Susana Gómez Nuño •  Opinión •  12/02/2019

Los medios de comunicación como instrumentos de manipulación de masas

Los medios de comunicación de masas nacen con el movimiento ilustrado y el liberalismo, y avanzan paralelamente a la industrialización, la democratización, el capitalismo y la vida urbana, utilizado las nuevas tecnologías para hacer llegar mensajes a un número ilimitado de receptores. Asimismo, no solo tienen la capacidad para distribuir mensajes y conocimientos, sino que otorgan a las élites una potente máquina de control social. Aunque esta posición se justifica a raíz del ascenso del totalitarismo en Europa, que utiliza los nuevos medios, radio y televisión, para manipular las conciencias mediante mensajes propagandísticos, no debemos olvidar que la manipulación mediática supeditada a intereses políticos surge y se mantiene en el paradigma democrático.

La preocupación por el poder social que ostentan los medios de comunicación de masas se basa en los diferentes tipos de control social que se ejercen sobre la sociedad por parte de grupos de poder, como la industria organizada o las instituciones políticas, para manejar al público mediante la propaganda. Sin embargo, esa manipulación, a diferencia de la utilizada por Hitler mediante la violencia organizada y la coerción de las masas, adopta nuevas formas, que minimizan la coerción directa y la intimidación, con el uso de la radio y la publicidad institucionalizada. Por un lado, se otorga al público un status quo social y económico, y por otro, se consiguen disminuir las facultades críticas y fomentar el conformismo social, a la vez que se deterioran el gusto estético y los estándares de la cultura popular en la población.

La visible capacidad de persuasión del medio radiofónico sobre el conjunto de la opinión pública quedó reflejada cuando Orson Welles retransmitió una adaptación, a modo de guion radiofónico, de la novela de ficción La Guerra de los mundosde H.G. Wells. Así pues, el 30 de octubre de 1938, parte de la población estadounidense entró en pánico al creer que estaban siendo víctimas de una invasión alienígena. A pesar de que se advirtió a los oyentes en la introducción del programa de que se trataba de una dramatización, “el realismo de las interpretaciones, junto con la ausencia de pausas publicitarias, hizo que gran parte de la audiencia identificara la emisión como un verdadero noticiario.”

Orson Welles
Orson Welles retransmitiendo una adaptación de la novela de ficción La Guerra de los mundosde H.G. Wells. en 1938

La reacción del público parecía referenciar a la teoría de la aguja hipodérmica, en la que se considera a las masas como un nuevo tipo de organización social en el que los individuos permanecen aislados, anónimos y atomizados, y se erigen en una audiencia pasiva e indefensa, y por tanto, fácilmente manipulable. Sin embargo, no debemos omitir el contexto, marcado por la Gran Depresión, de los hechos: en la cultura americana de la época abundaba la literatura de ciencia ficción en forma de aventuras protagonizadas por criaturas extraterrestres, y existía la presunción de vida inteligente en otros planetas. Además, la tensa situación internacional, que daría inicio a la Segunda Guerra Mundial poco después, alimentó la expectativa de una agresión enemiga que hizo creíble el ataque alienígena.

Este ejemplo reafirma los primeros postulados de la Mass Comunication Research, surgida en los años 20. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo aparecerán nuevos modelos teóricos de los media. De la manipulación de la teoría hipodérmica se pasa a la teoría psicológica-experimental que defiende la influencia de los medios mediante la persuasión. Más tarde, cobrarán importancia la teoría de los efectos limitados de Lazarsfeld, que añade a la influencia de los media, la de las relaciones sociales; la teoría funcionalista, que explica las funciones de las comunicaciones de masas en la sociedad, teniendo en cuenta contextos comunicativos cotidianos, en los que un exceso de información puede originar una “disfunción narcotizante” –se sustituye la participación activa por el conocimiento pasivo– y la teoría critica, identificada con la Escuela de Frankfurt, cuya tesis consiste en la sumisión y el control de las masas mediante la industria cultural, reproducida por los medios –cine, radio, prensa y televisión– que conforman un monopolio social vertebrado por el capital.

Jürgen Habermas
Jürgen Habermas nos propone la teoría de acción comunicación para paliar la manipulación mediática

Jürgen Habermas, eminente miembro de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt, nos advierte de la merma del potencial crítico que sufre la esfera pública, en tanto esta pasa a manos de la industria cultural y queda sujeta al poder del estado y del capital adscritos a la comunicación masiva, que hacen pasar por generales sus intereses particulares, sustrayéndose a la comunicación pública y orquestando la manipulación mediática de una población despolitizada, que ha visto menguada su capacidad para generar opinión en la esfera pública. Por eso, Habermas postula su teoría de acción comunicativa en el marco de una teoría de comunicación lingüística y critica la comunicación distorsionada procedente de las instituciones.

Los medios de comunicación
Los medios de comunicación supeditados a poderes políticos o intereses económicos se erigen como un instrumento de manipulación y control social

También Stuart Hall nos habla de la distorsión en la comunicación, en este caso referida al ámbito televisivo, en el que los contenidos producidos por las élites, aun entendidos en mayor o menor grado por las audiencias, tienen un efecto sobre las mismas. Entre los códigos utilizados por la televisión que propone Hall, debo remitirme al código profesional, relativamente autónomo, pero que en realidad opera dentro del código dominante, en tanto los profesionales, los periodistas, están vinculados a las élites. Nos encontramos, pues, con una reproducción ideológica que ocurre de forma inconsciente y pasa inadvertida para los espectadores, dado el tinte profesional que recubre la ideología transmitida. Podemos concluir que la televisión se erige en un aparato de control social. Superar ese control y ser conscientes de esa manipulación nos exige el uso del código oposicional, en el que el espectador descodifica el mensaje en el código dominante, pero luego lo resitúa en otro marco de referencia, de forma que la descodificación del mensaje es mucho más real, más crítica y más alejada de los intereses de las élites.

Un ejemplo que ilustra el poder de los medios televisivos es la fake news Operación Palace, dirigida y presentada por Jordi Évole y emitida por La Sexta en febrero de 2014, que cuestionaba la veracidad del golpe de estado del 23F, en tanto se descubría que este había sido un montaje para evitar una verdadera toma del poder por la fuerza. El uso de la excusa acerca de la imposibilidad de acceder a al sumario del juicio hasta que hubieran transcurrido 50 años desde el golpe y la figura de Évole como líder de opinión dotaron de credibilidad al audiovisual, cuya falsedad se desveló al final del mismo. Todo ello generó una gran polémica y provocó todo tipo de reacciones en los espectadores. Justamente, lo disparatado del fake legitimaba la falsedad de su propia condición y revelaba su verdadera finalidad: la denuncia social, en tanto “se desvela la hipocresía latente tras la supuesta sinceridad del realismo.”

Jordi Évole
Jordi Évole, periodista y presentador de Salvados, está considerado como un influyente líder de opinión

La fake news de Évole lleva una pregunta implícita que incita a la reflexión acerca de los medios de comunicación. Si el documental no era cierto, ¿podemos asegurar que lo que nos cuentan otras versiones sí lo es? Según Marc Amorós, una de las claves de las fake news es su extensiva y rápida propagación, y su credibilidad reside en un tema de gustos: “la mayoría nos las creemos porque nos gustan”. Parece claro que la falta de independencia económica de los medios, las líneas editoriales que siguen las ideologías de sus propietarios, la falta de rigor, la dictadura del clic y la falta de contraste de noticias son algunos de los elementos que favorecen la pérdida de confianza y de credibilidad de la sociedad en los medios de comunicación. “Si llegamos al punto en que no podemos confiar en las noticias, solo nos creeremos las que reafirmen nuestro pensamiento.”

La subversión de los medios de comunicación al capital nos hace intuir, tal y como nos advierte Armand Matterlart, que el saber y la creatividad han sido requisados por el capitalismo en el nombre de la sacrosanta competitividad, generando una ausencia de espíritu crítico, de reflexividad y de autonomía intelectual, y fomentando una mayor desigualdad social. El sociólogo belga es consciente de que, con el advenimiento de la sociedad de la información, el prometedor poder emancipador de las nuevas tecnologías es utilizado tan solo en beneficio de las élites capitalistas y sus intereses, en detrimento de su aplicación a la sociedad para mejorarla, por lo que defiende una democratización real de la comunicación mediante acciones colectivas protagonizadas por los nuevos movimientos sociales.

En conclusión, ante el bombardeo continuo de información al que nos vemos sometidos diariamente y la dificultad de discernir sobre la veracidad de las noticias publicadas por los medios de comunicación de masas, sería conveniente cuestionarnos todo lo que nos cuentan y recurrir a la propuesta de Matterlart que aboga por cotejar y encontrar la información que puede sernos útil para llevar a cabo una transformación social, además de hacer uso de la literacidad crítica para ser capaces de identificar las ideologías adscritas a las informaciones que nos llegan y evitar ser manipulados.

Fuente: https://nuevarevolucion.es/los-medios-de-comunicacion-como-instrumentos-de-manipulacion-de-masas/


Opinión /