Kintto Lucas •  Opinión •  25/01/2018

El exorcismo narrativo de Enrique Vila-Matas

¿Por qué un escritor deja de escribir o escribe sin publicar? ¿Cuáles son los motivos que se esconden para tomar una decisión que puede marcar su vida? ¿En qué momento de la vida un escritor puede decidir que ya no es escritor?

¿Cuáles son los motivos personales de un escritor para rechazar su creación? ¿Cuáles son los motivos personales de un escritor para suicidarse? ¿Cuál es la enfermedad que ataca a muchos escritores que deciden pasar por ese proceso de autodestrucción? Suicidarse como escritor, dejar de escribir, rechazar su propia creación es también una forma de suicidio personal. Es también morir un poco.

En Bartleby y compañía, Enrique Vila-Matas describe diversas formas de suicidio como escritores, analiza los rasgos de escritores que dejan de escribir por diferentes motivos o que escriben y no publican por diversos temores. Son los escritores que niegan su obra, son los escritores del No o de la Nada.

Son muchos los ejemplo que va mostrando a través de la novela, las anécdotas, las vivencias personales que llevaron a algunos a quedar por el camino. En la nota 4 Vila-Matas asume esa opción de tantos escritores como una enfermedad, el Síndrome de Bartleby. Y asume que “Hoy es ya un mal endémico de las literaturas contemporáneas”.

El propio escritor asume esa realidad como una “Pulsión negativa o atracción por la nada que hace que ciertos autores literarios, no lleguen, en apariencia, a serlo nunca”.

Vila-Matas menciona por ejemplo que Gustave Flaubert no completó jamás el proyecto de Garçon, que sin embargo orienta toda su obra. También menciona episodios de Franz Kafka y Malarmé, o como Monsieur Teste, el alter ego de Paul Valéry no solo renunció a escribir, sino que incluso arrojó su biblioteca por la ventana. Pero las historias no son solo sobre aquellos que dejaron de escribir. También en sus obras, de alguna manera reivindican el síndrome creando personajes que son escritores del No, como André Gide o Robert Musil.

Las notas nos introducen en el síndrome de Bartleby, pero el síndrome es tal vez la propia justificación del escritor para dejar de escribir. Las notas son parte importante de esa endémica enfermedad que se encarga de describir.

En otra nota hay una historia que es fundamental para entender la narrativa del No, cuando cuenta que el 1853 Herman Melville que tenía treinta y cuatro años llegó a la conclusión de que había fracasado.  ¿Cómo es posible que un escritor asuma una opinión tan tajante sobre si mismo a los treinta y cuatro años?

Su decisión tiene que ver con la opinión de la crítica y de los lectores. Mientras escribía pequeñas historias de la vida marítima, Melville era aceptado y leído. Cuando empieza a introducirse en mundos más elaborados, tanto a nivel narrativo como interpretativo y psicológico, cuando empieza a producir, lo que luego serán reconocidas como obras maestras, por ejemplo Moby-Dick, publicada en 1851, el público y la crítica dejan de aceptarlo y lo abandonan.

Dos años después escribe Bartleby, el escribiente. Lamentablemente Melville, como bien lo señala Vila-Matas, murió olvidado. Tuvo que pasar el tiempo para que se convierta en un clásico y parte del canon.

En otra nota Vila-Matas recurre a un testimonio sumamente elocuente del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro:

“Guardamos todos un libro, tal vez un gran libro, pero que en el tumulto de nuestra vida interior rara vez emerge, o la hace tan rápidamente, que no tenemos tiempo de arponearlo”.

La frase de Ribeyro es también la descripción de las vicisitudes que le pueden ocurrir a un escritor del No. El síndrome es algo permanente, y tiene que ver con la vida misma del escritor. Para Ribeyro es el tumulto de la vida, para Melville la incomprensión de sus lectores, para Vila-Matas tal vez sea su preocupación permanente, o temor, de llegar a ser un escritor del No.

Y dentro de las notas, se menciona a Paranoico Pérez, un personaje en el cual el síndrome se transforma en locura, porque nunca logra escribir un libro debido a que cada vez que tiene una idea, José Saramago se la roba.

La narrativa de Enrique Vila-Matas en Bartleby y compañía es casi una Oda al Noísmo, pero es sobre todo un ejercicio de erudición, de trabajo del lenguaje, de elaboración literaria desde distintos planos, de búsqueda narrativa, tal vez para espantar el Síndrome de Bartleby. Tal vez con esta novela el escritor intenta una especie de exorcismo narrativo de si mismo.


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