Carlos de Urabá •  Opinión •  08/09/2017

Colombia se rinde a los pies del Papa Francisco

El santo padre es el único que  puede salvar nuestra patria. Esta es la sentencia que repite exaltado el populacho. El sumo pontífice como representante directo de Dios en la tierra viene a salvar a Colombia de la hecatombe.  A nuestro país  le han echado mal de ojo pues nos persigue la fatalidad:  la lujuria, la prostitución, la droga, el paramilitarismo, la corrupción, la mafia, la mentira, la ludopatía, el hambre, la miseria, el crimen, o la degradación medioambiental. A lo que hay que sumar los siete pecados capitales y todas las depravaciones de Sodoma y Gomorra.  Si en la época de los Chibchas el dios Bochica vino con su báculo de oro a rescatar a su pueblo víctima del diluvio universal hoy llega a Colombia el nuevo Bochica del Vaticano.

Ahora los conversos desmemoriados víctimas de un ataque de amnesia colectiva se rinden a los pies de quienes sometieron a sangre y fuego a nuestros ancestros. Los conquistadores españoles con la espada y la cruz nos obligaron a creer en una doctrina extraña proveniente de Oriente Medio que adoraba a un hombre desnudo crucificado al que le decían “el hijo único de Dios”. A base del miedo y del terror impusieron sus diabólicas leyes provocando uno de los más abominables genocidios jamás conocidos en la tierra. Una muestra clara de su inmenso amor por el padre, el hijo y el espíritu santo. En esta lucha entre el bien y el mal a nosotros nos tocó interpretar el papel de los malos. Y el mal tiene que ser exterminado. Te alabamos señor.
Era necesario domar a los salvajes paganos con el látigo inquisitorial para que brille la luz perpetua de la civilización. Bienamado Papa Francisco ¿Quién fue el verdugo que colocó la soga en el cuello de los herejes condenándolos a las llamas del infierno? 

Nos educaron recitando padrenuestros y avemarías, nos impusieron sus nombres y apellidos, robaron nuestras tierras, expoliaron sus riquezas, violaron a nuestras madres y no satisfechos nos convirtieron en sus esclavos. Pero aún subyace ese universo pagano politeísta en el que impera la herencia de nuestros ancestros indígenas o africanos.  Somos la sangre de su sangre y esos espíritus en la noche más oscura nos recuerdan: los pecadores son ellos, los mentirosos son ellos, los que tienen que pedir perdón son ellos. Los crímenes que ha cometido la religión cristiana a lo largo de la historia son abominables.

El papa Francisco ha sido enviado por el  Dios blanco, católico y apostólico y su hijo Jesucristo a predicar la reconciliación entre los colombianos. El Dr. Juan Manuel Santos, presidente de la Republica y premio Nobel de la Paz, lo recibe al pie de la escalerilla del avión: ¡Welcome, santo padre! perdone que no le estreche la mano pues las tengo manchadas de sangre. Si el Papa Juan Pablo II le dio de comulgar a Pinochet el premio Nobel de la Paz no va a ser menos.  El presidente Santos y su ejército  han cumplido la voluntad del Todopoderoso.  La guerra ha terminado y es la hora de la paz y del amor. Las masas presas de un ataque de histeria colectiva lloran, gimen, se dan golpes de pecho. ¡Piedad!  Un milagrito, por favor,  santo padre. Agitando  pañuelos blancos y banderas de Colombia y del Vaticano demuestran así su eterna fidelidad al rey de reyes. ¿Fiesta celebrando los crímenes de la evangelización? Escenas conmovedoras de un éxtasis místico solo comparable a una sobredosis de cocaína.

El mesías besa el suelo colombiano y camina sobre pétalos de rosas escoltado por ángeles y arcángeles celestiales. Desde el papamóvil el Papa Francisco vestido con su hábito blanco inmaculado imparte bendiciones urbi et orbi a diestra y siniestra. El gran charlatán porteño, el jesuítico fraile evangelizador nos viene a embaucar con sus milongas: sed buenos, obedeced a vuestros superiores. No perdáis la fe y la esperanza que de los pobres es el reino de los cielos. Colmad de oraciones al Sagrado Corazón de Jesús y a la virgen de Chiquinquirá pues pronto recibiréis la recompensa en el paraíso celestial. Las mansas ovejitas del redil se santiguan y comulgan con la hostia santa convencidos de que el cuerpo de Cristo purificará sus almas.

El Papa exige beatitud a sus hijos; castidad, serenidad. ¡Arrepentíos! abrazad el misticismo y la espiritualidad. Dejad de adorar el becerro de oro. La verdad os hará libres. Tanta hipocresía nos deja absortos.  La marca del Papa es el mejor negocio para los inversionistas. Francisco’s the bestseller. Los empresarios lo venden y explotan dispuestos a sacar el máximo beneficio económico. El santo padre es un exitoso producto de marketing que se ofrece a los consumidores en una variada oferta de pines, crucifijos, rosarios, estampitas, sufragios, afiches, camándulas, angelitos, exvotos y un sinfín de recuerdos bíblicos.  De la manera más perversa se aprovechan de la inocencia del pueblo y lo manipulan a su antojo con este cuento de hadas plagado de supersticiones y supercherías baratas.


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