parque infantil, música, etc. Todo, envuelto en edificios castizos, supermercados y hasta bares donde va la gente moderna”.

Junto a la Sala X “se solían poner personas sin hogar a dormir, hasta que les instalaron unos barrotes”. En ese contexto se insertó el personaje de Andrea, “una persona sin hogar habitual en la Plaza de Tirso de Molina con problemas de adicción”. La autora estudiaba en ese momento el universo de “la adicción y los prejuicios acerca del consumo y los trastornos mentales, así que quise intentar defender a Andrea, víctima de una enfermedad, la policía y el sistema”.

Con todo, Golondrina tiene mucha comedia. “Si no, sería insostenible, y Candela y yo siempre decimos que no entenderíamos nada sin humor”. Eso sí, “utilizamos el humor negro para intentar darle un poquito de luz a la sensibilidad que tenemos dormida”. Tiene, también, mucho de reivindicación sobre lo inhabitable de una ciudad, Madrid, También decir, que nosotras nos sentimos muy identificadas con el hecho de que en Madrid donde “parece no se puede vivir si no eres rica: los alquileres impagables y todas las personas estamos pluriempleadas. La obra habla de irse de Madrid porque la propia ciudad, a la par que te acoge, te escupe para que te vuelvas a tu pueblo”.

Golondrina es una despedida que rompe la barrera con el público para invitar al público “a tener un punto de vista alejado de moralismos, para que se atreva a mirar al invisible, y a la vez que se deje mirar por él. Al fin y al cabo, es una ventana a una vida de alguien que siempre fue invisible, pero, durante una hora, deja de serlo”.


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