Colectivo Puente Madera •  Opinión •  20/04/2019

El futuro se llama República

Somos republicanos porque se nos marcó a fuego que nadie es más que nadie” (Pepe Mujica)
 
Pues sí, claro que sí. Estamos de fiesta y celebración. Han pasado ya 88 años del nacimiento de la II República en España. Hoy la recordamos, reconocemos los avances sociales y democráticos que significó para los españoles y las españolas aquel corto período de tiempo.
 
Nosotros seguimos considerando que las banderas son señas de identidad que no ayudan a la convivencia, por eso la nuestra es del color del cristal, pero si tenemos que tener alguna, que sea la republicana, porque queremos ser ciudadanos y no súbditos, por eso seguiremos alzando cada día más altas nuestras voces para seguir luchando por un Estado en el que todas y todos seamos libres, iguales en derechos, responsabilidades y posibilidades y, en definitiva, ciudadanos plenos. Por ello, en nuestra ciudad, en el mástil de la punta del parque, más pronto que tarde se verá ondear la bandera republicana, un símbolo que representa la dignidad del pasado y la ilusión del futuro.
 
Tenemos una Jefatura del Estado medieval y anacrónica, que se hereda por genética y derecho de bragueta, que está por encima del bien y del mal. Tampoco conviene olvidar que jamás se ha visto a la Casa Real apoyar a las víctimas de los desahucios, a las personas que tienen que acudir a los comedores sociales para poder comer, a las víctimas de la violencia machista, a los trabajadores precarios o a los que sufren los abusos de los empresarios que han sido los triunfadores de la crisis económica o a las víctimas de los abusos de las élites. Sólo unos segundos en el mensaje de Navidad, eso es lo que dedicael ciudadano Felipe a los problemas de los españoles.
 
Algunas de las conquistas sociales reflejadas en la Constitución de 1978 no son más quepapel mojado, pues ese reconocimiento en el texto constitucional no fue acompañado de medidas efectivas de protección, vinculantes para los poderes públicos y exigibles ante los tribunales. Todos sabemos que las decisiones clave las adoptan las grandes fortunas, capaces de hundir o reflotar una moneda, los poderes económicos salvajes y carentes de control democrático, así como organismos europeos y mundiales que tampoco responden a ninguna legitimación democrática. ¿Seguiremos complacientes, pasivos y sin reacción alguna?
 
Es hora de pasar página, tenemos la obligación de impulsar desde la base, un nuevo proceso constituyente que, por medios democráticos, trabajando dentro y especialmente fuera de las instituciones, logre una constitución republicana, fundamentada en la participación ciudadana y en un estado social y laico. Es imprescindible que se inicie un proceso constituyente que devuelva la voz y el poder de decisión a la ciudadanía. El proceso constituyente debe ser un camino basado en la participación de todas y todos, en la creación conjunta de unas nuevas líneas maestras que enmarquen la convivencia, partiendo de una mirada al pasado para reivindicar la memoria democrática, los valores republicanos y el reconocimiento a los hombres y mujeres que lucharon contra el franquismo, en toda su amplitud. Necesitamos un cambio político sustancial que conlleve un giro económico, social, cultural y ético radical. Ese cambio ha de ser la III República. Debemos ser cómplices en la consecución de una democracia avanzada, en el marco de un Estado federal, republicano y solidario que amplíe los marcos de libertad y participación, garantizando el bienestar económico, social y cultural de todos los ciudadanos y ciudadanas.
 
El movimiento republicano ya es imparable, ya no es una anécdota, es una realidad palpable que se ve en las iniciativas que los propios ciudadanos ponen en marcha y que se extienden a todas las partes del territorio nacional. Nuestra esperanza va creciendo en todas las esferas sociales, la república es futuro, el único futuro posible.
 
Hoy, más que nunca, hacemos nuestras las palabras de Juan Goytisolo: «No nos resignemos a una permanente injusticia. Bajar la guardia y rendirnos sería dar por buena la brutalidad de los alzados contra el conjunto de aspiraciones e ideales que encarnó la República. La herencia cívica y ética de ésta no ha muerto; sigue viva y muy viva en nuestros corazones y conciencias».
 
¡A por la Tercera! ¡La lucha sigue!
 

 


Opinión /