Pedro Ignacio Altamirano •  Opinión •  03/07/2017

España vs España

Hay a quién le quema la palabra España en la boca. Como si la palabra España tuviese vida propia más allá de lo que pueda representar, o representa sin duda alguna. Como si la palabra, por sí sola, fuese el origen de los problemas que sufrimos, hoy, toda la sociedad, porque no decirlo ya que, por el momento, por suerte para unos, por desgracia para otros, española; como si la palabra llevase en la mano una espada exterminadora de personas e ideas.

No, la palabra, el nombre España no ha sido, no es, ni será nunca culpable de nada. Los únicos culpables han sido, y son, aquellos que se envuelven en ella para engañar, defraudar, explotar y maltratar al pueblo español tal como hoy lo conocemos. Estos gobernantes que, desde la llegada de la dinastía borbónica, y hablo de historia, hicieron desaparecer aquel imperio, aquella grandeza que significaban “Las Españas” para convertirse en la actual España. No es que los Austrias fueran un ejemplo de tolerancia y democracia, pero es indudable que, a pesar de todo, sí supieron entender una realidad de España basaba en reconocer la existencia de distintas naciones y cortes dentro de ella, que había que respetar y contar con las mismas para las grandes decisiones del Imperio. Las Españas fueron grades y poderosas, España fue cada vez más chica y pobre.

España por tanto no es el problema, sino el concepto de la misma. El modo en el que los gobernantes de esta España, ha tratado y trata a los españoles desde hace siglos. Nuestros ejércitos siempre perdieron guerras, a pesar el heroico comportamiento de los soldados españoles. Unos ejércitos siempre mal dotados, sin medios, sin instrucción que lo perdía todo, no por culpa de la tropa, sino de los gobiernos que los mandaba a la guerra sin preparación ni medios. Un ejemplo cercano, enviar nuestra vieja flota de Cuba o Filipinas contra la moderna armada americana, o las inhumanas condiciones en las que se mandó al ejército a África que terminó con el conocido desastre de Annual (léase informe Picasso); o en la actualidad, cómo se mandó a la legión a la guerra de la antigua Yugoslavia donde caían legionarios como moscas mal esquipados, o no recordar las condiciones en las que se envía a nuestros soldados, recordar el Yakolev 42, o las muertes producidas por las minas por no tener vehículos adecuados, que solo se comenzaron a comprar cuando los muertos por España ya eran un escándalo. Eso es una Nación que ni quiere, ni se preocupa de su gente. ¿Cómo pedir que la gente quiera a esa Nación?

Pero eso es sólo un ejemplo, la calidad de nuestra educación, de la Sanidad, el paro, la desindustrialización, los bancos campando de forma impune entre la estafa a los españoles y el recate de los estafadores… una realidad de una España, perdón de uno gobernantes españoles que nunca jamás, nunca ahora, y como siga este actual modelo de España, seguirá maltratando y humillando a los españoles. Esta España no representa a nadie, ni así misma. Pero repito, que culpa tiene España.

Para que una Nación lo sea, respetada y querida, debe ser eso, Nación. Una Nación que cuide de su pueblo, condene a los corruptos, respete y fomente la participación de toda la sociedad en sus decisiones, garantice los servicios básicos, la sanidad, educación, justicia, empleo, vivienda, y, sobre todo, proteja a los suyos de la pobreza y garantice el mayor grado de justicia social y democracia. A esto se le llama República, “res pública” la cosa pública, dar responsabilidades, hacer responsables y participes a todos/as los ciudadanos/as.

Por ello, cuando la palabra España signifique República; cuando España signifique respeto, tolerancia y potenciación de las naciones que en ella convive, basado en el derecho a la autodeterminación; cuando España signifique respeto a sus culturas, sus lenguas, su múltiple identidad, respeto a las haciendas propias. Cuando España envíe a sus soldados en defensa de sus intereses bien dotados y entrenados; cuando la justicia sea justa, rápida, capaz y útil; cuando España garantice la calidad de la educación, de la sanidad, y protección a los más débiles, garantice trabajos estables y dignos, pensiones, vivienda y sobre todo la libre participación política de los españoles… quizás, entonces, tanto la palabra España, como lo que significaría, sería querida y respetada por todos.

Pedro Ignacio Altamirano @altamiranoMLG


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