Josep Lluís del Alcázar •  Opinión •  24/08/2016

El 26J no cierra la crisis de gobernabilidad

Seis meses después del 20D y tras las nuevas elecciones siguen las mismas incógnitas sobre la formación de Gobierno. El PP vuelve a ser la primera fuerza electoral, su llamado al voto del miedo ante un posible gobierno de Podemos o la división de España funcionó, consiguiendo concentrar el voto de la derecha y subiendo en escaños hasta 137, pero a costa del consiguiente debilitamiento de Ciudadanos, la práctica extinción de UPyD… es decir, de sus aliados naturales.

El hecho más significativo está en la izquierda parlamentaria, el famoso «sorpasso» de Unidos Podemos al PSOE no llegó. No porque el PSOE no siga cayendo, puesto que bate un nuevo récord histórico a la baja, sino porque la unidad de IU y Podemos no sumó. Perdieron más de un millón de votos, la misma cantidad que aumentó la abstención, y esa pérdida fue especialmente significativa donde IU tenía mayor peso, fuera porque votantes de IU se negaron a comprar el discurso socialdemócrata y nada clasista de Pablo Iglesias, sea porque mucho votante de Podemos creía estar construyendo una alternativa nueva, y eso no pasa por IU.

El caso es que la clave para la formación de gobierno vuelve a pasar inevitablemente por el PSOE, para que acceda con su voto o con su abstención a la formación de gobierno del PP. Si finalmente el PSOE accede a facilitar el Gobierno del PP, el fantasma de la pasokización se acelera, pues desde hace años su único mensaje electoral ha sido echar a la derecha. Si no lo hace, de nuevo la situación cae en un callejón sin salida y una repetición de las elecciones agravaría aún más la crisis política.

Las dificultades para la gobernabilidad no hay que buscarlas en las crisis internas de los partidos, sino que estas son consecuencia de la crisis del régimen, y una de ellas es el debilitamiento de los pilares políticos en los que se ha sostenido estas décadas. No sólo el PSOE es quien cae. Que la burguesía deba volver a optar por el PP no debe hacernos creer en la fortaleza del partido, cruzado por mil y un escándalos de corrupción, de utilización de los instrumentos del estado, es decir, con nula credibilidad. De aquí su aislamiento político y las dificultades que tiene cualquier partido para prestarle apoyo. Pero también eran esenciales para la estabilización de la
Monarquía los encajes en Catalunya y el País Vasco, con CiU y el PNV. Y estas dos piezas también salen deterioradas. CiU ya sufrió la ruptura de UDC con el giro independentista, pero sigue en retroceso permanente, dificultando un nuevo acuerdo interburgués con el régimen. El PNV es quien más había salido indemne, pero el retroceso también es significativo.

Se acabaron los espejismos electoralistas sobre hipotéticos gobiernos y soluciones a los conflictos: ni referéndum pactado en Catalunya, ni echar atrás la reforma laboral y las políticas de austeridad… El Gobierno que se pueda formar tras el 26J será más débil que el precedente, y esto provoca el nerviosismo de la patronal y de la UE que exige un gobierno ya para imponer entre 8.000 y 10.000 millones de recorte adicional en el 2016 y nuevas reformas en el mercado laboral.

 

Josep Lluís del Alcázar

Lucha Internacionalista

 

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