José Antonio Medina Ibáñez •  Opinión •  06/02/2019

Democracia con botas de soldados

Democracia con botas de soldados

No parece sensato que un Gobierno apuntale su solidez democrática con las botas de sus soldados.

Esta demostración de fuerza de Nicolás Maduro solo ha servido para especular, aún más, el escaso fondo que queda de lo que hasta hoy día sigue sin concretarse: el socialismo del siglo xxi.

Del perfil dictatorial adjudicado al chavismo, aunque en Venezuela se hayan realizado 19 elecciones entre 2004 y 2018 y, 6 desde que llegó Maduro en 2013, se ha fortalecido con  las imprudentes respuestas del presidente venezolano al periodista español Jordi Évole, manifestando, sin rubor alguno, que el pueblo se está armando y organizándose en unidades de defensa o combate (50 mil) compuestas por dos millones de milicianos, cada una comandada por un sargento, para una eventual invasión del imperio, o para defender la revolución. Maduro la llama la Guerra de Todo el Pueblo.

Se refería Maduro a las patrullas laborales, territoriales, escolares, electorales, los consejos comunales y, los comités de salud que Chávez creó en 2009 para detectar a los inmovilizados políticamente, y controlar y conocer a los movilizados y leales al partido y gobierno.

Pero ahora Maduro les ha encomendado un objetivo diferente al de crear más cultura política y ganar más simpatizantes; ahora se trata de defender el proceso a través de esas guardias que, como también señaló Maduro, tienen formación militar.

Sin duda era iluso pensar que un líder político como Maduro hiciera caso a los 8 días de plazo, establecidos por  Unión Europea (UE) y por una España empeñada en ser referencia del continente donde las grandes decisiones se toman en EEUU, China o Rusia.

Maduro se ha convertido en el malo de la película por sus mismos esfuerzos y, también principalmente por los de la OEA, Obama, Trump, la UE, Mercosur y el grupo Lima, entre otros actores.

Sin embargo lo que importa al mundo es qué va a suceder en Venezuela; si esta vez son serias las amenazas de todos los nombrados y, si Maduro tendrá la temeridad de mantener la negativa de realizar unas elecciones organizadas bajo supervisión y con nuevos observadores internacionales, entre ellos la OEA, además de los acompañantes como los del Consejo de Expertos Electorales de Latinoamérica (CEELA), la Delegación de observación y acompañamiento internacional de la Federación Rusa, Angola, Etiopía, Mali, Mozambique, Palestina, República Dominicana, Sudáfrica, Suriname y,  el mismo José Luís Rodríguez Zapatero, presentes en las de 2018, todos – con la excepción de la OEA -desacreditados como Observadores puesto que esa figura no existe en Venezuela, siendo sustituida por la de Acompañantes con capacidad de entregar su informe al poder electoral venezolano (Consejo Nacional Electoral), lo que neutraliza el dar o quitar reconocimiento a los procesos electorales; la ONU y el Parlamento Europeo rechazaron las invitaciones.

El descrédito mundial, la falta de capacidad de gestión, un presidente como muchos del mundo, mediocre, la enorme crisis y la ciclópea presión mundial, dejan pocas alternativas de continuidad a un régimen tal y como se le conoce hoy.

De persistir en quedarse como hombre fuerte, Maduro sabe que esa confrontación civil es muy posible y que cargaría en sus espaldas ese enorme peso, además enfrentaría a todos los venezolanos a un destino de abandono internacional como el sufrido por Cuba, y Venezuela no es una isla, tiene la mayor reserva de petróleo del mundo, 31.9 millones de habitantes acostumbrados a vivir con los gustos occidentales; de ellos 20.5 millones tienen capacidad de voto pero sólo 9.3 lo hicieron en mayo de 2018, es decir, que más de 11 millones de venezolanos rechazaron el sistema de Maduro, ¡un 54% de ciudadanos rechazando la continuidad bolivariana!, un hecho que derrumba su teoría de la  Guerra de Todo el Pueblo.

Maduro ha menospreciado a la oposición venezolana porque ella misma ha estado enfrentada entre sí, pero otra cosa es la comunidad internacional más poderosa del mundo; así que si al presidente sólo le importaba ganar elecciones, ahora eso no tiene validez.

A la larga la no asistencia de la oposición a las elecciones está teniendo el resultado esperado: Todos contra el socialismo del siglo xxi, todos contra un presidente que no conoce las fronteras entre esa innovación política y el socialismo del siglo xvii, todos contra un proceso empeñado en alargar su caída porque si sucediera, otros resultarían dañados, y otros verían comprometidas sus estrategias de influencia en Latinoamérica.

No obstante, nadie sabe cuándo se marchará, muchos creen que si llega la ayuda humanitaria se abrirán todas las puertas, con puentes de plata, para su caída.

El presidente  venezolano ha pecado de tanta falta de gestión y conocimiento que no le queda rescoldo para disimular su precaria talla política, reiterada en una entrevista con la periodista María Elvira Salazar, cuando ésta le aseguraba a Maduro que había 5 millones (la ONU habla de 2.3),  de venezolanos huidos del país y aquél le decía que no, que eran unos 500 o 600 mil. Esos patinazos no los puede cometer un hombre que ama tanto a su pueblo.

*José Antonio Medina Ibáñez

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