Jaume d'Urgell •  Opinión •  08/12/2019

LGBTIQ y Feminismo no pueden ser enemigos políticos

Siento un verdadero respeto por la señora Lidia Falcón. Respeto sus largos años de valentía y compromiso en la lucha contra la dictadura franquista durante la dictadura franquista, por la dignidad y los derechos de la Mujer y de la Clase Trabajadora.

También siento un gran respeto por la talla de su labor académica e intelectual, que le ha llevado —con justicia— a convertirse en un referente ideológico de primera magnitud. Respeto igualmente su sufrimiento y las torturas a las que fue sometida en las comisarías de Madrid.

Estoy totalmente de acuerdo con Lidia Falcón y el Partido Feminista en la necesidad de tener un Movimiento Feminista fuerte y presente en las instituciones públicas de la democracia; y también comparto, sin matices, su lucha contra la mercantilización del cuerpo de la mujer.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte hay algunos posicionamientos concretos de su actividad política con los que no puedo estar de acuerdo: me entristece sobremanera que se identifique a lo que llama “lobby gay” como un enemigo político, porque no lo es.

Muy al contrario, las mujeres y los hombres Trans, Lesbianas, Gais, Bisexuales, Intersexuales, Queer y demás siempre hemos compartido un enemigo común con el Feminismo: el machismo cis-hetero-patriarcal, la insensibilidad discriminatoria y el odio de los totalitarismos.

LGBTIQ y Feminismo no solo no pueden ser enemigos políticos sino que, respetando las diferencias y los espacios propios, entre todas debemos trabajar fraternalmente unidas —como hemos hecho en multitud de ocasiones— para avanzar en dignidad y derechos para todas.

Me entristece también que se vincule al colectivo LGTBI con el objetivo político de legalizar la Gestación por Sustitución, puesto que ni afecta sólo a este, ni todas estamos de acuerdo en su consecución.

Pero lo que más desasosiego me produce es que se haya establecido el argumento absurdo de que la existencia de las mujeres trans constituya una supuesta amenaza para la integridad del Movimiento Feminista, algo ilógico y dolorosamente grave, porque deriva en #transfobia.

Así, llegamos a episodios terribles, a textos ideológicos y debates políticos que promueven el odio contra uno de los colectivos más victimizados por sectores de la sociedad anclados en el Viejo Régimen.

Desde siempre, los hombres y las mujeres #trans han protagonizado el dolor de la represión y la valentía de la lucha, su ejemplo, constancia y compromiso nos han ayudado a todas: mujeres y hombres, de todo género y orientación.

Lo menos que merecen es respeto, dignidad y solidaridad. Sí, también las mujeres #trans.

Las mujeres trans merecen #sororidad, no #transfobia, bastante difícil tienen su existencia como para que en nombre de los Derechos Humanos vengamos a vejarlas y aumentar su exclusión.

Creo firmemente que no se debe responder al odio con más odio. No tengo interés en denostar personalmente a las portavoces de este feminismo que odia a las mujeres trans. Pienso que deberíamos trabajar unidas y ver de qué manera podemos reconducir los discursos.

«Ante todo, no dañar», reza la máxima jurídica. Ruego, por favor, que se abra una profunda reflexión en los sectores que sostienen posiciones que conducen al odio contra las personas trans. Esa incomprensión no ayuda a la dignidad ni a los derechos de la mujer. ¡Un gran abrazo!

 


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