Paco Campos •  Opinión •  01/10/2016

Claro que podemos dudar de nuestras sfirmaciones

Pretender que podemos hacer afirmaciones que nunca se puedan poner en duda es como admitir que hay verdades separadas de cualquier hábito del  habla, admitir que existen criterios que tienen validez fuera del contexto en que fueron utilizadas. Es algo parecido a los dogmas o a los enunciados de la ciencia. Lo que pasa es que si discutimos la validez de una teoría en la que esas declaraciones están insertas, lo que hacemos es disquisicionar de la misma manera que hacemos disquisiciones sobre lo que acontece en cualquier tiempo y lugar. Luego, aún en ese caso, una declaración que tome como fundamento la correspondencia con la realidad a la hora de establecer una verdad, tiene que responder al sentido de los argumentos que se esgrimen y, por tanto, tiene que responder no sólo a la teoría de la correspondencia, sino a todo el argumento que pueda sostener dicha afirmación verdadera, o lo que es lo mismo: tendrá que tener en cuenta el contexto del que depende.

Rorty, que llama la atención sobre el asunto, cuando advierte que tanto Habermas como Wellmer, no destacan la diferencia entre una declaración verdadera sometida a la teoría de la correspondencia y otra que responda a hábitos de acción, salvaguardando que toda declaración verdadera ha de responder al mismo grado epistémico, pues de lo contrario habría tantas verdades como maneras de usarlas, Rorty, digo, manifiesta la diferencia de forma muy sencilla: si responden al contexto, hábitos de habla y acción, entonces esas declaraciones son tan verdaderas como las propiamente declarativas o institucionales, porque los enunciados de ambos tipos expresan verdades comunicativas. Si, por el contrario, sólo admitimos verdades de enunciados institucionalizados e indubitables, entonces llevamos al borde del precipicio a todas las formas de habla que conducen, que llevan a vivir al hombre entre humanos. Es por ello que podemos dudar de todos los enunciados que hayamos formulado, dado que todos ellos, todos sin exclusión, tienen su origen en el contexto en el que se expresan y su finalidad es comunicar, nunca fuera de ese contexto.


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