Manuel E. Yepe •  Opinión •  25/01/2017

Los profetas de la Cuba postcastro

Hace 60 años que los medios de prensa estadounidenses se colman de especulaciones sobre la caída a corto plazo del proceso revolucionario cubano por efecto de las penurias económicas que derivan del bloqueo impuesto por Estados Unidos a la Isla.

Surgieron después pronósticos de todo tipo acerca del próximo fin de la revolución en Cuba a causa del derrumbe de la Unión Soviética. Más tarde vinieron presagios de un trágico destino para la independencia de los cubanos cuando faltara Fidel Castro en la conducción del proceso revolucionario.

En la actualidad tales ilusos vaticinios se han transformado en ridículas profecías de que el Armagedón sobrevendrá cuando no gobierne Raúl Castro en Cuba.

Sin embargo, la espontaneidad, vitalidad y solidez del apoyo popular a la revolución en Cuba y la solidaridad mundial con la causa de los cubanos en ocasión del fallecimiento de Fidel ha puesto a pensar seriamente a los profetas. Ahora se acercan cada vez más a la probabilidad de que la continuidad de la revolución es inevitable y que lo que habrá de cambiar es su contexto antagónico.

Habría que cuantificar lo que ha costado al poder hegemónico la manipulación de la conciencia de sus ciudadanos respecto a su vecino del mar Caribe por medio del control sobre los medios de comunicación durante más de medio siglo.

Sin dudas, han fracasado estruendosamente, pero hay que admitir que algo han logrado: desde intelectuales muy competentes en sus complejas especialidades hasta mucha gente común en Estados Unidos, se muestran permeados por los efectos de la propaganda más negativa acerca de todo lo que ha ocurrido en Cuba en los últimos 58 años.

Basta repasar cualquier periódico, revista, libro u otro medio de prensa estadounidense, cualquier programa de televisión, de radio, o película hollywoodense, para advertir que cada día durante más de medio siglo el ciudadano medio usamericano ha sido sometido a un barraje sistemático de diabólicas calumnias sobre Cuba.

Lo verdaderamente increíble es que en Estados Unidos haya subsistido una cantidad tan notable de gente que haya resistido la embestida de propaganda y presiones, y que hoy exista un crecido número de personas con capacidad de discernir lo cierto de lo falso y se muestre capaz de resistir las presiones que su gobierno les ha impuesto a la formación de su propio juicio acerca de la decisión de los vecinos cubanos de seguir el curso político independiente para el que la revolución victoriosa desde 1959 le ha creado condiciones.

La arribazón de ciudadanos estadounidenses a Cuba luego de los acuerdos que acompañaron al anuncio del restablecimiento de los nexos diplomáticos el 17 de diciembre de 2014, fue resultado de un resquicio que se abrió en la prohibición de los viajes a Cuba de los ciudadanos USAmericanos al aprobarse que lo pudieran hacer con licencias especiales para diferentes propósitos (familiares, de salud, religiosos, de estudios, investigativos y otros) que permiten eludir ciertas exigencias del rígido bloqueo legislado por el Congreso de Washington en 1962.

Estos viajeros excepcionalmente autorizados para viajar a la Isla prohibida no clasifican como turistas por exigencia de las leyes de un “embargo”, que tampoco quieren que sea llamado “bloqueo” dada la eufemística voluntad estadounidense de minimizar su alcance en la semántica, pero no en su objetivo ni su contenido.

Una vez en la Isla, los viajeros autorizados no pueden alojarse en los lugares creados, adaptados o destinados preferentemente para turistas como suelen ser las playas, islotes y montañas. Por tal motivo, solo pueden alojarse en las urbes y por ello provocan gran concentración de extranjeros en La Habana y otros lugares donde, como regla general, se alojan quienes visitan el país por cuestiones de negocios u otras misiones de trabajo propias de las áreas de concentración urbana.

Pero, en el caso de los estadounidenses, les está prohibido por su gobierno sostener relaciones comerciales con Cuba y ello genera una distorsión que afecta tanto al turismo como a la vida cotidiana de los citadinos.

Las características de la Cuba “postCastro” que tanto interés despiertan en los cubanólogos de otros países, dependerán siempre de los propios cubanos que, gracias a la revolución se han armado de todos los recursos materiales y legales para asumir por sí mismos, su destino. En cuanto a sus vínculos con el poderoso vecino del Norte, ese futuro dependerá, en buena medida, de la libertad de que dispongan los estadounidenses para relacionarse con Cuba en pie de igualdad y de solidaridad, sin la interferencia de Wall Street y de los intereses de las corporaciones y consorcios multinacionales que, desde Estados Unidos, imponen tensiones derivadas de sus ambiciones hegemónicas que nada tienen que ver con los reales intereses ciudadanos de esa nación.

Este enfoque es válido no sólo para el turismo.

Fuente: Rebelión


Opinión /