Kintto Lucas •  Opinión •  11/05/2019

Del naufragio de la humanidad al tren de Slavoj Žižek

Sin duda la humanidad ya naufragó y no hay espacio para la felicidad plena. Hago mías las palabras de Slavoj Žižek en el debate con Jordan Peterson. En el mundo actual, en el capitalismo, “sí hay una luz al final del túnel, es un tren que viene hacia nosotros”.

Más allá de las visiones optimistas, ya sea de aquellos que defiende la felicidad en el capitalismo como el mismo Peterson o quienes asumen una postura optimista desde la izquierda, intentando demostrar que hay esperanza para la humanidad, el rumbo del mundo en los últimos cincuenta años, para no ir más atrás, nos demuestra que, incluso mejorando algunas realidades sociales o económicas en determinados lugares y para determinados sectores, la humanidad como conjunto va hacia el naufragio.

Es interesante tener en cuenta lo que dice el sociólogo alemán Wolfgang Streeck, argumentando un cierto optimismo en la caída de capitalismo por su propia crisis. “No estoy diciendo que el fin esté a la vuelta de la esquina. Estoy diciendo que las cinco tendencias de su declive continuarán. Ya nada que puede detenerlas. También estoy diciendo que no hay una nueva sociedad esperando que caiga desde el cielo, que esta nueva sociedad tendrá que ser construida por las fuerzas que se oponen al capitalismo”, dice .  También argumenta que viviremos un largo período de incertidumbre y desorden, “un interregno en el que el antiguo orden ha muerto, mientras que un nuevo orden aún no puede nacer. Situaciones aterradores pueden suceder en este periodo, como los describió Antonio Gramsci en su famoso pasaje de los Cuadernos de la cárcel”.

No creo en una crisis terminal del capitalismo como una tendencia irreversible. Creo más bien es una crisis perpetua del capitalismo con picos en que ésta se torna más aguda. Sin embargo, las fuerzas del capital tiene la capacidad de recomponerse tras cada pico de crisis aguda y seguir en medio de la crisis perpetua. Existe una capacidad de vivir con la crisis sin terminar con ella. Hasta incluso existe una retroalimentación con la crisis. La crisis en el capitalismo es un síntoma de su muerte y un remedio para su sobrevivencia.

Además, el capitalismo tiene la capacidad de absorber opciones que supuestamente buscan un cambio de vida. Podríamos mencionar desde las camisetas del Che hasta las hamburguesas veganas. Hay muchos ejemplos a lo largo de la historia, pero voy a mencionar uno de los últimos que me parece interesante: el caso de la nueva gran empresa de hamburguesas veganas financiada por Bil Gates y Leonardo di Caprio, entre otros. Ese es un pequeño ejemplo de cómo el capital absorbe las opciones de jóvenes que proponen un cambio de vida, a veces por moda pero muchas veces honestamente, y lo mismo ocurre con otras opciones supuestamente más radicales.

Sin embargo, sin creerlo ya determinado, coincido en parte con Streeck que la única esperanza que nos queda es que el capitalismo caiga por si mismo. Para recurrir a la figura de Žižek: que el tren explote antes, que se autodestruya, porque sí es verdad que a pesar de su capacidad de readaptación de la propia globalización, incluso con los cambios en las comunicaciones y con las nuevas relaciones de producción, el capitalismo puede tornarse autodestructivo.

El capitalismo es en esencia destructivo y puede tornarse autodestructivo. Es en esencia homicida y en potencia puede ser suicida. Ahora, en un sistema autodestructivo y en medio de las relaciones capitalistas el único motor que puede ayudar en esa autodestrucción es la propia lucha de clases. Y en ese sentido, las fuerzas capitalistas han tenido la capacidad de cooptar, no digamos financieramente, sino culturalmente a muchas dirigencias sindicales y a muchos sectores para transformar la lucha de clases en conciliación de clases a veces y otras veces en sumisión de clases como pasa hoy en algunos países, como Ecuador, por ejemplo. 

Más allá de todo, la victoria del capitalismo y la marcha del tren que nos pasará por encima fue antes una victoria cultural. Las fuerzas anticapitalistas fueron derrotadas culturalmente, cuando no fueron colonizadas. Por eso no creo, aunque quiera convencerme, de que es posible atravesar el túnel para encontrar una luz de esperanza. La única luz después del naufragio, sigue siendo la del tren de Zizek

A propósito de la mención de Streeck a Gramsci, estoy de acuerdo en que cuando un orden antiguo muere e intenta imponerse uno nuevo, hay incertidumbre, porque lo viejo no quiere morir y lo nuevo le cuesta nacer. Pero eso no quiere decir que sea la substitución del capitalismo por otro modelo distinto, no digamos socialista.

Veamos lo que ocurre ahora: se está produciendo un cambio geopolítico mundial importante que va redefinir el rumbo del capitalismo. Estamos yendo de un modelo unipolar a un modelo multipolar, entonces se generan espacios de confrontación, de incertidumbre, surgen nuevos actores, se rompe el orden. Pero eso no quiere decir que ese modelo multipolar sea el fin del capitalismo. Es como creer que China pueda ser ejemplo de socialismo.

No. Pero, es mejor un modelo multipolar porque se generan relaciones un poco más equilibradas. Y por lo tanto hay otras posibilidades para los “otros” países. Venezuela es un ejemplo. Cuando existía la URSS, había otros equilibrios, había otras posibilidades para el mundo, pero no se produjo un cambio mundial de estructuras para evitar que el tren nos pase por arriba.

Estoy de acuerdo en que “la nueva sociedad” tendría “que ser construida por las fuerzas que se oponen al capitalismo”. Pero las fuerzas que se oponen al capitalismo no tienen la capacidad para eso porque el propio capitalismo las devoró culturalmente. Si se analiza el camino del mundo en los últimos cincuenta años, podemos ver que las “fuerzas” que se oponen al capitalismo se fueron reduciendo hasta ser muy poco o casi nada.

Me refiero a las verdaderas fuerzas que se oponen al capitalismo, que luchan contra el capitalismo. Están además las otras que se oponen al capitalismo solo en el discurso. Hay también otras que están cómodas en el capitalismo pero no lo dicen porque sienten un poquito de vergüenza.

Claro que hay momentos interesantes en que surgen expectativas y se renueva la esperanza de que la humanidad puede enrumbarse, pero son como flashes, como fogonazos, mejoran cosas, claro, porque la propia modernización del capitalismo lleva a que sea necesario, para sostenerse, ciertas mejoras para unos, aunque al lado esté el desastre para los otros.

Sin embargo, con esas mejoras (que incluso se pueden revertir fácilmente: Brasil, Ecuador o Argentina son ejemplos actuales), el camino del naufragio de la humanidad no cambia, porque es estructural. Entonces, son buenos esos fogonazos de luz, y hay que luchar porque sean mayores, porque duren más tiempo, porque durante esos fogonazos se profundice más y haya más logros, pero si no hay cambio en la estructura del sistema mundo, no hay derrota del capitalismo y no hay forma de que la humanidad llegue a buen puerto. No hay forma, la humanidad seguirá naufragando como los niños del Mediterráneo, que logran llegar a la orilla pero muertos. Las “fuerzas” que se oponen al capitalismo tiene la debilidad de las balsas en que viajan esos niños.

Para un micro ejemplo del papel de las “fuerzas” que se oponen al capitalismo, es necesario mirar alrededor de América Latina y ver cuáles son las fuerzas verdaderamente anticapitalistas. Analizar a la gente, a los seres humanos, a los dirigentes. Se puede encontrar poco, muy poco. Claro que los hay pero contaditos.

Cuando hablo del naufragio irremediable y del tren prácticamente imposible de esquivar, ni siquiera me refiero a los puntos que nos llevan a un desastre ecológico y que no van a cambiar porque la dinámica del capitalismo está construida para que no cambien. Hasta los ecologistas de vitrina están absorbidos culturalmente por el capitalismo. Sin mencionar a sectores burgueses que han lucrado con el ecologismo, o a quienes viven para conseguir proyectos financiados, buena parte de los ecologistas no logran ir más allá, hacia una visión estratégica de lucha contra el capital, contra la estructura del capitalismo, incluso porque muchos, no todos claro, están marcados a fuego por su condición de clase.

Lamentablemente, hay algunas supuestas “fuerzas anticapitalistas” que su único interés es defender un puestito burocrático, por ejemplo. Otras mantienen una postura elitista, casi aristocrática desde una verdad absoluta, entonces juzgan los procesos en los que no tienen un espacio, pero no cambian nada. Otras, creyéndose dueñas de algunos procesos, no tiene capacidad de autocrítica, de ver errores y pensar estratégicamente, entonces cuando se les mueve el piso no saben qué esta ocurriendo a su alrededor. Y así podríamos seguir… Pero el centro del problema está en que las fuerzas anticapitalistas fueron derrotadas culturalmente y hasta que no se asuma esa realidad y se busque revertirla, el capitalismo seguirá victorioso con su crisis perpetua.

Es una pequeña reflexión a partir de la frase contundente de Zizek en el debate mencionado. En todo caso, por más pesimista que sea, nunca dejaré de pelear para cambiar las cosas, para hacer retroceder al capitalismo, para que el tren estalle antes de que nos pase por arriba. En fin…

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* Escritor ecuatoriano-uruguayo. Ex Vicecanciller de Ecuador y ex Embajador de Uruguay para la Integración. Algunos de sus libros: Rebeliones Indígenas y Negras en América Latina (1992), Plan Colombia. La Paz Armada (2000), El arca de la realidad -De la cultura del silencio a wikileaks- (2013), Ecuador Cara y Cruz –Del levantamiento del noventa a la Revolución Ciudadana- (Tres Tomos, 2015), El Naufragio de la Humanidad / O Naufrágio da Humanidade (2017), José “Pepe” Mujica: I labirinti della vita (2018), Mercè Rodoreda. Barcelona y el “yo-ciudad” (2018), Como en Aquelarre (2019).


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