Hugo Moldiz Mercado •  Opinión •  18/07/2019

Bolivia. Intromisión de EEUU agrava crisis de la derecha

Bolivia. Intromisión de EEUU agrava crisis de la derecha

Estados Unidos apuesta por Carlos Mesa para las elecciones de octubre en Bolivia, que definirán al próximo mandatario. Pero es insuficiente que haya logrado minar a la agrupación Bolivia Dice No con la renuncia de Rodríguez. Necesita bajar de la campaña a Oscar Ortiz, cuyos cerca de 10 puntos de “voto duro” requiere Comunidad Ciudadana (CC) para forzar una segunda vuelta que pondría en aprietos a Evo Morales.

La oposición está en una franca y profunda crisis. La renuncia a la candidatura a la vicepresidencia de Edwin Rodríguez por la agrupación Bolivia Dice No —trabajada e inducida desde operadores externos—, no ha logrado plenamente los efectos que se buscaba, y la candidatura del binomio Evo Morales-Álvaro García Linera se presenta como la más coherente y sería para el período 2020-2025. Ese es el efecto real, no otro, que se ha logrado.

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La jugada, cuando se la concibió hace varios días por actores no representados en ninguna de las organizaciones en competencia electoral, no estaba del todo mal pensada, aunque la vida siempre demuestra que muchas veces los deseos no tienen nada que ver con la realidad. Observando todo el tablero político, es evidente que hay una profunda relación entre la renuncia de Diego Ayo a su condición de vocero de Comunidad Ciudadana (CC) y la posterior dimisión de Edwin Rodríguez a su postulación a la vicepresidencia.

La relación está en que, dada la orientación de la tendencia electoral, en la que Evo va para arriba, Mesa para abajo y Ortiz subiendo a costa del expresidente, hay una tremenda necesidad de que el “voto duro” de la derecha se concentre en una sola candidatura. Esto es lo que ha servido para que los operadores de la embajada de EE.UU. usen para presionar a Rodríguez por la vía de COMCIPO de Potosí, de manera directa, y del Comité Pro Santa Cruz, tras bambalinas.

Las declaraciones de Rodríguez para justificar su renuncia en sentido de que “lamentablemente” Bolivia Dice No está tercera en preferencia y que estar en ese sitial “es dividir el voto y posibilitar que Morales sea nuevamente gobernante dictador”, sirven para comprender a medias la situación.

Pura demagogia la del senador potosino. Desde que se registraron los binomios ante el Tribunal Supremo Electoral y la incapacidad de la oposición de construir una sola alternativa, para participar de las elecciones primarias de enero y en las elecciones generales de octubre, era evidente que sus actores tenían conciencia de la fragmentación electoral y a partir de ahí se propusieron metas y estrategias. La división de la derecha se explica por la sobreestimación que hicieron en su momento de la situación en la que estaba el gobierno, particularmente tras la derrota del referéndum del 21 de febrero de 2016.

Después de una inicial buena partida, Carlos Mesa dio señales claras de que pensaba que lo tenía acorralado a Morales y que la victoria era inevitable. Las encuestas daban un virtual “empate técnico” entre ambos y esa certeza lo condujo a cometer grandes errores, como el ningunear posibles aliados. Para Mesa y sus asesores, solo basta un soplido para derrotar al presidente indígena. La unidad, no les interesaba, salvo en las condiciones del historiador.

Por el contrario, la estrategia de Ortiz siempre fue de largo plazo. Consciente de que no iba a ganar las elecciones, el candidato cruceño y su partido —el Movimiento Demócrata Social—, apuestan a ampliar su campo de influencia y a construir una alternativa, bien definida desde la derecha, para las elecciones del 2024.

Pero la realidad es testaruda. El “fenómeno” Mesa empezó a perder el efecto levadura que inicialmente provocó. Una combinación de errores del expresidente y un Evo Morales, que se puso la mochila para subir la empinada montaña hacia el triunfo, fue modificando a costa de liderazgo, trabajo y organización las relaciones de fuerza para colocarlas a su favor desde aproximadamente marzo de este año. Ya el 18 de mayo, en Chimoré, se daría la inequívoca señal de que Morales y el MAS son una inigualable fuerza política y social.

Todas las encuestas hasta el mes pasado, en ciudades capital y ciudades intermedias, con algunas poblaciones del área rural más cercanas, dan cuenta que Evo Morales está por el 38 por ciento, Mesa bajó de 32 a 27% y Ortiz subió de 3 a 10 por ciento. Si a eso se suma, la votación promedio por Morales en el área rural, que es de cerca del 86 por ciento promedio, no es exagerado afirmar que el líder indígena ya está ahora por encima del 45 por ciento nacional. Eso, lo sitúa, si no sucede algo extraordinario, próximo a ganar con más de 50 por ciento más uno o con una diferencia de más de 10 puntos sobre su inmediato rival, lo que lo haría ganador en primera vuelta.

Eso ya complica todo para la derecha, que después del referéndum del 21 de febrero estaba convencida de que tenía la oportunidad histórica de terminar con el Proceso de Cambio más profundo de nuestra historia. La verdad es que tenían esa oportunidad y, aunque falta tres meses hasta las elecciones de octubre, no es atrevido asegurar que la dilapidaron.

A partir de ahí, la fragmentada oposición apostó a varios recursos para evitar que se consolide la tendencia ganadora de Evo: esperar un pronunciamiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y fracasó; esperar que Brasil y Colombia pidan una “opinión consultiva” de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para que se pronuncie sobre si la reelección indefinida es o no un derecho humano y también fracasó pues los presidentes de ambos países no movieron un solo dedo. Mayor coraje no pudo evitar la oposición cuando el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, sostuvo que cuatro casos registrados anteriormente en otros países, que habilitaron a presidentes a repostularse por la vía de sentencias constitucionales, habilitaban a Morales para terciar en octubre.

La carta fallida

Solo quedaba la vía de la intromisión de Estados Unidos. Tanto desde el Departamento de Estado como desde el Senado de ese país se tomaron iniciativas. El primero emitió dos comunicados —en noviembre de 2017 apenas se conoció la sentencia del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) a favor de Morales y otro a principios de enero de este año—, en que instan al presidente indígena a respetar la Constitución Política del Estado, el resultado del referéndum del 21 de febrero y a no presentar su candidatura. El Senado estadounidense, por su lado, aprobó una resolución en la misma dirección.

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Pero no son los comunicados lo que interesa. Son los hechos. Tanto desde Washington como desde la embajada de Estados Unidos en La Paz, sus operadores ingresaron con mayor fuerza al juego. De ahí que empezaron a diseñar la estrategia de forzar una sola candidatura de la derecha y en este caso apoyar al mejor ubicado de sus actores en la tendencia electoral: Carlos Mesa. El tiempo estaba en contra.

Una primera acción para asegurar el apoyo de Estados Unidos fue la visita de Carlos Mesa, quien después de tener reuniones con altos funcionarios y senadores estadounidenses, a su regreso al país manifestó que iba a restablecer relaciones inmediatas al más alto nivel (embajadores). Bolivia mantiene relaciones a nivel de Ministros de Consejeros luego que en 2008 fuera expulsado el embajador Philip Golberg por entrometerse en asuntos internos. La DEA y USAID siguieron igual suerte.

Una segunda acción, consistía en proyectar a Mesa como el único candidato de la oposición. Para eso, se debían tomar varias iniciativas: incorporar a fracciones del centro y la extrema derecha. Ya definida la estrategia, saltó un obstáculo que había que vencer: las duras críticas de su vocero Diego Ayo a Samuel Doria Medina, a quien calificó de “mezquino”, no ayudaban, por lo que se aprovechó el anuncio de un presupuesto cercano a los 10 millones de dólares, para sacarlo del juego y tranquilizar las aguas. Dicho y hecho, resuelto el problema, se anunció el acuerdo con un grupo político dirigido por Leopoldo Fernández —condenado por la masacre de campesinos en el Porvenir, Pando, den 2008— y la senadora Carmen Eva Gonzáles.

Esta ampliación de la política de alianzas, que pintan de cuerpo entero la naturaleza conservadora de Mesa, requiere de un acuerdo con Jorge Quiroga —uno de los operadores de EE.UU. para golpear a los gobiernos de izquierda y progresistas de América Latina—, y con varios comités cívicos que siguen la lógica del Comité Pro Santa Cruz. Quiroga no tiene muchos seguidores en el país, pero su relación con la derecha internacional y con gente de ese corte político que no está por el momento con Mesa u Ortiz, lo hace una buena ficha.

Pero lo que se requiere, para tener carta más competitiva y quizá ganadora contra Evo Morales, es que Oscar Ortiz se baje de la carrera. La presión desplegada contra el candidato cruceño, quien apenas había arribado desde el Brasil, no provocó el efecto esperado. En una conferencia de prensa, a las 13 horas de viernes pasado, la plana mayor de los “demócratas”, tras criticar duramente la “traición” de Rodríguez, ratificaron que permanecerían en carrera. Los “demócratas” insinuaron que el senador potosino se bajó de candidato a cambio de dinero. Independientemente de que eso hubiera sucedido, dada la práctica política de la derecha, es evidente que por “política” prefirieron no señalar a EE.UU. como el responsable.

El panorama para Ortiz no es fácil, pues si bien Rodríguez y su agrupación MOP (Movimiento Originario Popular) no le estaban dando más presencia de la que ya tiene en Potosí, el hecho de no tener un candidato a vicepresidente activo (pues el nombre del senador potosino ira en la papeleta de todas maneras en aplicación de la Ley de Organizaciones Políticas), es un duro obstáculo en una campaña que será intensa hasta octubre.

Sin embargo, a pesar del exitismo con el que recibió Mesa la renuncia de Rodríguez, es poco probable que los 10 puntos de Ortiz pasen al candidato de Comunidad Ciudadana, o al menos no todo. Eso le complica al expresidente pues requiere de esos 10 puntos para situarse cerca de Morales y tratar de forzar una segunda vuelta. Sin embargo, no hay que descartar que poco antes de la inscripción de candidatos a diputados y senadores, así como la presentación de programas, EE.UU. logre el objetivo de bajar a Ortiz de su candidatura. Los demás seguro que lo harán.

De aquí a octubre hay mucho trecho por recorrer. No hay duda que Mesa apuesta a ganar con el apoyo desde fuera (léase Estados Unidos) y el imperialismo no dejará de jugar a que Evo Morales pierda, aunque su prioridad geopolítica sean en estos momentos Venezuela, Nicaragua y Cuba.

*Abogado, periodista y docente universitario boliviano. Se desempeñó como ministro de Gobierno de Evo Morales en 2015. Distribuido por el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)


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