Alvaeno •  Opinión •  29/01/2018

Realidad virtual: trincheras de este tiempo

Existen dos realidades, al menos eso es lo que nos hacen creer. Hablaré de una de ellas, la que parece ir comiendo el terreno a la otra, a esa que siempre hemos sentido y vivido como única realidad, esta otra, la virtual campa a sus anchas y nos ha modificado la forma de comunicación y la conducta, muchos la usan o la viven como una herramienta para promocionar sus empresas, o sus proyectos, también para hacer de sus vidas privadas, vidas públicas, expuestas a las miradas de todos los contactos, o eso que llamamos amigos, amigos virtuales, nada que ver con los amigos reales, esos que cada vez son menos y que hasta hace poco habitaban en esa realidad de calles, cafés, tiendas y centros públicos en los que se solían encontrar antes de que se impusiera la realidad virtual.

Si vivimos en esa realidad virtual todo se hace más cómodo, y además nos evita tener que dar la cara, porque nos atrincherados en las redes sociales como conejos asustados. En esta realidad no hay normas ni protocolos, se puede comenzar una conversación y simplemente abandonarla sin más, eso que en la otra realidad, era una descortesía, o un signo de mala educación, aquí se convierte en algo normal.

Además y sin que nos demos cuenta, los que controlan el uso de dicha realidad virtual nos dicen qué debemos hacer y qué no. Se basan en algoritmos de interacción y así solo podemos ver a los que más interactúan, vamos que lo mismo que en la realidad de los cafés y tertulias en los que se quedaban fuera aquellos que no acudían.

Pero poco a poco y sin que a penas lo aprecies se nos elimina de la otra realidad, de hecho basta mirar un poco a nuestro alrededor para comprobar que un noventa por ciento de las personas con las que nos cruzamos van móvil en mano sin mirar el mundo que les rodea, todo se hace mediante el móvil, existe una aplicación para cada cosa, incluso ya hay restaurantes en los que en lugar de las antiguas cartas, ya obsoletas, te entregan una carta virtual en la que tú haces el pedido, con lo que la figura del camarero o mesero desaparece, solo quedan los que te sirven la comida. Y para colmo podemos ver a los comensales móvil en mano, cabizbajos, comunicándose sin mantener una conversación con los presentes, como aquellas conversaciones que se generaban en almuerzos, meriendas o cenas.

Es menos incómodo, y no hay que mirar a nuestro interlocutor a los ojos, con lo que podemos mentir sin miedo a ser descubiertos.

Una realidad virtual hecha a medida para atontarnos, para que, agazapados en la trinchera, podamos enviar nuestras granadas al enemigo sin sufrir ninguna baja.

El patetismo producto de la ignorancia y el miedo a ser, a sentir, a vivir cara a cara, es la tónica imperante, miramos los muros virtuales, y damos Like a aquello que nos parece merecedor de ello, o simplemente buscando, inconscientemente, likes en nuestros propios posterior,  porque si no interactúas simplemente eres enviado al cajón del olvido por los dichosos algoritmos con los que la Red actúa para hacernos esclavos de nuestros intentos no menos vanidosos de ser leídos, o lo que podría ser lo mismo, pero no lo es, ser escuchados en un mundo en el que por antonomasia gobierna el ruido. MUCHO RUIDO, MUCHO RUIDO, para adormecer nuestras mentes, para que dejemos de pensar, para convertirnos en simples monos amaestrado. RUIDO, MUCHO RUIDO, RUIDO Y MÁS RUIDO, y dosis de soma virtual tan grandes como para dormir a todo un ejército de idiotas domesticados.

SALV-A los que van a morir no te saludan.


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