Paco Campos •  Opinión •  11/03/2019

Nihilismo, o la pérdida de sentido

    Estos días he estado releyendo una de las clases que impartió Heidegger de 1936 a 1940 en la universidad de Friburgo sobre Nietzsche, buscando en el nihilismo una justificación para estos tiempos modernos europeos, porque me da la impresión de haber perdido no ya el interés por las cosas, sino que las cosas no merecen interés alguno por sí solas, no merecen atención si no se las rentabiliza de alguna manera, advirtiendo con ello que la base de nuestra existencia no es otra que un nihilismo encubierto por la circunstancia o la apariencia sin más.

    Proviene el nihilismo preguntando por su esencia, no por las causas que lo provoca. Porque, efectivamente, el nihilismo tiene una proveniencia cuando los valores se desvalorizan. Nihilismo es eso: desvalorizar los valores, y cuando esto se produce, agrega Nietzsche, también se desvaloriza lo que le concedía valor a la cosa, al ente, si pensamos en ámbito metafísico. Y cuando sucede esto, por tanto, el ente también se desvaloriza. Además de pervivir el nihilismo como un sentimiento de carencia de valor (de todo).

    Detengámonos por un momento y pensemos en la consistencia de nuestras vidas, aun yendo ellas más allá de nuestra individualidad; pensemos por un momento en su sentido, pensemos si se ha perdido algo de él, o si además encontramos alguno que justifique la plenitud de nuestros actos o la cotidianidad… una vez que hemos salido voluntariamente, mediante la reflexión, de la alienación colectiva en la que estamos inmersos.

    Porque sobreviene el nihilismo cuando una vez buscado el sentido en el acontecer no lo hemos encontrado, y nos queda sólo ese sentimiento de carencia de valor.


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