Francisco González Tejera •  Opinión •  16/06/2019

Un Supremo que huele a Franquismo

Era de esperar, a mi no me ha sorprendido nada de nada, esperaba esta suspensión cautelar de la exhumación del criminal de lesa humanidad del Valle de los Caídos, estos jueces que “supuestamente” simpatizan claramente con las ideas del sanguinario dictador, son de ideología ultraconservadora y jamás permitirían que al asesino se le saque de su tumba, les importa un bledo el dolor de cientos de miles de familias que seguimos abandonadas por el estado, desamparadas, queriendo sacar los huesos de nuestros muertos, sufriendo la humillación de quienes ejercen el poder más podrido para bloquear la memoria, la verdad, la justicia y la reparación.
 
Francisco Franco encabezó un golpe de estado fascista contra una democracia legítima, estuvo respaldado por la oligarquía española, por organizaciones neonazis como Falange o Acción Ciudadana, por una Iglesia Católica que aún hoy en día no ha podido limpiar la sangre de las sotanas de sus curas, un militar sedicioso que coordinó las múltiples ejecuciones extrajudiciales, las masivas violaciones de mujeres republicanas, el robo de niños y propiedades, los tiros en la nuca, los cientos de centros de tortura, por donde pasaron miles de mujeres y hombres que fueron destrozados por el salvaje maltrato.

Pero ninguno de estos hechos hace reflexionar a los señores jueces que por unanimidad paralizaron lo que ya el gobierno había decidido, trasladando el próximo 10 de junio los restos del fascista al cementerio de Mingorubio-El Pardo.

 
Ni siquiera las decenas de crímenes cometidos en su inmensa mayoría durante la dictadura, después de la llamada Guerra Civil, hace reaccionar a los togados del Supremo, más bien todo lo contrario, agarrándose a cualquier artificio legal para seguir humillando a las familias de los asesinados, exaltando la figura de un personaje que ha entrado en la historia como lo peor de la especie humana.
 
La Justicia española ha demostrado sobradamente su incapacidad para perseguir los crímenes de la dictadura y reparar a las víctimas, resultando surrealista la protección cautelar y urgente de la familia del dictador, pasando por encima y desentendiéndose de las familias de las víctimas, burlándose de nuestro dolor añejo, de las heridas abiertas que no cerrarán mientras no se haga justicia, mientras no se exhume cada fosa, cada cuneta, cada sima, cada espacio para el exterminio, del que está sembrado cada rincón de un estado  español que ahora mismo es la vergüenza del mundo democrático.
 
 

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