Paco Campos •  Opinión •  27/12/2017

La primacía de un lenguaje común

Quiero partir de una consideración de Jürgen Habermas sobre el giro pragmático cuando dice que ‘hay un desplazamiento de la razón desde la conciencia individual del sujeto cognoscente hacia el lenguaje como medio por el cual los sujetos actuantes se comunican entre sí…’ -> (“El giro pragmático de Richard Rorty”,  Massachusetts, 2000). Se pasa de la sanción individual de un sujeto a las prácticas justificativas de una comunidad lingüística, dice Habermas.

No cabe duda que esta observación, al igual que la posición neopragmática de Rorty, se inspiran en el 2º Wittgenstein de la primacía del lenguaje común. Y nada hay más interesante en él que el tópico de los juegos de lenguaje. En ellos basa Rorty el poder de la imaginación, porque en esa especie de ars combinatoria que supone articular una sintaxis propicia para la comunicación entre sujetos, subyace un modo de vida. En él se fundamentan creencias y sus cambios. Se desvanece así la suposición de la existencia de un mundo independiente de nuestras descripciones -como hemos dicho repetidas veces.

La filosofía alberga en estos albores del XXI un potencial del sentido de las cosas y con él del sentido de nuestras creencias y nuestras sanciones, siempre compartidas. Porque pensar que las verdades son exclusivas y excluyen, por eso, los acuerdos compartidos, por considerarlos débiles, es instalarse en una epistemología académica de resultados poco fiables; sobre todo cuando nos toca a los demás apechugar con ellos, cuando la comunicación libre de dominio tiene que luchar contra el imperio de la ley, por ejemplo. 


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