Gerardo Fernández Casanova •  Opinión •  03/05/2018

México. Día del trabajo

México. Día del trabajo

Ni los bocinazos ni las matracas estridentes de los miembros de los sindicatos charros oficialistas pudieron esconder el coraje de la mayoría de los que marcharon este 1º de Mayo en ocasión de conmemorar el día del trabajo. El mentadómetro –novedoso invento para medir el grado de encabronamiento- rebasó su capacidad y tronó cuando iban empatados el presidente y el gobernador del estado; Peña y Graco fueron tundidos a mentadas de las que también duelen, como diría la inolvidable María Félix. No es para menos, el cúmulo de agravios cargados a los lomos de los trabajadores es ya insoportable y augura un montonal de votos a favor de AMLO, pero muy especialmente en contra del PRI, del PAN y del PRD. Ahí están las encuestas constatándolo, con cifras que se acercan, si no es que ya rebasaron, la mayoría absoluta.

Sabedores de tal situación, ambos partidos objetados dieron reversa a la aprobación de la ley que reglamentaría las reformas a la constitución en materia laboral que, además de contradecirla, elimina lo poco aceptable que se logró introducir a la dicha reforma. El frustrado intento que, para mayor vergüenza, fue propuesto por diputados de la CTM y de la CROC, implicaba la anulación de los juzgados laborales y el retorno a las juntas de conciliación y arbitraje, teóricamente tripartitas pero devenidas en bipartitas, con empresarios y gobierno de la mano imponiendo topes salariales, reventando huelgas y favoreciendo la corrupción de los sindicatos blancos impuestos por el patrón. La puntilla para acabar con los pocos sindicatos independientes que permiten equilibrar la asimetría existente en la relación entre obreros y patrones; que ofrecen una garantía para la salud y la previsión sociales, y promueven el aumento de la productividad. También pudiera ser que la retractación haya obedecido a las presiones de Trump y Trudeau que, en la renegociación del TLC, han puesto el dedo en la llaga al calificar de dumping las pésimas condiciones del salario y las prestaciones de los trabajadores mexicanos, mucho menores que las que gozan los que trabajan en Estados Unidos y en Canadá. ¡Qué vergüenza!

El cambio de régimen y la transformación profunda propuesta por López Obrador pasa por cambiar radicalmente este estado de cosas. El diseño del nuevo modelo económico mexicano –realmente mexicano- se plantea la recuperación del mercado interno y la promoción de las exportaciones con mayor valor agregado nacional, de manera que realmente generen riqueza para los mexicanos y no solamente para las transnacionales de la maquila. Para ello resulta indispensable un sindicalismo moderno y honesto, independiente y capaz; que contribuya eficazmente al aumento de la productividad por la creatividad de la mano de obra y no por su explotación esclavista.

Es inconcebible que existan, en pleno siglo XXI, empresas cuya utilidad se finque sobre la esclavitud del siglo XIX. Son organizaciones nacionales e internacionales manejadas por gerentes y no por verdaderos emprendedores, propiedad de consorcios financieros y no de industriales o comerciantes. Son los gerentes los que sienten miedo y ven peligrar sus privilegios ante el cambio de régimen; por eso apuestan todo para impedirlo. Por eso en el debate entre los candidatos el nombre más citado, después del de los propios candidatos, fue el de Napoleón Gómez Urrutia, usado para atacar a López Obrador que lo incluye entre su lista de candidatos al senado. Pavor debiese causarles que un verdadero hampón que ha perseguido con saña y contra la legalidad al dirigente minero, que es Javier Lozano, sea coordinador de comunicación con Meade y que presume de ser el héroe de la destrucción de Luz y Fuerza del Centro, la peor puñalada asestada a los trabajadores y a los intereses del país. A eso sí que hay que temerle por destruir empleos y por dinamitar el estado de derecho.

En sentido contrario, la campaña de Meade acude al hospital gerontológico en que se ha convertido la CTM, con su vetusto líder levantado en calidad de bulto de la cama de convalecencia, para cumplir los deseos del candidato y poseerlo, incluida la brillante cuan corrupta presencia del dirigente del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, quien debe a la corrupta administración oficial del tema laboral que, en las asambleas seccionales imponga a sus secuaces en votaciones no secretas y bajo amenazas. Contra estos es que se debe de actuar y perseguir para depurar el sindicalismo mexicano.


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