Paco Campos •  Opinión •  27/06/2017

Hacia una filosofía interesante

Antes con un mismo léxico filosófico se contraponía, por ejemplo, racionalismo y empirismo. Rorty tiene otro apunte interesante en La contingencia del lenguaje (1986) que versa sobre la necesidad de renovar el léxico que se haya convertido en un estorbo; esto es, sustituir un léxico vacío, incoherente, confuso, o simplemente estéril, por otro que por joven y por desarrollar sea lo suficientemente atractivo de cara a conseguir grandes cosas, dice. Ese es el camino, no que haya términos que se desestimen o argumentos clásicos que se consideren innecesarios.

 Recuerda el filósofo norteamericano que se trata de una filosofía más práctica y llevadera, que no va sometiendo a prueba una tesis tras otra, sino que tiene un tratamiento holístico y, sobre todo, pragmático de lo que puede ir estableciéndose con cuestiones nuevas e interesantes, cuestiones que invitan a decir cosas como intenta pensar de este modo. Por tanto, no se trata de ofrecer argumentos que vayan en contra de lo que pretendemos superar, sino que la gracia está en crear un léxico atractivo, un léxico inspirado en una filosofía del lenguaje tal y como la presenta Donald Davidson en la tesis fuerte del pragmatismo filosófico que ya vimos.

Cuestiones básicas de hondura filosófica que enjuician la naturaleza del lenguaje no por una naturaleza intrínseca, tal y como se había estudiado hasta ahora -todo base de teorías que chocaban entre sí- sino por una buena disposición que pueda hacerle frente, que pueda filosofar, a su carácter contingente, estudiándolo en esa misma tesitura en la que lo empleamos, porque si la filosofía se aleja de la práctica común para sumergirse en un baño de esencias, entonces seguiríamos alargando la futilidad. 


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