Alberto Vargas •  Opinión •  23/08/2019

La «ayuda humanitaria» es un apocalipsis

Leamos: Lo que Italia no quiere que pase en Venezuela, es una referencia para entender toda esta tramoya criminal liderada por EEUU.
“Italia no reconoce a Guaidó porque no queremos repetir el mismo error cometido en Libia. Debemos evitar que suceda lo mismo en Venezuela”.
El pronunciamiento italiano pateó el tablero con un argumento tan sólido que sus propios socios europeos prefirieron eludir.
Mientras la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea buscaban argumentos para avalar el golpismo y la prensa afín contabilizaba apoyos y rechazos con la tónica de un partido de fútbol, Italia desnudó la verdadera dimensión de la aventura imperialista.
En febrero de 2011, hace ocho años, Francia y los demás países de la OTAN liderados en silencio por Estados Unidos, decidieron intervenir militarmente en Libia, acosada por un conflicto interno entre el gobierno de Muamar el Gadafi y la oposición. Con el argumento de “ayuda humanitaria” (término que consta en las crónicas de la época) la OTAN descargó toneladas de bombas para debilitar a la “dictadura”.
Antes de eso, las fuerzas extranjeras habían apoyado la creación de un Gobierno de transición (como el que luego se creó en Siria y ahora pretenden crear en Venezuela). Ese gobierno “rebelde” (eufemismo que identifica a grupos violentos armados pero del lado de los “buenos”) se alzó en armas contra “la dictadura”.
El conflicto en el país productor de petróleo comenzó mediante manifestaciones y protestas. Las protestas “populares” contra “el régimen dictatorial” devinieron en grupos armados con capacidad para tomar ciudades y comenzar a formar un Gobierno paralelo.
La reacción de Gadafi fue previsible: movilizar a sus militares para recuperar esas ciudades tomadas. Para los países de la OTAN, el “dictador” atentaba contra los derechos civiles y la seguridad de la población civil. Para proteger a esa población civil y ofrecer ayuda humanitaria (como la que pide Guaidó y ofrece Trump) ordenaron bombardearla.
En primer Gobierno en reconocer al Consejo Nacional de Transición (CNT), creado a finales de febrero, fue Francia, por entender que era el “único representante de Libia”. Luego se sumaron otros 25 países.
En los primeros cuatro meses de la intervención militar que occidente denominó guerra civil se cobró la vida de entre diez y quince mil libios (sumados muertos y desaparecidos), previsiblemente atribuidos al “régimen” de Gadafi, asesinado algunos meses más tarde, según la versión de los invasores.
Tras la caída de Gadafi el llamado Consejo Nacional de Transición se disolvió para iniciar una “transición democrática” hasta la creación de la “nueva república” (observar las similitudes de aquel 2011 con el pedido que le hicieron a Guaidó los gobiernos de la UE).
Pero algo salió mal en los planes de occidente. Previsiblemente, los diferentes   del poder, las tribus que habían contribuido a la caída del “dictador” comenzaron su propia disputa. En 2014 estalló un nuevo conflicto interno que dejó a Libia dividida en diferentes zonas de influencia y sumido en una violencia que se mantiene hasta hoy.
Actualmente el llamado Gobierno de Consenso Nacional de Libia, sostenido por la ONU, es apenas la cara institucional de un país devastado, desarticulado y violento. Ni la OTAN, ni Francia en particular ni Estados Unidos realizaron tareas humanitarias en Libia.
El país quedó fuera de control y las potencias nunca hicieron la tarea que prometieron realizar aunque mantienen su dominio sobre el petróleo, ya sea a través de grupos aliados o del mercado negro.
Libia hoy tiene cientos de miles de desplazados internos, migrantes y refugiados. La fragmentación del territorio, la ausencia del Estado y la magnitud de la guerra hacen imposible realizar una estadística aproximada.
Un informe conocido en diciembre pasado de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL) y la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos revela violaciones y abusos a las que son sometidos migrantes y refugiados en este país tanto a manos de funcionarios estatales, grupos armados y traficantes.
El trabajo muestra cómo hombres, mujeres, adolescentes y niños en centros de detención oficiales y extraoficiales sufren violaciones, asesinatos, torturas, detenciones arbitrarias, abusos sexuales en grupo, esclavitud y extorsión.
Las consecuencias de la intervención del eje Washington-UE fueron: destrucción parcial y casi total de las principales ciudades de Libia; grave crisis humanitaria con miles de grupos de desplazados y refugiados; robo de patrimonio cultural e histórico; formación de organizaciones terroristas y el estallido de la guerra que comenzó en 2014 y continúa hasta nuestros días.
Los daños que la UE y Washington ocultan
Las Naciones Unidas (ONU) y el llamado Gobierno de Consenso Nacional de Libia acaban de elaborar un informe que es lo más ilustrativo para comprender la advertencia que esta semana hizo el Gobierno italiano a quienes apoyan el golpismo en Venezuela.
Hasta 2011 el país africano tenía índices de desarrollo social muy por encima de la media del norte africano y de Medio Oriente. Actualmente unos 550.000 libios (al menos el 10% de la población) no tienen acceso a comida ni agua ni artículos básicos ni techo ni educación.
Muchas de estas personas residen en las zonas urbanas a las que, curiosamente, las fuerzas humanitarias de la OTAN no asisten. Pero muchos otros miles viven en poblaciones inaccesibles rodeados de grupos violentos.
Según los cálculos de la ONU, los sectores más vulnerables son decenas de miles de menores; jóvenes y adultos víctimas de violencia de género, y civiles (aquellos que la OTAN juró defender de la dictadura) que viven en zonas rodeadas por explosivos de guerra, como minas terrestres y obuses sin explotar.
Agrega la ONU: “las personas con necesidades especiales tienen un acceso limitado a centros sanitarios. El 17,5% de los hospitales, el 20% de los centros de atención primaria y el 18% de los centros especializados están parcialmente dañados o completamente destruidos”.
Se necesita dinero urgente para “un paquete mínimo de servicios integrados de atención primaria y secundaria, el fortalecimiento de la vigilancia de las enfermedades y el refuerzo de las capacidades del personal sanitario”.
“El número de menores libios, migrantes y refugiados en edad escolar (6-17 años) afectados por el conflicto asciende a 343.000. El acceso a la educación sigue siendo una de las prioridades”, señala un   publicado este martes 6 de febrero por la agencia ONU Noticias.
Hace falta reconstruir “el progreso a la respuesta durante emergencias (por ejemplo, el transporte de agua por carretera) y la prestación de apoyo técnico para el acceso a agua potable en comunidades, campamentos de desplazados internos, escuelas y centros sanitarios”.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) destacó que “la inseguridad alimentaria sigue siendo un problema debido a los desplazamientos prolongados, las perturbaciones del mercado y la menor producción de alimentos. A esta situación se le ha de añadir que las importaciones de alimentos disminuyeron durante el año pasado debido al limitado acceso a los puertos y al bloqueo de las carreteras” por los diferentes grupos que se disputan el territorio.
“Los precios de muchos alimentos básicos, como el arroz y la harina de trigo, aumentaron hasta un 200% en comparación con los niveles anteriores al conflicto”, afirma la ONU.
Otros datos importantes de agencias de Naciones Unidas que reproduce ONU Noticias:
El PMA señala que “la desnutrición crónica afecta a un 21% de los niños entre seis meses y cinco años y la mayoría de los hospitales está fuera de servicio”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recordó que “alrededor del 75% de las instalaciones sanitarias están cerradas o funcionan sólo parcialmente y hay una grave escasez de personal sanitario”.
Además, la OMS documentó más de 41 ataques contra trabajadores e instalaciones sanitarias en el período 2018-2019. Durante esa fase, los asaltos provocaron la muerte de 6 trabajadores sanitarios y pacientes, 25 profesionales de la salud resultaron heridos y 7 agredidos.
Italia, con un gobierno en alianza entre derecha y extrema derecha, en las antípodas de la izquierda mundial, le abrió los ojos al mundo. Nadie podrá hacerse el distraído sin saber de qué habla Roma cuando pide evitar que Venezuela termine como Libia.

(Con información de la ONU y Noticias).


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