Jesús García de las Bayonas Delgado •  Opinión •  23/12/2016

El caso Íñigo Errejón y el último Podemos

Dentro del proceso de decisión interna en Podemos que se está produciendo desde estas fechas hasta la Asamblea Ciudadana de Vista Alegre II, hay en juego una cuestión interna que, al menos de Podemos hacia afuera e incluso a un nivel de única y exclusivamente de inscrito como es mi caso, está siendo percibida como un duelo entre el Secretario General y el Secretario Político de Podemos, es decir, entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. En el Podemos anterior, el de Vista Alegre I y anterior al 20D ambos parecían clara y abiertamente compatibles y, aunque diferentes, resultaban compenetrados y complementarios: un carácter más firme o, coloquialmente hablando, “mano-derecha” de Pablo y una “mano-izquierda” de Íñigo más formal, amable o incluso conciliador.

Pero tras el 20 D y, sobre todo, tras el 26J la situación ha encallado y se ha enquistado y el “dúo dinámico” de Podemos parece roto; principalmente a causa de los resultados electorales que nos dejaron triunfo o al menos sin un sorpasso que habíamos prácticamente tocado con los dedos. Por lo que, al no alcanzarlo, se ha terminado por pretender imponer sin ninguna discusión sensata posible que su causa tenía origen en determinadas corrientes internas a las que se acusa de “moderadas”. Unas corrientes que no quieren “llamar a las cosas por su nombre”, ni “decir verdades como puños”. Lo que ha llegado, incluso, a producir una vorágine interna en la que se ha perdido propiamente el respeto al resto de posiciones y sujetos políticos internos por parte de la dirección de Podemos y de algunos cargos orgánicos de notoria importancia. Donde, además e incluso, el enemigo se ha hecho interno a través de ellos: porque se ha llegado a repetir a menudo que detrás de ciertas candidaturas a cargos orgánicos internos territoriales había intereses de multinacionales mediáticas, como podía ser el grupo PRISA.

De forma o manera que un sector o sectores de Podemos más que otro se ha creído instalado en lo que consideran la verdad y la razón absolutas, en “la verdad de las verdades” desprendida del resto de posiciones políticas e incluso de su validación democrática. Ha sucedido que la necesidad del cambio político y la, al mismo tiempo, certeza de su imposibilidad a corto plazo que todos percibimos ha devenido en “ansiedad creciente y exasperante” y se está perdiendo el respeto por las formas y los principios (de respeto fundamentalmente) a diferentes niveles en la mayor parte de la dirección. Se ha llegado incluso a pelear, al mismo tiempo, por conceptos como democracia, proporcionalidad o pluralidad en Podemos. Pero imponiendo la interpretación de dichos conceptos a nivel interno que convenía al caso para la corriente interna o parte en liza de que se tratase y la representación exclusiva de dicha corriente a la menor ocasión. Un ejemplo de ello podría ser el manifiesto Podemos en Movimiento, el cual apelaba a que Podemos “admita de una vez por todas el pluralismo” y firmante fue Teresa Rodríguez, SG de Podemos Andalucía. Pero cuando Rodríguez ganó las recientes primarias andaluzas, impuso en el Consejo de Coordinación a personas de su estricta y exclusiva confianza, despidiendo o desplazando de sus cargos a todas las personas que no pertenecían a su línea política.

La realidad es que es un claro error, y está fuera de la realidad pretender que desde la única y exclusiva auto-referencialidad y auto-suficiencia de un sector o corriente particular de Podemos, ya sea mayoritario o no lo sea tanto, se vaya a poder alcanzar más de un 5-10% de los votos en unas elecciones generales o autonómicas. Podemos surgió como complemento de diversas tendencias o corrientes políticas, unas más tradicionales y otras más innovadoras, que se unían y se respetaban entre sí para alcanzar llegar a una cuestión de mínimos, un programa político y hoja de ruta común entre sí para atajar una avalancha de recortes de derechos sociales, austeridad y de rescates a oligopolios bancarios y financieros. Un talud que parecía irrefrenable e incontenible, ya gobernara el PSOE o el PP: porque fue el PSOE quién comenzó a ejecutarlos en 2010 tras la grave crisis económica de 2008.

Es preciso salir cuanto antes de esta situación en la que se está escorando hacia una “presunta”, aunque poco probable, “autenticidad” de Podemos que aísla, margina y priva de representación al resto de posiciones internas. Algo que requiere para atajarla en primer lugar que un sector o sectores de Podemos más que otro/s se baje del “Trono de Hierro de los Siete Reinos” y acepte que el otro puede llevar razón o verdad, al menos en parte. Porque sobre todo tras el 26J y, por tanto, en el último Podemos hay especialmente en los posicionamientos de su dirección “oficial” en torno al Secretario General un “viraje” importante con el que se ha dejado de buscar la complementariedad de los diferentes sectores o familias en Podemos y, por tanto, de buscar la conexión la mayoría social de la gente corriente, muy poco o nada politizada y que no entiende en la mayoría de casos de distintas doctrinas políticas. La gente de la calle, la gente corriente lo único que quiere es que se solucionen sus problemas. en la medida en que eso sea posible. con su voto. Por tanto, se trata de que Podemos comience de nuevo a respetar las diferencias y las diferentes posiciones internas porque son siempre accesorias, frente a lo esencial, que es lo que nos une en Podemos. Hay que “volver” a un Podemos de respeto fundamentalmente por parte de la mayoría de la dirección de la organización y, al mismo tiempo, complementario: a la realmente fórmula originaria del proyecto Podemos. Un respeto que necesario e imprescindible si se trata de cargos orgánicos que se deben a toda la organización en su conjunto y a todos sus diversas posiciones políticas.

Pero en la práctica ha sucedido que cualquier cosa por nimia o mínima que sea es ilegítima o “no-correcta” para la dirección en Podemos. Un ejemplo se ha producido recientemente al comparar los diferentes sistemas de votaciones que se proponen con los que se propone por parte de otro sector. Ha sido cuando la corriente del manifiesto Podemos Recuperar la Ilusión ha hecho un vídeo comparando su sistema propuesto con el sistema DesBorda de votación y que es el de la línea “oficial” en torno a la SG. Con respecto a dicha comparación se ha llegado a decir incluso, por parte de Pablo Echenique, que no lo consideraba correcto porque era hablar en negativo de o entre compañeros/as de Podemos. Pero la cosa no quedaba ahí: pasados los procesos de primarias internas de Podemos en algunas Comunidades Autónomas, se ha vuelto a resucitar el fantasma de “la conspiración interna” de un sector de Podemos; un sector que Juan Luis Cebrían utilizaría y del cual se serviría para “la destrucción de Podemos”. Algo con respecto a lo que, no obstante, dice Echenique, que se ha reído muchísimo y, según lo cual no queda otra opción que votar el sistema DesBorda “si quieres salvar el mundo”, en un tono claramente jocoso, pero que en absoluto es del todo inocente.

Pero la verdad es que no soy nada partidario de imponernos a nivel interno un código de honor o de lealtad interno en Podemos que nos diferencia del resto de la sociedad, dándonos así de una diferenciación o distinción “compañero/a” que nos distinga del resto de la sociedad y de terceros de los que pretendemos conseguir su apoyo. Porque pretender lo contrario no sólo nos alejaría de la realidad: sino que dicho código no podría ser nunca público, escrito ni tener unos términos fijados como los planteados, algo o bastante paternalistas, y que se podrían interpretar según convenga al caso por quien ocupe un cargo orgánico en la organización. Porque si las diferentes posiciones no se pueden ni siquiera comparar entre sí y, no digamos ya, criticar: entonces estamos ante una confianza ciega, irreflexiva y paternalista hacia la dirección de Podemos. De forma que la insignificancia del hecho planteado de dicha comparativa de diferentes sistemas de votación sea o aparezca como “no-correcto”.

Mientras que, al mismo tiempo y por el contrario, sí sería, correcto despedir a diferentes cargos asesores del partido que se consideran opuestos a la reciente “línea oficial” y su reciente “viraje”; algo que ha sucedido y es una realidad. Unos despidos que han sucedido y que han debido de suceder, en algunas ocasiones al menos, con la firma del Secretario de Organización estatal de Podemos, Pablo Echenique. Tampoco sería “no-correcto” encuadrar a una corriente interna en un eje interno del mal respaldado por multinacionales, ni pretender laminar a un sector contrario a la dirección oficial de una forma antidemocrática; en la que no se les da la oportunidad a los inscritos de elegir si el cese o no a un determinado cargo de tan notoria importancia, como es el de Secretario Político. Claro, ello es consecuencia del modelo de partido que surgió en Vista Alegre I: un Podemos de la urgencia, necesidad e incluso excepcionalidad para la/s batalla/s electoral/es a las que nos debíamos enfrentar. Pero un Podemos que se terminó imponiendo de manera justificada en la necesidad de abordar eficientemente las distintas citas electorales.

Pero con la mencionada destitución se trataría o es una decisión que, de producirse, no se piensa validar democráticamente y de forma directa por los inscritos en Podemos. No, se supone que valdrá simplemente con que los documentos propuestos por él [Íñigo] no salgan elegidos. Lo que les da “carta blanca” para desplazarlo a él y a su sector de la representación interna en Podemos de forma “derivada” de una votación de documentos político-organizativos. Se podrá decir que son confabulaciones mediáticas. Pero nadie ni ningún cargo orgánico afectado ha salido, a raíz de la publicación de dicha información, a negar dichas informaciones. Se me podría acusar incluso de que tener este debate abierto es ir en contra de Podemos en general. Pero que nadie espere, al menos de mi, mi silencio cuando se trata de afectaciones a derechos internos y de respeto a los diferentes actores internos ya sea en Podemos o fuera de Podemos.

Como vengo diciendo, el problema viene dado por el giro imprimido por la mayoría de la dirección de Podemos tras las recientes citas electorales, en la que se ha dado por sentado que la causa de no haber logrado los resultados esperados se ha debido a una presunta “moderación del discurso y de la práctica política”. Parecería, entonces, que un sector moderado de Podemos tenía o tuvo encerrados a la mayoría social de nuestro país en sus casas para que no salieran a las calles a manifestarse contra el orden político-económico vigente. El resultado es o parece que será volver a las calles, a donde surgió todo con el 15M, con un discurso que satisface a una minoría comprometida y versada en doctrina política. Pero se trata de un volver a las calles que, como se plantea, podría ser sin nada de lo conseguido durante estos intensos años en los que todos y todas queríamos una representación política en el Parlamento y en las instituciones que fuese reflejo de las calles a las que, por fin, íbamos a representar de forma congruente y adecuada.

Pero con dicho giro o viraje se conectará todavía menos con una mayoría social que ya nos dio la espalda el 26J. Entre otras cosas, porque dicha mayoría, tras el 20D y sobre todo tras el 26J, abolió de facto o comenzó a borrar la línea divisoria entre “la nueva política” y “la vieja política del bipartidismo”. Pasamos a ser más indistinguibles de la misma clase política de siempre o del bipartidismo que no se ponía nunca de acuerdo, que sólo iba a hablar al Parlamento de si misma y no de la gente corriente, que no hacía más que descalificarse entre sí, para echarse la culpa de todo los unos a los otros y que no era capaz de llegar a ningún acuerdo para solucionar. en la medida de lo posible con sus apoyos o votos recibidos, sus problemas.

Podría entonces pensarse que si, ante una realidad así, frente a la que se entiende que “las verdades son como puños”, no conduce más bien a consolidar el efecto que se pretende evitar, llegando a producirse a un escenario que se asemeja a un combate de boxeo en toda su crudeza y radicalidad descontextualizada y, por tanto, no comprendida a un nivel popular. Porque sí, hay que decirlo: la mayoría social de nuestro país no es entendida en cuestiones políticas a un nivel como se manejan entre sí las diferentes corrientes en Podemos. Por lo que, ni apelando a la verdad en toda su crudeza y aspereza, ni apelando única y exclusivamente a la pureza doctrinal de la vieja izquierda o “eje-izquierda” se conseguirá movilizar a la mayor parte de la sociedad necesaria para el cambio político y social en nuestro país. Porque “el cambio político se dice de muchas maneras” y no todas ellas necesaria, directa o puramente conectadas con la doctrina y/o el dogma político tradicional. Una doctrina que, por otra parte, siempre es susceptible de muy diversa interpretación derivada de la siempre insuficiente taxatividad de los textos de una tradición de izquierdas.

Pero si se trata solamente de una fidelidad a la doctrina que “arrastre”, conseguirá seducir y arrastrar propia y únicamente a una minoría. Cuando, en verdad, el objetivo era o es alcanzar una mayoría amplia que quiere el cambio social y político en nuestro país, una mayoría que llegara a tener bien presente una cuestión de mínimos políticos que no requería entender propiamente de las diferentes e incluso yuxtapuestas doctrinas políticas. El problema viene ahora dado por “el último Podemos”; porque la pretensión de construir nuevas mayorías sociales y un nuevo sujeto político de cambio y transformación en torno a Podemos no es válida y se comienza a considerar como “lo moderado” o “inválido” y se pretende prescindir al máximo de la complementariedad, marginando o excluyendo al resto de posiciones internas. Donde cualquier cosa, además, que se desvíe o desmarque de la línea oficial es síntoma de incorrección política o deslealtad; tomándose el asunto como una afrenta y dejando así incluso de presuponer “buena fe” por parte de la dirección mayoritaria de Podemos a nivel interno a los demás. Donde una cosa tan sana, políticamente hablando, como criticar en unas diapositivas las diferencias de los sistemas de votación, es o parece como ilegítimo. Por lo que habría que distinguir y, al mismo tiempo, desvincular los sentimientos propios o personales que inspira una crítica política a la dirección y lo que realmente suponga dicha crítica: porque criticar dentro de las formas adecuadas y respetando -como hacía la comparación de las diapositivas- no supone limitar el derecho de los demás a hacer lo mismo independientemente de a quién se haga. Pero en todo caso, el decidir si eso fuese así o no, si se contraviene a la libertad de los demás a hacerlo lo mismo, es algo que no deberían decidir la dirección política al caso. No, sino que deben hacerlo instancias independientes que sean terceros frente a los sujetos en liza o disputa, como los Tribunales o las Comisiones de Garantías que deberían, dicho se sea de paso, ser aún mucho más independientes de lo que son actual de la dirección y del poder político.

Pondré un ejemplo que creo se entenderá para terminar: si, por ejemplo, se lamina finalmente a Íñigo Errejón y con él a su corriente -como publican algunos medios que se pretende hacer tras Vista Alegre II- en unos términos nada democráticos y ni validados para tal procedimiento, dependiendo exclusivamente de la Secretaría General. Lo que tendremos, entonces, será un proceso destitución arbitrario o discrecional de los dirigentes que lo lleven a cabo en base a un reglamento interno de urgencia como fue Vista Alegre I. Porque por mucho que la dirección oficial de Podemos se crea cargada de razón, de conceptos y de la doctrina política correcta, si no se valida de forma democrática dicho acto de destitución o de sustitución de forma directa por los inscritos y depende de la Secretaría General o de la de Organización al caso -dejando, por otro lado y con ello, vinculados los documentos con los liderazgos o las caras- será un acto que irá o afectará de manera importante los legítimos derechos internos de un sector o sectores de Podemos.

Nadie tiene propiamente ni en Podemos ni fuera de Podemos la verdad en sentido último, ni la última palabra acerca de las cosas. No la tiene sin contar, al menos, con los demás, con los inscritos. Nos podemos acercar bastante a la verdad. Pero para que nos acerquemos a la verdad, se requiere el concurso y la complementariedad del resto de personas o sujetos políticos internos de Podemos, no del criterio exclusivo de los dirigentes de Podemos que no van a ser destituidos o laminados. También requiere un “respeto mutuo” a nivel interno en Podemos hacia la integridad política y moral de los distintos agentes; pero sobre todo y fundamentalmente por parte de la dirección política, dejando de lado o desvinculándose en todo lo posible de su papel de parte en la “liza” o discusión interna. Por tanto, por lo menos eso: respeto-mutuo, votar democráticamente y no huir en Podemos de la democracia “hacia adelante”; sin respetar al resto de sujetos políticos, independientemente de si se considera de forma particular que tienen mayor razón o menos.

Porque eso de “llevar razón” habrá que verlo, votando, argumentando y dejando de vincular documentos organizativos con los liderazgos e identificaciones ciegas o plebiscitarias que no quieren aplicar nada más que su “modelo” de partido o constitución interna, como ha dicho Pablo Iglesias en repetidas ocasiones. Por tanto, decisiones democráticas validadas de forma directa. Aunque, por otra parte, se puedan siempre votar y elegir cosas ni adecuadas ni justas. Pero la democracia es una garantía imprescindible para que los asuntos no se resuelvan de cualquier manera y a la que no se debería renunciar así como así.

Por otro lado, la noticia referida sostiene, en base incluso a las fuentes de los agentes intervinientes, que se trataría con dicha destitución de una “contrapartida” al sector de Anticapitalistas. Una corriente que se considera a sí misma en parte como heredera del pensamiento del reprasaliado político León Trosky. Pero parece importarle poco o nada a dicho sector que el procedimiento de destitución de Errejón no fuese un acto, propia ni directamente, democrático. El problema de todo reside en que “los principios” de ambos sectores confabulados, ahora, en desplazar a otro sector de Podemos de la representación y de la legitimidad interna, es indicativa de que los principios “dependen” en todo caso para ellos/as de la ocasión, del momento, del caso o de cómo se interprete de forma particular que es “el caso”. De forma que parece que se hacen depender de la conveniencia y de la oportunidad, de a quién se le dé el palo. Porque estoy convencido que darían respuestas diferentes si se trata de laminación de Íñigo Errejón, que si se tratase de, por ejemplo, la laminación política de Trotsky cuando fue desplazado del PCUS. Claro, podrían decir: “es que Trosky no era un moderado e Íñigo sí”. Pero, bueno, en el peor de los casos que se elija democráticamente de forma directa que eso es así y no de otra manera. Aunque, en cualquier caso, eso el algo que se pudo decir, perfectamente, por quienes destituyeron a Trotsky y se hicieron con control del PCUS tras la muerte de Lenin.

Los principios formales son, por definición, una manera de ser coherentes y consecuentes independientemente de paternalismos y de subjetivimos personales. Frente a unos planteamientos en los que, propiamente, “lo malo” o “incorrecto” puede aparecer como una desviación de una línea oficial a un nivel con, a lo mejor solamente implicaciones morales o de conciencia. Pero que no suponen en verdad algo externo que dificulte o perjudique a la libertad del resto a hacer lo mismo. Porque sí, criticar argumentada y fundamente “no impide nunca ni puede impedir que los demás hagan lo mismo”. Pero lo que sí impide, en cambio, “que los demás hagan lo mismo” es cesar a un cargo de forma no validada de forma directa por las urnas valiéndose de un reglamento de urgencia.

Porque los principios y el que no haya lo que se conoce popularmente como “dónde dije digo, digo diego” son los que marcan una necesaria distancia frente a los sentimientos y pasiones humanas irracionales, egoístas y narcisistas que profesamos todas las personas sin excepción. Para que así, el laminar políticamente a alguien o a un sector concreto de forma no democrática sea lo que “no es correcto”, lo que no esté bien, independientemente de “a quien se haga”. A no ser, claro, que el sujeto a destituir hiciera una cosa exterior infinitamente peor que fuese contra la libertad de los demás. Porque cuando hay en juego personas diferentes, que tienen sus propias ideas, derechos y libertades no hay disciplina interna que justifique el silencio, cuando éstas son o laminadas o desplazadas creyendo, quienes lo hacen, que el fin puede alguna vez justificar los medios. Porque cuando se trata de personas, los principios son, propiamente, reconocer que el otro que es “diferente” y que puede estar equivocado es igual, tiene la misma dignidad y merece igual respeto que uno/a mismo/a.

Podemos, sí. Pero no de cualquier manera…

* filósofo e inscrito en Podemos por Puertollano (Ciudad Real).


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