Luis Manuel Arce •  Opinión •  16/11/2017

Trump no podrá amedrentar nunca a los cubanos

Los cubanos están bien lejos de aparentar que el bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos no los afecta, ni que las medidas recientes adoptadas por el gobierno de Donald Trump para acrecentar la guerra económica les hace mucho daño.

Trump agarró su martillo neumático el pasado 16 de junio y ante un público seleccionado entre la octogenaria población de los denominados cubanoamericanos de Miami, con el senador Marco Rubio a su derecha, comenzó a golpear el muro de la concordia que habían empezado a levantar tres años atrás con mucho esfuerzo pero poco cemento y ladrillos, los presidentes Barack Obama y Raúl Castro.

Este 9 de noviembre, poco más de una semana después que 191 países de los 193 miembros de la ONU votaran contra el bloqueo y pidieran su derogación, la administración de Trump hace todo lo contrario y anuncia la implementación de una serie de nuevas medidas destinadas a demoler lo poco logrado desde diciembre de 2014 en materia de restablecimiento de las relaciones bilaterales totales.

Son medidas restrictivas específicas de tres departamentos de su gobierno en los ámbitos de la diplomacia y el turismo (de Estado), finanzas e inversiones (el Tesoro) y el intercambio de bienes y servicios (Comercio), que tienen la virtud de dañar directamente a los ciudadanos cubanos que trabajan por cuenta propia en pequeñas empresas privadas, y a comerciantes, productores e inversionistas estadounidenses, posiblemente los más perjudicados.

Trump le arrebata el derecho a sus conciudadanos de viajar libremente a Cuba, y a sus amigos empresarios a comerciar e invertir en la Isla cuyas perspectivas de desarrollo el bloqueo no las detendrá, como lo han apreciado sus colegas de Europa y Asia, que acaban de firmar en La Feria Internacional de La Habana numerosos contratos y convenios por cientos de millones de dólares, muchos de ellos relacionados con la zona especial del Mariel, un puerto de aguas profundas del mayor interés comercial.

Paradójicamente, mientras las medidas de Trump confirman el serio retroceso que provocan en los vínculos bilaterales, Cuba acelera el avance hacia nuevas formas de relaciones diplomáticas, comerciales y financieras que abren las puertas a la inversión extranjera con marcado énfasis en la rusa, china, española, alemana y canadiense, por mencionar algunos países.

Casi coincidente con el anuncio conjunto de esos tres departamentos: de Estado, Tesoro y Comercio, Cuba arribó a cuatro millones de turistas con 54 días de anticipación a pesar del azote del brutal huracán María que devastó 15 provincias y ocasionó severos daños a la infraestructura turística, la cual fue restaurada y mejorada en tiempo récord.

Hay un hecho cierto que merece ser recordado: en 58 años de bloqueo, tiempo en el que se han producido al menos dos reconversiones industriales en Cuba y un cambio profundo de estrategia para la recaudación de divisas basada en un turismo acelerado y diversificado, entre otros factores, las relaciones con Estados Unidos no figuraron nunca en los proyectos que se han venido ejecutando exitosamente.

Hay evidentemente en el mundo un cambio de época que no le es ajeno a Cuba, y se refleja en las relaciones internacionales políticas y económicas de la Isla, la apertura al capital extranjero, aplicación de conceptos actualizados en programas de desarrollo, y una importante modificación en su estrategia migratoria y diplomática que beneficia en particular a los cubanos radicados en el exterior.

Fruto de ello son los lineamientos económicos adoptados en el VI Congreso del Partido Comunista que trazó las prioridades del país no porque se estuviera pensando en establecer relaciones de todo tipo con Estados Unidos, sino por el contrario, para enfrentar con el mayor éxito posible una prolongación del tiempo sin presencia pacífica ni cese de las hostilidades norteamericanas centradas en el descomunal y antihistórico bloqueo a la Isla.

En consecuencia, ese cambio en el que se trabaja tan intensamente en Cuba comenzó mucho antes de diciembre de 2014 y en ningún apartado figuró que fuera en preparación de un mejoramiento en las relaciones con Estados Unidos, sino más bien todo lo contrario.

Por tanto, las medidas de Trump que retrotraen a los estrategas cubanos a la época anterior a la reapertura de la embajada de Estados Unidos en La Habana mientras la Casa Blanca regresa a la época de la guerra fría, autoexcluyen a ese país de la apertura económica y lo aísla del mundo que aprecia y apoya el caso Cuba como se expresó en la votación de la ONU, en el avance de las inversiones extranjeras este año y en el creciente turismo.

Las propias instituciones norteamericanas así lo han expresado. El Consejo Nacional de Comercio Exterior de Estados Unidos consideró equivocadas tales restricciones las cuales califica de contraproducentes, inapropiadas y muy perjudiciales para las empresas estadounidenses que hacen negocios con el país caribeño.

Engage Cuba calcula que durante el mandato de cuatro años de Trump tal reversión costará a Estados Unidos seis mil 600 millones de dólares y afectará 12 mil 295 empleos, con lo cual coincide Collin Laverty, presidente de Cuba Educational Travel, un grupo organizador de viajes a la mayor de las Antillas.

Ambos advierten que la Casa Blanca castiga a estadounidenses pero también a cubano-americanos a quienes limitan sus contactos familiares, y a los emprendedores particulares a lo largo y ancho de la Isla que gastaron sus reservas esperanzados en lo que comenzó como una relación bilateral razonable y redituable para todos.

Trump descuartiza los sueños utópicos de esas personas, pero no podrá detener jamás los de 11 millones de cubanos que no han podido ser amedrentados nunca por los rigores del bloqueo y todo tipo de amenazas.

Fuente: Alai-Amlatina


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