Douglas Calvo Gaínza •  Opinión •  08/12/2018

Jamal Khashoggi y el triunfo de Mr. Hyde.

De un modo u otro, sea que la monarquía saudí se halle o no tras el homicidio en la embajada, como quiera el caso llama la atención del orbe entero sobre un Estado restrictivo de los derechos humanos, sin política plural, con un rey por derecho Divino, con policía religiosa, aplicando castigosmedievales a la ciudadanía y promoviendo la violencia internacional en Siria y Yemen, el cual, al parecer – aunque habrá que esperar resultados finales – se ha vengado de un ciudadano suyo capaz de ejercer la libertad de expresión en tierra ajena.

No sé si hubo o no tal venganza política. Si existió, entonces es imposible separar esa fechoría del papel de Riad como promotor del salafismo, fe sectaria que ha engendrado hijos tan simpáticos como Al-Qaeda & Co. Pues el malhadado periodista era un crítico acerbo del extremismo wahabita en su país, y promotor de un Islam temperante y modernizado. Ése que tanto necesita hoy el mundo.

Triunfaba en él, pues, mientras vivió, la cara hermosa de la fe musulmana, el aspecto humanista de esa religión mundial, al que llamaremos “el Dr. Jekyll”, por su talante positivo y benévolo. Ése que proclama:

“Dispusimos para los Hijos de Israel que, quien matara a un ser humano sin que éste hubiera cometido un crimen o hubiera corrompido en la Tierra, fuese considerado como quien mata a toda la humanidad, y quien le salvase, como quien salva a toda la humanidad”

(Corán, Sura 5, Parte 6, Aleya 32)

A este Islam se le debe tanto en Occidente, que no hay modo de pagar esa deuda. Por sólo citar a un escritor de altura, aludo a Blasco Ibáñez quien en su “Catedral”, atribuye así la grandeza de España a los árabes:

“El principio de la libertad religiosa, eterno cimiento de las grandes nacionalidades, iba con ellos. (…) Con ellos también la numeración decimal, el álgebra, la alquimia, la química, la medicina, la cosmología y la poesía rimada. Los filósofos griegos, próximos a desaparecer en el olvido, se salvaban siguiendo al árabe invasor en sus conquistas.”[1]

Y hay que agradecerles desde el café o el azúcar, hasta el añorante “¡Ojalá…!” Sí, ¡ojalá fuera hoy tal credo, esa fuerza aglutinadora y progresista que antes fue!

Pero el Dr. Jekyll tiene su Mr. Hyde, tal y como toda luz posee negras sombras. Y el monstruo en el cual se ha transmutado el antiguo bienhechor es, ni más ni menos, el fundamentalismo islámico, cuyo fanatismo no es nuevo, sino que ha venido plagando al mundo desde hace varios siglos, y que es propugnado a capa y espada por la misma monarquía a la que hoy se acusa por el caso Khashoggi. Ignoro si de verdad lo hicieron, pero su promoción del salafismo ya es un delito suficiente.

Ésa es la fe que trasplanta, sin ninguna transición lógica, la cultura e ideología del Medio Oriente en los años 570-632 de la era cristiana, a cualquier entorno global, poniendo como modelo impecable los métodos de los guerreros beduinos, y las prácticas o costumbres de los clanes arábigos, desafiando toda modernidad. Y eso es imposible per se. Ya que nunca los frutos de una cultura dada (y el Islam es, originalmente, un producto cultural, más allá de su indudable universalidad) pueden ser aplicables a cualquier contexto.

No es posible imponer un solo estándar – nacido en un tiempo y espacio determinados – a todos los individuos del orbe, cual panacea globalizadora. Por ejemplo, es comprensible dentro de su entorno específico – la Arabia feudal -, que Mohammed haya consumado su compromiso matrimonial con Aisha siendo él un hombre ya anciano y ella una niña menor de diez años, por lo cual sería absurdo – e injusto – acusarlo según los cánones occidentales[2]; pero hoy, el consenso mundial fijado en los Derechos del Niño censuraría mayoritariamente ese acto. Que ello en un tiempo y lugar determinados haya sido algo admisible, se comprende; que aquel arcaico código moral árabe y sus usos puedan imponerse como criterio ético universalmente mandatorio por los siglos venideros, es impensable. ¿Podrán aceptar como único héroe fundacional válido a Mohammed los mansos yoguis de la India, los abstraídos taoístas chinos o meditadores Zen, y los monógamos Amish? Imposible. Pues cualquier cultura/religión absoluta e ilimitable es mera utopía.

Afortunadamente, hay un progreso y éste es pluralista por naturaleza. Pero al pagar millones por expandir la aceptación acrítica de un solo credo nacido en las arenas del oriente medieval, la realeza saudí propugna ese empobrecimiento ético de la humanidad entera, que no ha de ser tolerado. Máxime cuando no hay inocencia en la prédica, pues ese Islam retrógrado  es hoy tan usado por esas noblezas orientales para justificar divinamente sus lujos multimillonarios, como lo fue antaño el catolicismo medieval por la aristocracia europea. Y por su índole clasista, el wahabismo es, como doctrina, reaccionario, e incapaz de concebir una “Teología Islámica de la Liberación”, ya que los musulmanes modernistas tiemblan ante el puñal, bajo el peso de esa fuerza inmovilista y que se opone al progreso como un todo.

Es éste, repito, el gran peligro que se encierra tras la muerte del periodista: la impunidad no de un gobierno por supuestamente matar a un ciudadano – si es que de veras la monarquía está tras el delito -, sino de una ideología anti-progreso, que es propugnada a capa y espada por la élite de Riad, y ya ha llegado a asesinar por doquier a miles de personas, amenazando con más.

Nótese que la víctima es musulmana, como la gran mayoría de los sufrientes bajo ataques extremistas en Argelia, Siria, etc. El conflicto Dr. Jekyll/Mr. Hyde no es tanto uno entre “occidente cristiano” y “oriente mahometano” sino uno en el propio seno del Islam, entre buen Islam e Islam pervertido. Donde el laboratorio que engendra al ogro se halla, esencialmente, en madrazas saudíes. Y hay que oponerse, para que el pobre doctor no termine suicidándose.

A veces en las izquierdas se teme a reprender al islamismo radical, por diversos motivos. Fundamentalmente por temor a colocarse en el mismo bando que los imperios modernos (USA, Inglaterra, etc.). Pero las posiciones ideológicas no son siempre tan claras. Por ejemplo, sin detenernos en la cuestión palestina, sí hay una faceta anti-judía (desde la propia Edad Media) en el Islam; y recuérdese cómo en un solo linchamiento, el de Granada, los árabes mataron a 4000 judíos en un día. Sólo los nazis los superaron. Y con ellos, curiosamente, ha habido una tradicional empatía por parte de diversos círculos extremistas musulmanes, promotores de la negación a ultranza del Holocausto. Baste recordar a los políticos iraquíes colaborando con Rommel; o a Al-Husseini, Muftí de Jerusalén, admirador de Mussolini y del Führer, propagandista de Himmler[3]. ¿La simpatía con la causa palestina o la ideología socialista implicarán callarse ante esas tendencias?

Quizás también muchos callen por miedo a sufrir el mismo destino que Theo Van Gogh, apuñalado en plena calle neerlandesa por criticar a los yihadistas. Sin dudas, asusta enfrentar una ideología tan agresiva, donde un diario que publica caricaturas ridiculizando por igual a todo el mundo – Iglesias, políticos, etc. – se ve atacado a hachazos cuando se mete con Mohammed. Como sea, el Mr. Hyde salafita apresa cada vez más al no-musulmán o al islámico liberal en los lazos del terror a expresarse libremente. Y no se le debe permitir. Pues es ese Hyde culpable de tantos crímenes atroces que no se los puede enumerar, ya que ha resucitado cada uno de los viejos pecados históricos de esa gran religión, incluyendo los ya superados en ella[4]. Y ello, sólo para magnificarlos y establecerlos como sistema, cual tozudo empeño por negar todo lo valioso en la propia fe, y condensar sólidamente en un solo método estándar cada posible tara o error de ésta, motivado por el contexto socio-histórico en que surgió.

Por ejemplo, entre las deficiencias atávicas del Islam (justificables contextualmente), que enfatizan hoy sin criticismo alguno los extremistas salafitas, se halla el carácter divisivo de la especie humana[5]; las lesiones a derechos reconocidos (como la pena de muerte ocasional por apostasía bajo regímenes de Sharia);  el expansionismo beligerante[6] o la promoción del suicidio religioso. Pues lamentablemente, de las grandes religiones monoteístas, la musulmana es la única que en su propio Libro Sagrado alienta a la inmolación suicida por Alá[7], y lleva utilizando el recurso a los Kamikaze desde mucho antes del famoso “Viejo de la Montaña”  (experto en lavar el cerebro a los “Hashashin”). Es un instinto primitivo, heredado de un ambiente originario donde la vida nada valía, y no se conocía la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. De ahí que no sean insólitas entre los conservadores de esa religiosidad las santas venganzas[8], que incluyen como cosa normal el que un líder mundial, el Ayatola Khomeini, haya ofrecido millones de dólares por el asesinato de Rushdie, tras los “Versos satánicos”. ¿Por qué nadie esperará eso del Dalai Lama o del Patriarca de Constantinopla?

Válida la cólera mundial ante aquel pastor evangélico que quemó públicamente el Corán; insólito el silencio complaciente ante tantos libros religiosos de otras fes quemados en todas las épocas por muchos de los más exaltados seguidores del Islam.  Y le siguen las estatuas de Gauthama dinamitadas en Afganistán; las quemas de iglesias; los ataques a colegios al estilo de Al-Shabaab versus la Universidad de Garissa en Kenia, o de la primaria en Beslan, destrozada por esos mismos chechenos que vuelan edificios y asaltan teatros o metros en Rusia.

Detrás de todo eso, una raíz salafita; una influencia saudí… Aunque no exclusivamente; pues la intolerancia islamista ha conllevado desde centurias atrás a genocidios que han traído miles y miles de muertos a lo largo de la Historia, lo mismo desde el período de Mahmud Al-Gazny en la India ue bajo los otomanos, quienes perpetraron el crimen masivo de más de un millón de armenios decapitados, enterrados vivos, etc., entre 1915-1917, por sólo evocar un ejemplo estremecedor[9]. Es el típico resultado de religión fanática unida a poder político, no exclusivo de los musulmanes. Que todo eso se perpetrara siglos atrás, puede entenderse. Pero, ¿qué se predique hoy, 2018, su validez…?

Pero eso es sólo parte de la saga musulmana, que incluye páginas tan hermosas cuales la del Califato de Córdoba, la Alhambra, nuestro mudéjar, el misticismo generoso de Al-Bisṭāmī  o   Al-Ḥallāj, la gnosis excelsa de Ibn al-‘Arabī y la erudita filosofía crítica de Averroes. Empero, todo eso es negado sistemáticamente por ese conglomerado de sectas totalitarias, empeñadas en desechar todo lo positivo en su propia tradición, y reencarnar sólo las viejas tendencias violentas, auxiliadas ideológicamente por un gran promotor: Arabia Saudí, de cuyo sectarismo muy posiblemente haya emanado el reciente asesinato de Khashoggi, adepto de ese Islam bueno que bellamente exhorta por boca del sublime Rumí:

“No todo el que muere en batalla

Es un santo mártir.

Muere dentro de la vida, y sigue viviendo.

Mata a la parte animal con tu espada,

El cuerpo es tu espada.

(…)

Cuando esa parte muera, y se vacíe completamente

Dios ocupará su lugar.

Entonces tu único alimento, será el Amor Divino.”

Hoy, ese Islam bondadoso ha sufrido una baja sensible en el periodista asesinado. Pero nótese que más que a un individuo particular, el crimen se dirige contra el principio mismo de la libertad de expresión. Mr. Hyde quiere ahogar a una idea: la del ser humano libre y con reflexión – incluso musulmán -, que escoge su propio camino y no el impuesto por ninguna autoridad. Así que hoy, más que a los políticos (Ahmad Asiry o quién sea) que ordenaron tal homicidio, es a otra idea (encarnada, eso sí, en un régimen) a la que hay que combatir: la fundamentalista-islamista, que propugnan los saudíes.

Pues el extremismo islámico es, sin dudas, un cáncer para toda la humanidad (y aquí se incluye a la propia civilización musulmana). En su seno se esconden tendencias maléficas, heredadas de eras oscuras, y que hoy se expanden por doquier cual la hiedra, debido en gran medida al oro saudita. Si se protesta contra el crimen singular, pero se guarda mutismo ante el crimen ideológico, se abre la puerta a un mundo futuro donde toda libertad sea exiliada, y reine el máximo despotismo en el nombre de una sola versión de Allah – que no la única, por suerte. Pues para ello se han multiplicado, junto a los sunitas, los yazidíes, nuzayríes, zaydíes, neo-ismailíes, alauitas, drusos…-

Jamal Khashoggi es, pues, una señal de alerta. Lo mismo que escribíamos en un artículo del 2015[10],  lo respaldamos hoy:

“El Islamismo actual representa una fuerza quizás más peligrosa que la encarnada en Hitler, pues a diferencia del nacionalsocialismo alemán con su elitismo europeo, posee un gran arraigo en masas populares árabes y africanas, enfebrecidas por el pasado colonialista, y enrabiadas contra la tradición cultural típicamente racista del eurocentrismo (…) sólo la solidaridad de los individuos y pueblos podrá impedir que el Homo Sapiens se extinga en cuanto a derechos humanos, cultura inclusiva y libertad intelectual, tres elementos que no caben en el programa Islamista.”

Y en Occidente, por igual, todos los pensadores deben unirse ante una corriente estática, uxoricida, belicosa, sectaria y opresiva. Da igual la ideología preconizada, cuando amenaza un supresor de todas las ideologías.

Así que ayudemos a evitar que Jekyll se suicide, y también a que no se convierta definitivamente en Hyde, sino que triunfe el noble sueño así cantado por los musulmanes alevíes:

Nuestro enemigo es el odio

Nosotros no odiamos a nadie

Aunque por desdicha, el camino hacia ese despertar universal se halle sembrado de cadáveres respetables, como el de Jamal Khashoggi.

(17/11/2018).

 

[1] Vicente Blasco Ibáñez. La Catedral. La Habana, Arte y Literatura, 1986, p. 171-174.

[2] Esto pierde de vista las costumbres del medio donde vivió el profeta árabe (cf. Karen Armstrong, Muhammad: Prophet for Our Time, HarperPress, 2006, p.167). Y sobre las profecías que lo alentaron a desposar a la mujer de su hijo adoptivo (Sura Al-Ahzab 33:37), se sabe que una persona en éxtasis – sea un derviche o un estigmatizado – no puede ser evaluada como del todo fría y racional en sus actos.

[3] Aunque, ¿por qué obviar al oficial nazi Al-Qawuqji saboteando para Hitler en Palestina; o a los islamistas integrando a mares las filas de las SS, fuera en la Legión de Azerbaiyán (que ayudó a sofocar el levantamiento del Gueto de Varsovia) entre los SS Bosnios de la 1a y 2a División Croata (que ayudaron en el genocidio anti-serbio de los Balcanes) o en la División Albana (que ayudó al gaseado de judíos “infieles” en Bergen-Belsen)?

[4] Como el esclavismo practicado masivamente desde los orígenes mismos de esa creencia. (Y que conste que la musulmana no era precisamente una esclavitud “suave”. ¿Qué hombre ama ser castrado para servir en algún harem…?) Pues bien, hoy es reivindicado por grupos extremistas ilegalizados.

[5] El Corán mismo a veces prohíbe hacer amistad con los no creyentes (3.28; 4.89; 4.144; 5.80-81; 5.51; 5.57). Única unión armoniosa posible para la humanidad: conversión universal a una sola fe.

[6] Las monstruosas Cruzadas estaban, de hecho, devolviendo el primer golpe, nacido de la ola guerrerista que arrasó sangrientamente con casi todo el orbe feudal imponiendo a menudo, la conversión mediante la coacción económica del tributo. Nada de un éxito al estilo de la Sangha de Buda, erigida sobre la no-violencia. Quizás de no ser por guerreros como Martel o Juan Hunyadi, hoy no existirían en occidente ni feminismos ni liberalismos, ni ningún “ismo”, sino sólo disputas entre Hanbalíes y Hanafíes.

[7] Corán 2.154; 3:157; 62: 6; 4.66.

[8] Principiadas, quizás, en tiempos cuando el propio Profeta ordenaba la ejecución de ʻAṣmāʼ bint Marwān (la dama que lo ridiculizara públicamente), o la decapitación de todos los presos de la tribu de los Banu Qurayza después que se rindieron, entre 600-900 prisioneros, incluyendo a una mujer (Sunan Abu Dawud 14:2665). ¿Un método feudal beduino? Es comprensible. Pero no un modelo ético global para el siglo XXI.

[9] Obviando los últimos años y limitándonos a siglos pretéritos, las barbaries han sido incontables: la liquidación por decenas o centenares de coptos egipcios, o de católicos en Córdoba; el linchamiento de un Patriarca ecuménico; la masacre de unos 25.000 cristianos asirios en 1895; de unos 10.000 creyentes nestorianos en Bader Khan…  No, el famoso “Estado Islámico” no ha inventado nada. Nihil novum sub sole.

[10] ESPAÑA 1939 – SIRIA 2015. ¿”No pasarán”? http://www.momarandu.com/amanoticias.php?a=6&b=0&c=146519.

 


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