Arthur González •  Opinión •  19/02/2018

Estados Unidos prepara condiciones para invadir a Venezuela

 

Ante los fracasos de sus planes subversivos contra Venezuela, Estados Unidos opta por lo que más sabe hacer, invadir militarmente, aunque puede sufrir otra derrota.

La reciente gira del secretario de Estado, Rex Tillerson, demuestra la desesperación ante las próximas elecciones en Venezuela, en las que Nicolás Maduro tiene amplias posibilidades de ser reelegido, situación que pondría a Washington en ridículo después de millonarios gastos en campañas mediáticas, la guerra económica y el financiamiento a una oposición que se divide cada día más, sin alcanzar respaldo popular.

Contra Venezuela, Estados Unidos ha puesto en práctica todos sus recursos de inteligencia y subversión, incluidas las doctrinas del recientemente fallecido Gene Sharp, con sus golpes blandos; intento de golpe de estado y el secuestro del presidente Hugo Chávez; sabotajes a la industria petrolera; bajas de precios; desabastecimiento alimentario; campañas de prensa; preparación de opositores; financiamiento e instrucción a los grupos provocativos para ejecutar actos vandálicos, pero a pesar de todo Maduro permanece con más apoyo popular.

Cuba ha soportado semejantes acciones, seguida de Venezuela, porque ambas representan a los movimientos populares que luchan por alcanzar mejores niveles de vida, algo que el imperialismo yanqui no soporta.

El chavismo logró que el pueblo venezolano sea tratado con todo el humanismo que merece, ofreció la luz de la enseñanza de forma gratuita; salud para todos mediante diferentes misiones médicas, en lugares donde jamás se vio a un galeno ni a una enfermera; construye millones de viviendas confortables para sus ciudadanos, los que nunca fueron preocupación de los gobiernos pro-norteamericanos; brinda cultura y deportes a los niños y jóvenes que crecen felices y sanos gracias a esa Revolución popular.

Nada de eso es del agrado de Washington, que lo ve como un peligro y de ahí sus actividades para retrotraer a los venezolanos al pasado de desigualdad, discriminación y hambre del que Hugo Chávez los sacó.

Ante tantas frustraciones, la Casa Blanca ha decidido jugarse la última carta y es evidente que desempolva el plan de la CIA ejecutado en 1973 contra el presidente chileno Salvador Allende.

Esa es la razón de la rápida gira de Tillerson por América latina, a fin de encontrar apoyo de los gobiernos que se arrodillan ante sus dictados, al que se le suma la Unión Europea, que aplaudirá la invasión bajo el pretexto de “restaurar la democracia”.

No en balde ese alto funcionario, desde Colombia, le prohibió a la delegación de la oposición venezolana, reunida en Santo Domingo, firmar el acuerdo que permitiría un diálogo racional y necesario con el gobierno de Nicolás Maduro, algo inaceptable para los yanquis que nunca aceptarán al gobierno revolucionario.

Encontrándose en un callejón sin salida, Estados Unidos moviliza al Comando Sur, con el apoyo de sus títeres de Colombia y Brasil, el respaldo del secretario general de la OEA y los miembros del grupo de Lima, más el visto bueno de la Unión Europea, que trata el tema de Venezuela de forma diametralmente opuesta al de Cuba, siguiendo al pie de la letra instrucciones de Washington.

Recientemente la Unión Europea amplió la lista de funcionarios venezolanos sancionados, con el respaldo de Federica Mogherini, jefa de la diplomacia europea, la que tiene un doble discurso, pues mientras en el caso Cuba después de 20 años del fracaso de la llamada Posición Común Europea, declaró en La Habana:

“La posición común ha quedado obsoleta… Sé muy bien que en estos momentos hay quien intenta aislar a Cuba… No es el momento para demostraciones de fuerza que no conducen a ningún lugar y son en realidad una prueba de debilidad…Construir muros es inútil, solamente pueden empeorar la situación. La verdadera fuerza está en el diálogo y la cooperación. El bloqueo es obsoleto e ilegal; la UE seguirá trabajando para ponerle fin. El bloqueo no es la solución”.

Si ella defiende esos criterios, ¿por qué actúa en la dirección contraria en el caso de Venezuela?

No hay que ser un erudito para entender que la mano de Washington está detrás de la actual postura de la Unión Europea.

En Julio del 2017, cuando Venezuela tomó la decisión soberana de llevar acabo la elección la Asamblea Constituyente, siguiendo la línea dictada por Estados Unidos declaró:

“La Unión Europea y sus Estados Miembros lamentan profundamente la decisión de las autoridades venezolanas de seguir adelante con la elección de una Asamblea Constituyente el 30 de julio”.

Esa postura es una total injerencia en los asuntos internos de un Estado, como lo denominan los que atacan a Venezuela.

Preparando el camino a los yanquis ante una posible intervención militar, el pasado 22.01.2018, la UE formalizó sanciones contra siete altos cargos del Gobierno de Nicolás Maduro por la supuesta represión en Venezuela, entre ellos Diosdado Cabello; Maikel Moreno presidente del Tribunal Supremo, Néstor Reverol, ministro de Interior y Justicia; Gustavo Enrique González, jefe del servicio de inteligencia; Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral; Tarek William Saab, fiscal general y José Benavides, excomandante de la Guardia Nacional.

Si alguien tiene dudas, debe remitirse a las declaraciones del Director de la CIA, quien admitió públicamente su papel en las sanciones impuestas contra Venezuela.

Sobre el particular eurodiputado de Izquierda Unida, Javier Couso, expresó el 07.02.2018:

“La UE se equivoca, como pasó con Cuba, apoyando a los mismos extremistas que en su día impusieron la Posición Común”, e increpó a Federica Mogherini, a dejar de hacer trampas con las sanciones unilaterales y apostar por la paz”, acotando:

 “Algunos lo deben pasar mal intentando acabar con un Gobierno democrático. Se creen que todavía hay colonias, pero no las hay, porque por una parte de ese pueblo venezolano todavía hay sangre de libertadores y no van a aceptar imposiciones de ustedes. Hay que respetar la soberanía de un país y un Gobierno democrático, y acompañar el diálogo”.

Hoy cobra mucha vigencia lo que afirmó José Martí:

“Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas”.

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