Misión Verdad •  Opinión •  23/01/2019

Guarimbas y cabildos abiertos en el oeste de Caracas: una conexión insurreccional

Guarimbas y cabildos abiertos en el oeste de Caracas: una conexión insurreccional

Uno de los principales puntos débiles que ha tenido la oposición a lo largo de estos años ha sido su falta de participación y convocatoria en zonas populares, donde la vulnerabilidad social es mayor que en otros territorios de Venezuela. Ese vínculo no existe por órdenes de clase y poca audacia política para crear un programa que incluyera a los históricamente excluidos, cuestión de la que el chavismo es bandera ya que forma parte de esa misma extracción, y por lo tanto sus concepciones y usos de la política se alimentan de ese telurismo societario.

Juan Guaidó, miembro de Voluntad Popular, un partido-laboratorio que hoy capitanea la Asamblea Nacional (AN), por su lugar de nacimiento y color de piel representa una grieta de la cual adolecía la oposición, caracterizada por tener caras, discursos e intereses muy distantes de lo que efectivamente simboliza su contendiente: el chavismo como sujeto político y social. El actual presidente del Parlamento es el que debe dar la cara, ante las ausencias de Leopoldo López y Freddy Guevara, justamente en un momento donde algunos focos de violencia financiada comienzan a penetrar en territorios populosos y barriadas.

Las revoluciones de color de 2014 y 2017 nunca lograron activar a la población en aquellas zonas donde más les convendría al antichavismo, salvo por episodios selectivos en los que se manifestaron incluso técnicas de terrorismo como el incendio de hospitales con pacientes adentro en El Valle, Caracas, y otras regiones de Venezuela. Los focos de violencia generalmente fueron neutralizados de manera casi rápida; en las barricadas de la avenida Páez, en El Paraíso, Caracas, nunca se manifestó que «los cerros bajaron», por resaltar un ejemplo.

Pero en la noche del lunes 21 de enero se registraron pequeñas barricadas incendiadas, disparos, cacerolas, en lo que parecieron ser focos de violencia insurreccional, mejor conocidas como guarimbas, en diferentes zonas que no pudieron nunca ser objeto de convocatoria política en favor de la oposición. Aunque a través de las redes sociales y los medios habituales a darles un carácter espontáneo y popular, fueron claramente activadas en simultáneo, no duraron más que un par de horas en la mayorías de los puntos donde se encontraban, y tuvieron una cobertura con una misma línea argumental a la de las directrices del gobierno de los Estados Unidos y la AN.

El interés de tener el mapa encendido, allí donde generalmente no tienen apoyo este tipo de acciones beligerantes, se manifiesta en la poca audacia por generar una narrativa donde se dé por supuesto de que el «rechazo a la dictadura de Maduro» es generalizada. Sin embargo, el este de Caracas -un ejemplo bastante descriptivo de lo artificioso de los sucesos- se mantuvo en silencio.

Las protestas se vincularon a la matriz de ilegitimidad del presidente Maduro en su cargo, y a la «usurpación» como principal artificio jurídico donde no la hay. Al mismo tiempo, se atacaron infraestructuras de instituciones públicas: los actores de las guarimbas quemaron la casa cultural Robert Serra, un galpón de PDVAL y el módulo de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) en Puerta Caracas, La Pastora.

Estas manifestaciones de violencia contra los símbolos del chavismo siguen el patrón usado en las anteriores y fallidas revoluciones de color, marcando desde el comienzo que uno de los objetivos concretos de la guerra contra Venezuela es el exterminio de todo lo vinculado a la Revolución Bolivariana.

Pero, como se ha hecho evidente en los múltiples intentos de golpe de Estado en los últimos lustros, la dirigencia antichavista no cuenta con el respaldo de la mayoría de la población venezolana, sobre todo la identificada con el chavismo, que pudiera surgir como ejército de reserva en el caso de una insurrección planificada en los centros urbanos y rurales más populares. Allí la importancia de activar nuevos espacios que pudieran ayudar a endurecer el contexto nacional en medio de una serie de jugadas a lo internacional que desconoce el gobierno de Maduro y apoya abiertamente a la directiva ejecutiva de la AN.

Qué son y para qué sirven los cabildos abiertos

En este contexto, entra en escena la figura de los cabildos abiertos, «medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político», según el artículo 70 de la Constitución.

Luego de los fraudes y fracasos que la dirigencia política de la oposición ha obtenido producto de sus intentos por derrocar al gobierno venezolano, la movilización antichavista ha sido cada vez menos frecuente hasta el punto de que, en todo 2018, el conflicto político terminó por dirimirse a través de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y, posteriormente, en las elecciones presidenciales de mayo, ambas instancias desconocidas para los actores del cambio de régimen.

Por ello, la figura de los cabildos abiertos ha sido usada como un recurso simbólico-histórico junto con la fecha 23 de enero.

El 23 de enero es una fecha especialmente recordada por el puntofijismo como el fin de una era (la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, hoy emparentada de manera interesada con el gobierno de Nicolás Maduro) y el comienzo de otra. Es un símbolo al que ya recurrieron en años pasados, pero esta vez en un contexto de mayor asedio internacional, con el apoyo duro de Washington a un «gobierno de transición» encabezado por la AN.

El factor popular ciertamente se les escapa de las manos, pero los cabildos abiertos que han convocado los diputados opositores son usados como forma de pregonar el apoyo a la insurrección y el golpe de Estado a parte de la población tradicionalmente antichavista y susceptible de adherirse a una agenda sediciosa y violenta.

Se venden los cabildos abiertos, plataformas de consignas y de promoción de políticos opositores, como una vinculación directa entre el ciudadano y los diputados que prometen el cambio de régimen a como dé lugar. Son espacios para medir y expandir la debilitada capacidad de arrastre y difusión, en clara convocatoria al golpe de Estado. Son actividades para acumular fuerzas con miras al escenario proyectado para este 23 de enero y los días siguientes.

Según la Constitución, incluso tienen un carácter vinculante, siempre y cuando, como lo aclara la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, sean convocados por el Concejo Municipal, «las juntas parroquiales por acuerdo de la mayoría de sus integrantes», el «alcalde o alcaldesa» y «los ciudadanos y ciudadanas» (art. 261), lo cual en los hechos no sucede. Pero además puntualiza dicha ley orgánica que serán vinculantes las decisiones de los cabildos abiertos si son «sobre asuntos atinentes a su ámbito espacial y sin perjuicio de lo establecido en la legislación respectiva» (art. 262), siendo así meros artefactos retóricos, bombas de humo, para la movilización del antichavismo.

Enjambre y conflicto armado

Esa es la razón por la que los cabildos se pretenden organizados en forma de enjambre, de manera descentralizada y autónoma, con mucho apoyo en las redes sociales para la difusión de su mensaje y el encuentro de activistas (medios tradicionales, ONGs, asociaciones civiles, influencers, etc.). Debido a que se busca una adhesión por parte de la población de su agenda a través de la activación por municipios, la AN recurrió a un recurso susceptible de conectarse con el ejército de reserva que anhelan en los barrios y campos venezolanos como agentes de la insurrección, como se observa con los últimos ensayos de guarimba. 

No en balde se mostró el cabildo en Caricuao el pasado 19 de enero como un ejercicio popular y de organización política «contra la dictadura», haciendo hincapié en el espectro de clase que antes no lograban convocar y exaltando la figura «presidenciable» de Juan Guaidó. De hecho, las actividades que convoca el Parlamento se dan, como redacta una periodista de El Estímulo, «con el ímpetu que recuerda un poco al ánimo de mediados de 2017», en referencia a los grupos insurreccionales que crearon caos y destrucción de vida y propiedad pública en varias regiones de Venezuela.

Cómo y hacia dónde se canaliza la convocatoria y presencia de los cabildos abiertos, es una pregunta que se hace la mayoría de los seguidores de la oposición. Sin embargo, la conexión territorial que hay entre las instalaciones de dichos cabildos con los focos guarimberos del lunes 21 de enero sugiere que podrían ocurrir sucesos de violencia y conmoción disfrazados mediáticamente de represión estatal, tal como dicta el manual de años y escenarios anteriores. Lo importante para la oposición es mantener una agitación callejera que pudiera ser aprovechable para los fines propagandísticos del «gobierno de transición» de la AN, muy al estilo libio en 2011.

Todas las acciones en Venezuela por parte del antichavismo tendrían su correlación con los migrantes venezolanos en el exterior, donde ya tienen puntos de encuentro a manera de cabildos en apoyo al «gobierno de transición» que lidera VP en estos momentos. Es en la arena internacional donde se toman todas las decisiones, con la Casa Blanca de principal portavoz en «apoyo al pueblo de Venezuela».

El cálculo de los jefes de Guaidó se sintetiza en enfrentar a la población venezolana en las calles (para ello la convocatoria de los cabildos) y terminar de instalar un consejo de transición liderado por la AN que gestione una correlación de acciones con los poderes institucionales de los Estados Unidos (Washington) para presionar aún más al Estado venezolano en busca de su destrucción, mientras se prepara el terreno para un conflicto armado. Es el escenario pensado, lo que no quiere decir que vaya a ocurrir à la lettre, pues los organismos de seguridad e inteligencia ya pudieron dar a conocer algunos detalles del plan.

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