Néstor García Iturbe •  Opinión •  29/09/2017

Donald Trump en el momento y lugar inadecuado

El día 19 de septiembre el señor Donald Trump, presidente de  Estados Unidos, nos dio una muestra de lo que sucede cuando usted habla en el momento y lugar inadecuado. El lenguaje de los pandilleros de Chicago, o de los traficantes de droga del South Bronx  de Nueva York, no es el que debe utilizarse en la Asamblea General de las Naciones Unidas, quizás alguno de sus asesores debió advertirle esto, pero  nadie lo hizo,  seguramente por temor a que como respuesta recibieran la notificación de despido, que es el método más común utilizado por  el presidente con los que le señalan sus errores.

 No cabe duda que un buen número de diplomáticos estadounidenses, buenos conocedores de  su oficio, aunque desde el mismo  defiendan los intereses del imperio, se sintieron abochornados debido  al lenguaje utilizado por Trump. Ellos lo han realizado más adecuadamente durante años. Pudiera calificarse el discurso como la vulgarización de la tradición diplomática  estadounidense, acostumbrada a exponer sus puntos de vista, equivocados para muchos, pero con el respeto y estilo adecuado.

 Es una total falta de respeto para la Organización de las Naciones Unidas, para la Asamblea General de la misma, para los dignatarios y  resto de las personas que asistieron al evento y para el mundo en general que está atento a la significación de los pronunciamientos que realicen  los presidentes, la forma en que se condujo el elefante dentro de la cristalería.

 Una organización dedicada a la paz, al arreglo pacífico de los conflictos, que ha condenado miles de veces la amenaza de utilización del uso de la fuerza, que defiende y promulga el respeto al derecho internacional no es el lugar apropiado para desenfundar el “big stick” como medio para argumentar las posiciones de un país.

Cuando un país no tiene argumentos sólidos para conducir su política exterior, cuando no puede convencer  con la diplomacia, entonces se aferra a otros métodos, para ejercer presión económica, política y militar, con el fin de tratar de garantizar sus intereses hegemónicos, que en el caso de Estados Unidos, ellos los han denominado su “Seguridad Nacional”. Una “Seguridad Nacional” que dicen se afecta por lo que sucede en Venezuela, Afganistán , Siria, Irán, Cuba, Corea del Norte y otros lejanos territorios, que nada tienen que ver con el territorio estadounidense.  Si todos los países tuvieran ese mismo criterio, tendríamos una guerra mundial permanente.

Las amenazas que profirió el pandillero del South Bronx, no revelan  nada nuevo en su contenido, considero que todos esperaban que hablara de eso, que repitiera las posiciones que Estados Unidos ha estado manteniendo en relación con los países que mencionó. Nadie esperaba que el raciocinio se impusiera y ofreciera una solución pacífica a las controversias en que Estados Unidos se encuentra involucrado.

 Recientemente escribí un artículo titulado “Al final, tendremos que darle las gracias a Trump”.  Esta actuación, donde se muestra al Mundo la filosofía imperial y la forma gansteril de conducir las relaciones internacionales, debe agregarse a lo dicho en el mencionado artículo.  Cada día Trump, con su actuar atropellado y desenfadado, nos permite conocer con mayor amplitud la verdad del imperio.


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