El Libertador •  Opinión •  02/10/2018

Honduras. El secreto del desastre

El hambre de años obscurece el cielo de Honduras y con la frescura habitual el régimen declaró “emergencia alimentaria”; la maldita sequía exhibió otra vez la producción primitiva de granos básicos del campesino pobre. ¡Eso es cierto, pero no nuevo! Nunca los sistemas de riego como política pública agrícola han bañado los cultivos en el campo hondureño, “el gobierno de la fuerza” tampoco lo hizo. De las “fuerzas de tarea” sólo quedará el gasto militar.

Aunque hoy el problema mayor que heredará Juan Hernández apenas se dimensiona. Los economistas que lo explican no convienen, el tema pasa como “churro” en la agenda de la prensa tradicional, porque no comprende y se divierte más con espectáculos del foro político; el grito al cielo se oirá en los próximos años cuando Juan se haya ido, que no falta mucho. 

El descontrol ha sido total en la última década, el endeudamiento público es la bomba secreta que cuando estalle desde todas direcciones, tirará las cifras reales que de manera clandestina guardan en el portafolio los funcionarios de Finanzas y del Banco Central.

No siempre el pasado fue mejor, en términos de deuda pública sí, el gobierno actual ya comió en exceso, ya gastó el dinero que la economía y los hondureños producirán en el futuro. Cada uno de los nueve millones de habitantes de Honduras –hasta los que están naciendo— deben más de 40 mil lempiras; en total la deuda contraída en nombre del pueblo suma alrededor de 384 mil millones de lempiras (unos 16 mil millones de dólares), según FOSDEH y economistas respetables que han ejercido altos cargos en la administración financiera del Estado.

JOH será recordado con frecuencia en tiempos venideros como el peor de los desastres, “la década pérdida”, los medios de comunicación mudos ahora, hablarán de la fatalidad financiera que heredará a nuevos gobernantes, los compromisos de deuda externa e interna anclan la pobreza y la miseria, niegan la opción de fondos para desarrollo social y drenan la riqueza nacional a precio de usura como práctica bancaria.

Esto es verídico, en los últimos cinco años, la sociedad hondureña ha pagado alrededor de 150 mil millones de lempiras en servicio de la deuda pública externa e interna, o sea, pago de capital más intereses, donde estos equivalen casi al 60 por ciento del total. Por este mismo concepto, en 2019 Honduras pagará 40 mil millones de lempiras. La deuda interna ya supera los 100 mil millones de lempiras y para 2018 el gobierno proyectó endeudarse en otros 22 mil millones.

En efecto, el pésimo gobierno se expresa en que a la baja producción del país y a la última década de recesión de la economía que se ve en el cierre de empresas y abrumador desempleo, se agrega la mala distribución del dinero que suda el territorio. Al margen del miserable aparato productivo nacional, la raíz del mal no está en la producción, está en que la riqueza no se destina a la sociedad, va a las bolsas de banqueros del patio y extranjeros. Por eso el BID y el FMI bailan como activistas de campaña en Tegucigalpa. Lo que sobra se va en armas y gastos militares, en obras como la nueva Casa de Gobierno que pidió el Presidente, en el interminable lanzamiento presidencial que regala bolsas de comida y ordena filas casi todos los días en Casa Presidencial, de gente que a cambio del “bono fácil”, llena el Nacional cada 15 de septiembre y da vivas a Hernández en el evento oficial.

Hace veinte años, Honduras se graduó de “País Pobre Altamente Endeudado”, pronto tendrá el título de postgrado. La calamidad que JOH deja al país no es política, es económica.


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