Michael Roberts •  Opinión •  19/03/2019

Las perspectivas demográficas del capitalismo

Las perspectivas demográficas del capitalismo
Hay una característica sobresaliente de la estadística del capitalismo del siglo XXI. El capitalismo es cada vez más incapaz de desarrollar lo que Marx llamó las “fuerzas productivas” (es decir, la tecnología y la fuerza de trabajo necesarias para expandir la producción de cosas y servicios que necesita o desea la sociedad humana). Si se mide por el producto nacional bruto en todas las economías del mundo (o per capita), al capitalismo mundial le cuesta cada vez más expandirse.

Cuando Marx y Engels escribieron el Manifiesto Comunista hace 170 años, proclamaron el poder productivo desencadenado por la explotación capitalista de la fuerza de trabajo, con la utilización cada vez mayor de medios de producción (máquinas, tecnología, etc.) para reemplazar el trabajo humano, al tiempo que ampliaba sus tentáculos a todas las partes del globo. De hecho, el rapaz impulso por el beneficio ha llevado a una destrucción incontrolada de la naturaleza y de los recursos de la tierra que ha contaminado el planeta. Y ahora, la producción de combustibles fósiles ha provocado un calentamiento global cada vez más irreversible que está cambiando el clima de la tierra, provocando un clima extremo y desastres.

El año pasado el PIB mundial de las 195 naciones del mundo alcanzó el récord de $ 85 billones. Sorprendentemente, las tres cuartas partes correspondieron a sólo 14 economías – los pocos afortunados con un PIB per capita de más de $ 1 billón.

La población mundial también alcanzó un récord el año pasado de 7.600 millones de personas. Eso es el doble en menos de medio siglo. La población en edad de trabajar (PET) ha llegado a los 5 mil millones, pero principalmente fuera de las 12 principales economías (es decir, el G14 menos India y Brasil).

En las principales economías capitalistas, la producción se está expandiendo mucho más lentamente que antes. Como Alan Freeman ha mostrado en un artículo reciente, “el crecimiento económico del Norte industrial ha caído de forma continua, con interrupciones breves y limitadas, por lo menos desde la década de 1960. La tendencia es extremadamente fuerte e incluye a todas las grandes economías del Norte sin excepción.”

Como concluye Freeman: “nos enfrentamos, no sólo a una disminución de la tasa de crecimiento del PIB de un país (por ejemplo, los Estados Unidos, cuyo declive ha sido estudiado más exhaustivamente), sino de todo un grupo – los países avanzados o industrializados – cuyas tasas de crecimiento siguen la misma tendencia y de hecho, han convergido. La tendencia observada es muy probable, por lo tanto, que sea sistémica – se explica por la estructura de la economía mundial en su conjunto- y no es la consecuencia de los problemas u oscilaciones de un país en particular”.

El capitalismo no está cumpliendo con su única justificación: expandir las fuerzas productivas. Se agota. Junto a ello, la desigualdad de la riqueza y los ingresos en las principales economías es cada vez mayor, los niveles de pobreza y la brecha entre países ricos y pobres, y entre gente, es cada vez mayor. Y la naturaleza y el clima están gravemente afectados.

El crecimiento económico depende de dos factores: 1) el tamaño de la mano de obra empleada y 2) la productividad de esa fuerza de trabajo. En el primer factor, hay una decadencia demográfica. Las economías capitalistas avanzadas se están quedando sin fuerza de trabajo humana. En cuanto al segundo factor, el crecimiento de la productividad de la mano de obra empleada se está desacelerando.

Por primera vez desde la aparición del capitalismo como modo de producción dominante a nivel mundial, las mayores economías del G12 vieron su población en edad de trabajar (PET) en declive. Y este descenso se acelerará, según las previsiones del Departamento de Población de las Naciones Unidas.

De las 14 economías con $ 1 billón o más de PIB, sólo hay dos – India y Brasil – donde la población en edad de trabajar crecerá en la próxima generación. Las otras 12 experimentarán una disminución de su fuerza de trabajo. Es posible que el aumento de la inmigración procedente de las regiones más pobladas pudieran permitir a los EE.UU., el Reino Unido, Canadá y Australia expandir su fuerza de trabajo por un tiempo – aunque los gobiernos de todos estos países quieren reducir la inmigración. En Japón, Alemania e Italia, la inmigración incluso no detendría la caída. En Corea del Sur, Alemania e Italia, sin inmigración, la fuerza de trabajo se reducirá en un 1% anualmente durante los próximos diez años. Por lo tanto, en igualdad de condiciones, es un 1% anual de crecimiento potencial del PIB.

Como resultado, las principales economías capitalistas tendrán una fuerza de trabajo envejecida y una población dependiente que no trabaja cada vez más importante. Actualmente, en las principales economías, las personas en edad de trabajar (15-64 años) por lo general representan el 65% de la población total.

El rápido envejecimiento de la población de Japón, sin embargo, muestra el futuro. Para el año 2030, la proporción de PET/población total disminuirá en todas partes. En aquellos países que no puedan “importar” personas en edad de trabajar cualificados disminuirá rápidamente.

Además está la productividad de esa fuerza de trabajo en declive. Si el crecimiento de la productividad pudiera acelerarse, podría compensar la contracción de la fuerza de trabajo y así sostener el crecimiento del PIB real. Pero el crecimiento de la productividad mundial se está desacelerando.

Durante los últimos 40 años y especialmente en los últimos 15 años, ha habido una desaceleración generalizada de la producción por hora trabajada en las principales economías. Para el G11 (sin China), la tasa tendencial actual es de sólo un 0,7% anual.

La tasa de productividad de Rusia está cayendo, mientras que la de Italia y el Reino Unido apenas se mueven.

Si sumamos el crecimiento potencial de la fuerza de trabajo y el crecimiento de la productividad de la mano de obra, podemos obtener un pronóstico del potencial de crecimiento del PIB real durante los próximos diez años. Y, hay que recordar, esto supone que no haya nuevas caídas en la inversión, el empleo y la producción como consecuencia de una crisis de producción capitalista.

Sin la inmigración neta, el PIB real en el bloque del G11 crecerá menos de un 1% al año, con Australia un poco mejor con el 0,9% anual, mientras que Rusia e Italia podrían sufrir una reducción anual de proporciones similares. Con la inmigración, el potencial de crecimiento anual de Australia podría llegar a las alturas embriagadoras del 1,7% anual, pero todo el resto del mundo tendría una tasa de crecimiento de -1. Aun permitiendo alguna inmigración cualificada de fuera, es poco probable que el crecimiento del PIB real para el G11 en su conjunto fuese superior al 0,5% anual.

Pero ¿por qué cae el crecimiento de la productividad en las principales economías? El rompecabezas de la productividad ha sido objeto de debate desde hace tiempo por parte de los economistas convencionales. Por un lado esta la explicación keynesiana del ‘tirón de la demanda’, según la cual el capitalismo está en estancamiento secular debido a una falta de demanda efectiva que aliente a los capitalistas a invertir en tecnologías que mejoren la productividad. Por otro está el argumento desde la oferta de que no hay disponibles suficientes tecnologías eficaces que mejoren la productividad en la que invertir: la época de oro de la computadora, internet, etc., ha terminado y no hay nada nuevo que tenga el mismo impacto.

Pero también hay otra explicación muy sencilla.  La evidencia muestra que el crecimiento de la productividad se debe principalmente a la inversión de capital, que sustituye el trabajo con máquinas. Las máquinas impulsan la producción de cada trabajador que usa la tecnología y también reduce el número de trabajadores necesarios. hay tres factores que explican el crecimiento de la productividad: la cantidad de trabajo empleado, la cantidad invertida en maquinaria y tecnología y el factor X de la calidad y la habilidad innovadora de la fuerza de trabajo. La contabilidad del crecimiento habitual llama a este último factor la ‘productividad total de los factores’ (PTF), y la mide como la contribución desconocida al crecimiento de la productividad más allá del capital invertido y el empleo de mano de obra.

En el caso de los EEUU, los tres factores estaban en su punto más álgido en la década ‘hi-tech’ de los 1990, pero en la década del 2000, la contribución de la inversión de capital y de la mano de obra empleada cayeron y desde la Gran Recesión y la subsiguiente Largo Depresión, los tres factores han disminuido.

Parte de la disminución de la inversión en capital y trabajo en Estados Unidos se puede atribuir a la creciente globalización, ya que las empresas estadounidenses deslocalizaron al extranjero sus fábricas y actividades. Pero la inversión en relación al PIB ha disminuido en todas las grandes economías y desde 2007 (con la excepción de China).

En 1980, tanto en las economías capitalistas avanzadas como en las ‘emergentes’ (sin China) hubo tasas de inversión en torno al 25% del PIB. Ahora las tasas promedio oscilan alrededor del 22%, una disminución de más del 10%. La tasa cayó por debajo del 20% para las economías avanzadas durante la Gran Recesión.

De hecho, el crecimiento de la productividad también se está desacelerando en las llamadas economías emergentes como China, Brasil e India.

¿Por qué la inversión en nuevas tecnologías es tan débil y por lo tanto incapaz de restaurar el crecimiento de la productividad? La razón principal de la baja inversión en las economías capitalistas es que los capitalistas no creen que es rentable invertir en nuevas tecnologías para reemplazar a la mano de obra. De hecho, en el período posterior a la Gran Recesión, en muchas de las principales economías, como los EEUU, el Reino Unido, Japón y en Europa, las empresas han preferido mantener su fuerza de trabajo y contratar nuevos trabajadores con contratos más ‘precarios’, con menos derechos no salariales, a tiempo parcial o temporales. Lo que implica tasas oficiales de desempleo muy bajas, junto con tasas de inversión pequeñas. Así, el crecimiento de la productividad es débil y en general el crecimiento del PIB real está por debajo de la media.

La manera de restaurar el crecimiento de la productividad y que las economías crezcan a un ritmo que pueda satisfacer las demandas de la gente de una vivienda digna, educación, sanidad y energías renovables es impulsar la inversión en nuevas tecnologías y en formación laboral para ellas y distribuir las ganancias a todos. Pero aquí radica la contradicción de la producción capitalista. Es una producción para el beneficio y no para la satisfacción de necesidades. Y el aumento de la inversión en tecnología que sustituye el trabajo que crea valor conduce a una tendencia decreciente de la rentabilidad. La necesidad de ampliar y desarrollar las fuerzas productivas entra en conflicto con la acumulación capitalista. Y resolver esa contradicción a través de crisis que eleven la rentabilidad o mediante el aumento de la explotación de la fuerza de trabajo mundial es cada vez más difícil.

La tasa mundial de beneficio – la media de las 14 economías principales (beneficios como % de los activos fijos)

La fuerza de trabajo mundial disponible para ser explotada no está creciendo tan rápido, y aunque todavía hay reservas de mano de obra en África (por ejemplo, Nigeria, etc.) y en Asia, en las economías capitalistas desarrolladas la fuerza de trabajo seguirá reduciéndose. Pero el crecimiento de la productividad a través de una mayor inversión en tecnología no puede compensar si la rentabilidad sigue decreciendo tendencialmente.

Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente: https://thenextrecession.wordpress.com/2019/03/08/demographic-demise/

Traducción: G. Buster


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