Manuel E. Yepe •  Opinión •  22/02/2019

Expansionismo deriva del excepcionalismo

Es sabido y confirmado por la historia que el establecimiento militar de Estados Unidos tiene entre sus objetivos sistemáticos derrocar a gobiernos de otros países elegidos democráticamente si considera que por algún motivo pueden constituir una amenaza para los intereses de las corporaciones estadounidenses.

“Es muy evidente de que Estados Unidos es el más depravado y peligroso entrometido en los asuntos de otras naciones que la historia haya conocido”, asegura Dan Kovalik abogado especialista en derechos humanos y laboral, pero sobre todo un antiimperialista consecuente de la estirpe de Michael Parenti, William Blum y otros que como el héroe nacional cubano José Martí han vivido suficiente tiempo en el monstruo y le han conocido las entrañas.

Kovalik es autor de tres libros. En los dos primeros trata sobre las campañas bélicas específicas de Estados Unidos contra Rusia e Irán. Su tercera entrega, The Plot to Control the World: How the US Spent Billions to Change the Outcome of Elections Around the World (El plan para controlar el mundo: cómo gastaron miles de millones de dólares para escamotear el resultado de las elecciones en todo el mundo), aborda el amplio alcance de la injerencia electoral estadounidense en el extranjero y ofrece apoyo político e ideológico a un movimiento contra la guerra en Estados Unidos que han sido casi invisibilizados en tiempos recientes.

El plan para controlar el mundo es tan detallado en su crítica al imperialismo estadounidense como conciso. En poco más de 160 páginas, Kovalik analiza las diversas formas en que el aparato político y militar de Estados Unidos interfiere en los asuntos internos de naciones extranjeras en aras de lograr la hegemonía global.

No pierde tiempo en exponer la mentira escandalosa en que se basa el excepcionalismo estadounidense. Comienza con las ocupaciones imperialistas estadounidenses de Haití y Filipinas a finales del siglo XIX y principios del XX cuando Washington asesinó a millones de filipinos y lanzó a ambas naciones a una espiral de violencia, inestabilidad y pobreza que continúa hasta el día de hoy.

Kovalik explica, respecto a Haití, que aunque con el tiempo las justificaciones específicas alegadas para la intervención han cambiado (oposición a que finalizara la esclavitud, presiones por que se cumpla la Doctrina Monroe, rechazo al socialismo y el comunismo, supuesta lucha contra el narcotráfico, instauración de las leyes y ordenanzas del sistema capitalista), las intervenciones nunca han parado y los efectos para el pueblo haitiano han sido siempre desastrosos.

Kovalik tampoco pierde demasiado tiempo en mostrar la mentira básica del excepcionalismo estadounidense que afirma que Estados Unidos es una fuerza para el bien en el mundo y que sus guerras de conquista se justifican plenamente porque sirven para la difusión de la democracia y la libertad por todo el mundo.

Kovalik desafía el excepcionalismo estadounidense al mostrar a sus lectores el daño que el expansionismo y el militarismo de Estados Unidos han causado a naciones de todas las regiones del planeta, desde Rusia, Vietnam, Honduras, Guatemala, República Dominicana, Congo, y muchas otras naciones han visto sus sociedades devastadas por la intromisión electoral de Estados Unidos. En Honduras, por ejemplo, un golpe de estado contra el presidente Manuel Zelaya, en 2009 convirtió a la nación en uno de los lugares más peligrosos del mundo. Decenas de miles de hondureños han sido desplazados, desaparecidos o asesinados desde el golpe.

Otro aspecto importante del Plan para el control del mundo es su exposición a la hipocresía de Estados Unidos en torno al tema de la intromisión electoral. Desde el final de las elecciones de 2016, las ramas militar, política y mediática del estado imperialista han acusado a Rusia de implantar virtualmente a Donald Trump en la oficina oval. El público estadounidense se ha alimentado de una dosis constante de propaganda anti-rusa en un aparente esfuerzo de las élites para hacer sonar los tambores de la guerra contra el estado ruso que dispone de armamento nuclear. Hay mucha evidencia de que Estados Unidos es el más peligroso estado sistemáticamente entrometido en los asuntos de otras naciones que la historia haya conocido.

Objetivo importante del imperialismo estadounidense ha sido procurar que sus ciudadanos se vean como colonizadores que valoren a las víctimas del establishment militar como salvajes dignos de ser masacrados, pero la trama para controlar el mundo que propone Kovalik se basa en una premisa diferente: el internacionalismo. El libro vincula la lucha contra el imperialismo yanqui con las necesidades de los oprimidos y la clase obrera que viven en el corazón del imperio, convirtiéndolo en una lectura esencial para aquellos que están enfermos y cansados de la narrativa prevaleciente del excepcionalismo y quieren estar armados con el conocimiento que es esencial para cambiarlo.

Fuente: Por Esto


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