Manuel E. Yepe •  Opinión •  27/06/2017

Y por fin se pronunció Trump sobre Cuba

Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce –MartianosHermesCubainformación.- Hasta que al fin se pronunció el Presidente Trump acerca del nuevo curso que se ha propuesto dar a las relaciones con Cuba. Y lo hizo a guisa de castigo a las instituciones y la población de Estados Unidos por la supuesta apertura al diálogo iniciada por el régimen de Barack Obama que fuera aprovechada con entusiasmo nada disimulado por buena parte del empresariado, las instituciones liberales y un segmento claramente mayoritario de la población estadounidense.

Fue evidente que Trump, abrumado por fuertes presiones de la extrema derecha política estadounidense decidió confiar la elaboración de su nueva política hacia Cuba a las mismas fuerzas que a lo largo de casi 60 años han diseñado, con lamentables resultados, la política hacia la pequeña isla vecina.

Su discurso fue un espectáculo populista de corte fascistoide, a la medida de un auditorio que aplaudió sus fanfarronadas con entusiasmo, aunque con evidente insatisfacción por la falta de concreción en algunas de las drásticas medidas punitivas a que aspiraban los desprestigiados líderes de ese sector del “exilio” cubano.

Luego del discurso, Trump firmó el “Memorando Presidencial de Seguridad Nacional sobre el fortalecimiento de la Política de los Estados Unidos hacia Cuba” (Presidential Policy Guidance on Cuba). Para la mayoría de los observadores, quien capitalizó el apoyo de Trump a las demandas de la extrema derecha cubanoamericana y el retroceso a los tiempos de guerra fría en su proyección hacia Cuba fue el senador republicano por el estado de Florida Marcos Rubio, que en verdad no es cubano y ni siquiera ha estado alguna vez en Cuba, pero ha hecho de esa condición un medio para ascender en la politiquería, al extremo de haber mentido al Congreso acerca de su ascendencia nacional así como sobre la fecha y los motivos que tuvieron sus progenitores para salir de Cuba antes (y no durante) la revolución en el poder.

Su actual membrecía en una comisión senatorial de inteligencia llamada a dictaminar acerca de la actuación del Presidente en un escándalo que podría incluso determinar su destitución, parece haberle servido de tabla de salvación y ascenso.

Ciertamente, se observa que el segmento más atacado por la directiva de Trump ha sido el sector de los pequeños propietarios privados de la economía cubana, cuyo reciente gran florecimiento paradójicamente obedece, en buena medida a la política gubernamental cubana que alienta esta dinámica en función de la actualización de su proyecto socialista de desarrollo.

Las “nuevas” directivas de Trump no aportan nada diferente a lo que contra Cuba intentaron los gobiernos estadounidenses de Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton, W. Bush, y el propio Obama. Será, tan solo, el duodécimo en el listado de presidentes imperialistas norteamericanos que en el último medio siglo han tenido que renunciar a la irrealizable ambición de someter al pueblo cubano, tras ocasionarle graves daños que han dejado profundas huellas que los cubanos seguirán aspirando a transformar en relaciones de respetuosa vecindad.

Durante casi 60 años, Washington ha tratado por todas las vías y modos de derrocar a los gobiernos de Cuba, legitimados por la revolución como fuente de derecho y sistemáticamente refrendados por la población en elecciones verdaderamente democráticas.

Por su parte Washington, insistiendo en su prolongada guerra contra Cuba motivada por el peligro que el ejemplo independista de la isla significa para su dominio hemisférico, también ha dado apoyo –en su propaganda y en varias acciones concretas del trabajo secreto de sus organizaciones de inteligencia y subversión- al crecimiento del trabajo por cuenta propia, que haría crecer las filas de la pequeña burguesía en Cuba, la que –calculaban- influiría con su ideología en la orientación política de la sociedad cubana.

La directiva de Trump constituye un engendro contradictorio que, más que infundir temor, ha venido a desmontar alternativas de

confrontación que estuvieron ensayando los poderes fácticos de Estados Unidos durante el gobierno de Barack Obama, tratando lograr sus objetivos imperialistas respecto a Cuba con engañosas suaves maneras que muchos en la isla consideran más peligrosas que los burdos enfrentamientos convencionales a que ahora regresan con la “nueva” directiva del actual Presidente.

Entre las “novedosas” medidas contenidas en las Directivas adoptadas se proclama el recrudecimiento de la política de bloqueo contra Cuba que ha sido severamente condenada por la comunidad mundial con una unanimidad contra Estados Unidos tan completa que ni siquiera la diplomacia estadounidense pudo votar en contra.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.


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