Narciso Isa Conde •  Opinión •  31/10/2018

El lumpen-imperialismo y su crisis de decadencia

El capitalismo imperialista de estos tiempos, sobretodo en su expresión occidental, se ha transnacionalizado en alto grado, se ha tornado más especulativo y ha militarizado su economía y su poder como nunca antes.

Explota y súper-explota en niveles superiores, intensifica su dinámica de generar riquezas empobreciendo a la humanidad y al planeta, depreda territorios sin reparos en consecuencias presentes y futuras.

Somete más férreamente sus dependencias periféricas, excluye sin contemplaciones, aliena con enorme intensidad y concentra poder y opulencia en grado extremo.

En ese tenor ha conformado un inmenso sistema de comunicación y fabricación de ideología para imponer una dictadura de la información, la desinformación y la mentira.

Su complejo militar industrial se ha transformado complejo-militar-financiero que hace la guerra como negocio sin fronteras y como medio de conquista de territorios de valor geoestratégico y grandes reservas naturales vitales para superar sus carencias y prolongar su existencia dispendiosa.

Más que antes cuentan las ganancias del capital privado altamente concentrado y no las exigencias de la humanidad, creando a la vez necesidades superfluas y artificiales hasta imponer un consumismo derrochador en todas las vertientes de la vida en sociedad.

La minería extractiva, las industrias farmacéuticas, el negocio energético, la producción y el comercio de armas, el negocio de estupefacientes, el comercio de seres humanos y órganos constituyen realidades y amenazas ominosas contra la vida en sociedad.

Su impronta privatizadora y su apropiación con fines de lucro de todos los adelantos de la técnica y de la ciencia no tiene límites.

La incorporación a su sistema de dominación y a sus mecanismos de ganancias y enriquecimiento de todas las prácticas delictivas y todas las opresiones y discriminaciones (racismo, machismo, adulto-centrismo…) conforma al interior de los Estados y en sus relaciones con el poder empresarial privado, mecanismos mafiosos con prácticas aberrantes en su constante accionar y tendencia al imperio de situaciones caóticas.

El capitalismo actual ha devenido así en un lumpen-capitalismo y el imperialismo en un lumpen-imperialismo.

El sistema capitalista mundial en su conjunto exhibe todas estas lacras al tiempo que se fracciona en diferentes centros distribuidos en el Hemisferio Occidental y el Oriental, unos más decadentes (EEUU, UNIÓN EUROPEA y JAPÓN) otros menos, unos con más tradición y otros reciente emergencia (CHINA, INDIA, RUSIA BRASIL…), operando con ciertos niveles de enfrentamiento.

  • Características de su crisis.

En buena medida las características del capitalismo imperialista actual y de sus expresiones dominantes determinan la evolución y modalidades de su crisis en tiempos presentes y de cara al futuro.

EEUU, centro del imperialismo occidental, está sufriendo una crisis profunda y recurrente; y el sistema capitalista en su conjunto está inmerso en la peor y más peligrosa crisis de su historia.

Es evidente que esta no es una de las tantas crisis cíclicas de sobre-producción, menos aun una crisis exclusivamente financiera o económica, como se ha dicho y como por momentos se manifiesta.

Es algo de mayor profundidad, extensión y gravedad.

Es una crisis diferente a las anteriores. Incluso distinta a las pasadas crisis estructurales o sistémicas.

Es una mega crisis crónica del capitalismo imperialista como sistema de dominación.

Una crisis múltiple e integral: económica, financiera, de sobreproducción y sub-producción, político-institucional, militar, medio-ambiental, alimentaria, urbanística, moral….

Ella estuvo precedida de la crisis estructural del capitalismo central de finales del siglo pasado (sobreproducción, baja de las ganancias, escasez a plazos imperiosos de petróleo, agua y recursos naturales estratégicos, límites de los mercados conquistados, baja tasa de ganancia…), la cual fue abordada desde la lógica de la restructuración neoliberal y la nueva guerra de conquista («guerra global anti-terrorista»).

Al paso de los años la restructuración neoliberal y los cambios tecno-científicos, que a final de siglo XX apuntaron hacia la introducción del patrón micro-electrónico, informático, robótico, biotecnológico… y hacia las privatizaciones, desregulaciones, áreas de «libre comercio», «libre flujo de capitales», financierización del sistema, desmonte del rol social del Estado, guerras para conquista de territorios con grandes reservas naturales, carta abierta al saqueo a cargo de sus corporaciones… han convertido la crisis estructural sistemática del capitalismo de finales del siglo XX en esta «multi-mega-crisis crónica» en expansión.

En EEUU su crisis estructural crónica reventó en el 2008 con expresiones agudas en el campo financiero y de bienes raíces.

La cúpula del poder estadounidense y la Administración Obama trataron de revertirla a través de un enorme endeudamiento público, y ésta rebrotó en ese mismo escenario (con expresiones aun mas graves) después de extenderse al Norte de África y a Europa (Egipto, Túnez, Yemen, Islandia, Irlanda, Portugal, Grecia, España, Italia e Inglaterra…). Por momento se apaga en la esfera económica, para luego resurgir; mientras el sistema tradicional se deslegitima, la sociedad se degrada, brota con fuerza una suerte de neofascismo, sufre reveses y logra victorias inestables y los pueblos se indignan y se insubordinan con un alto grado de espontaneidad,

El recetario económico, político y militar impuesto desde las elites de los países «altamente desarrollados» (G20, Banco mundial, FMI, EEUU, UNIÓN EUROPEA…) y las clases dominantes-gobernantes locales subordinadas, junto a los procesos de gansterización y conformación de mafias políticas, empresariales y militares hegemónicas, han agravado la crisis sistémica hasta convertirla en una crisis de decadencia de la civilización burguesa y en una crisis de existencia del planeta y de la humanidad.

China emerge como superpotencia capitalista haciendo provecho de la acentuada decadencia de los viejos imperialismo, sin que este libre a más largo plazo de los mismos males.

La descomposición del lumpen-imperialismo estadounidense puede perdurar porque su crisis de decadencia no genera por su mismo su abolición y reemplazo. Tampoco los levantamientos populares sin propuestas transformadoras y sin alternativas políticas precisas

La revolución anticapitalistas precisan de fuerzas capaces de conducir la rebeldía espontánea y esto nos remite al tema de las vanguardias conductoras, que merece tratamiento aparte en vista de su disgregación a consecuencia la prolongada crisis de las fuerzas impulsoras de proyecto socialista-revolucionario y del propio proyecto.


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