Dolores de Redondo •  Opinión •  22/04/2019

Los enemigos de España: el comunismo y el separatismo

Para Hitler, el principal enemigo eran los comunistas. Para Fraga, el marxismo y el comunismo. Casado repite discurso: hay que elegir entre comunismo, socialismo y catalanismo o el PP, no hay alternativa.

 
En 1935, el noticiero de la productora cinematográfica Paramount Pictures preguntaba al fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, si era posible el fascismo en España. El hijo del penúltimo dictador negaba que el movimiento iniciado en España fuese copia del fascismo italiano, aunque afirmaba que, como el fascismo, tenía la idea de unidad y autoridad. Y declaraba que un país de tan gloriosa historia y personalidad como España había venido a menos por una triple división: la engendrada por los separatismos locales, por los partidos y por la lucha de clases. Era el anticipo teórico de una práctica represiva y sangrienta que erradicó aquella supuesta triple división mediante la paz de los cementerios.

Los que auparon a Hitler al poder el 30 de enero de 1933 también habían decidido que los principales enemigos de Alemania eran los comunistas. El 27 de febrero les atribuyeron la quema del Reichstag y el 3 de marzo la Gestapo arrestó en Berlín al líder comunista Ernst Thälmann, dos días antes de la celebración de las elecciones parlamentarias en las que era candidato. Después, el nazi Heinrich Himmler anunció la creación en Dachau del primer campo de concentración donde “se internará a todos los comunistas y, de ser necesario, a los socialdemócratas que representan un peligro para el Estado”. Cuando el periódico londinense Manchester Guardian publicó las primeras noticias de Dachau en el extranjero, un año después, tres cuartas partes de los internados eran comunistas. El diario hizo públicas las atrocidades cometidas en el campo mediante torturas, palizas hasta la muerte y suicidios inducidos.

Uno de los primeros reclusos de Dachau fue el dirigente comunista Hans Beimler, diputado por entonces en el Reichstag. Víctima y testigo de los horrores vividos por los reclusos, tras su fuga del campo pasó a la URSS, donde relató sus trágicas experiencias en un libro titulado En el campo de asesinos de Dachau (cuatro semanas en poder de los bandidos pardos). En 1936 se trasladó a España a luchar contra el fascismo, creando en Barcelona el batallón Thälmann junto a otros alemanes y austríacos, en honor al camarada detenido en Alemania. Los nazis ya habían llegado antes a España en forma de dinero y armamento, abriendo el primer frente bélico de la II Guerra Mundial. El batallón Thälmann fue trasladado a Madrid para reforzar la defensa de la capital y el 1 de diciembre Beimler fue abatido en la carretera de La Coruña desempeñando el cargo de Comisario político en la XI Brigada Internacional. Su cadáver fue trasladado a Barcelona para ser honrado en la capilla ardiente instalada en el Casal Carlos Marx del Paseo de Gracia, sede del PSUC. Las imágenes de su multitudinario funeral quedaron inmortalizadas para el diario La Vanguardia por el fotógrafo Agustí Centelles; y el poeta Rafael Alberti escribió el poema «Hans Beimler, Defensor de Madrid». Como reconocimiento póstumo, su libro sobre Dachau fue publicado en castellano con traducción de Lucienne Gache y Arturo Perucho, director durante la guerra de Treball, órgano del PSUC.

Cuarenta años después, con motivo de las primeras elecciones generales, el candidato a la Presidencia y fundador de Alianza Popular, Manuel Fraga, afirmó en TVE que «hay que plantar cara a los grandes enemigos de España, que son el marxismo y el separatismo», dos fantasmas que agitaría durante toda su dilatada (y casi interminable) carrera política. En enero de 2019, su nieto político, Pablo Casado, afirmó en Valencia que el futuro pasa por elegir entre «el comunismo, el socialismo y el catalanismo o el PP, no hay más alternativa», después de haber pedido anteriormente en el Senado ilegalizar organizaciones «comunistas y populistas» como requisito para condenar el franquismo. Ahora plantea las elecciones generales del 28 de abril como un plebiscito para frenar el independentismo. Los intérpretes cambian, pero suena la misma música y versionan las mismas letras.

— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?

— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?

Fuente: http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=8448

 


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