Mohsen Saleh Mohammed •  Opinión •  25/08/2016

Los diez obstáculos que impiden la reconciliación palestina

 

El pasado mes de mayo se cumplieron cinco años de la firma del acuerdo de reconciliación palestino firmado entre los movimientos de Fatah y Hamás y otras facciones palestinas. El acuerdo necesitó para su conclusión de tres años de negociaciones. Pero, ¡¿por qué dicho proyecto de reconciliación lleva tanto tiempo sin aplicarse a pesar de ser terriblemente necesario y del punto muerto a que ha llevado al proyecto nacional palestino?!

En términos prácticos, nos encontramos con dos socios rivales que se vieron “forzados” a comprometerse con la reconciliación a pesar de sus grandes diferencias. Hay una serie de razones y obstáculos que han impedido la reconciliación, con diversos grados de influencia e importancia, que se resumen a continuación:

1- El marco de referencia ideológico

No hay un punto de referencia intelectual e ideológico conjunto que determine cuál debería ser uno de los fundamentos y una línea roja que no puede comprometerse ni ser objeto de negociación a partir de determinadas consideraciones políticas, circunstancias objetivas y subjetivas y equilibrio de poderes. Por ejemplo, los grupos islámicos rechazan por razones religiosas reconocer a Israel o ceder alguna parte de Palestina, mientras que otras facciones ofrecen consideraciones relacionadas por la realpolitik, los intereses, las tácticas y las actuaciones provisionales.

En este escenario, puede parecer en principio que la coexistencia es posible. Sin embargo, la experiencia práctica en el caso palestino ha demostrado la existencia de obstáculos importantes. Algunas de las cuestiones más espinosas han sido el reconocimiento de Israel y su derecho a existir en el 77% del territorio de la Palestina histórica, algo que Hamás rechaza a partir de premisas islámicas, pero ante lo que el liderazgo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Fatah y la Autoridad Palestina (AP) no sienten muchos escrúpulos, como se constató en los Acuerdos de Oslo. Esos acuerdos fundaron la AP y fueron la base del sueño para convertirla en un Estado palestino.

Por su parte, Hamás quiere ejercer su derecho a servir a su pueblo y gobernar sin tener que reconocer a Israel, sin abandonar la resistencia o aceptar los acuerdos firmados por la OLP. Es decir, Hamás quiere imponer nuevas condiciones para el juego, lo cual constituye un anatema para los israelíes y los estadounidenses.

En términos prácticos, Mahmud Abbas y los dirigentes de la OLP y Fatah han hecho un llamamiento a formar un gobierno que pueda levantar el asedio. Sin embargo, Israel y EEUU se oponen a ello si antes no se aceptan las condiciones del Cuarteto, desarrolladas después de que Hamás ganara las elecciones generales en 2006, empezando por el reconocimiento de Israel…, algo que, de nuevo, Hamás no puede aceptar nunca.

2- Prioridades y vías

El punto anterior ha influido en el programa nacional de cada partido y en cómo determina sus prioridades y dónde considera que pueden hacerse concesiones, así como en la visión estratégica y táctica de cada una de las partes respecto a sus respectivos proyectos para la paz y la resistencia, y en qué es lo que debería hacerse en primer lugar. Se plantean una serie de preguntas sobre las siguientes cuestiones: si hay que priorizar la formación de un gobierno de unidad nacional y celebrar elecciones; o reformar y reactivar la OLP; o reformar las fuerzas de seguridad; o los programas económicos; o levantar el asedio y llevar a cabo la reconstrucción de Gaza; o impulsar el reconocimiento del Estado palestino en la ONU; o la cuestión de los refugiados; o cómo enfrentar los intentos de judaización, especialmente en Jerusalén. Es decir, qué peso habría que dar a cada tema y a partir de qué base debería aplazarse o adelantarse, así como una serie de preguntas sobre el número de cuestiones que podrían plantearse de forma simultánea.

3- La falta de un marco de referencia institucional

… al que ambas partes pudieran consultar, que determine las prioridades del proyecto nacional, que establezca los mecanismos de toma de decisiones, que represente al pueblo palestino en el interior y en la Diáspora y que fije los mecanismos para la transferencia pacífica del poder. Aunque la OLP es habitualmente la entidad que debiera jugar este papel, Hamás, el Movimiento de la Yihad Islámica en Palestina y amplios segmentos palestinos… siguen sin tener representación en dicha organización, y el movimiento de Fatah lleva monopolizando su liderazgo desde hace 47 años (febrero de 1969).

Por tanto, la OLP ya no representa la verdadera voluntad del pueblo palestino. Actualmente no hay ninguna entidad palestina que agrupe a todos los palestinos y en la cual puedan deliberar sobre su situación, desarrollar programas y determinar sus prioridades y planes.

Las instituciones de la OLP se han visto afectadas por la “intrusión” de la AP en sus prerrogativas, lo que ha hecho que pierdan eficacia. El Consejo Nacional Palestino (CNP) no ha convocado una verdadera sesión desde 1991, excepto en una ocasión, en 1996 (plagada de desaciertos), durante la cual se abolieron o suspendieron la mayor parte de las cláusulas de la carta nacional a fin de adaptarla a los compromisos de los Acuerdos de Oslo. En otras palabras, que este consejo lleva 25 años sin funcionar, excepto cuando le “llaman” para que respalde los deseos del liderazgo, aunque sea para alterar la identidad original de la OLP y su raison d’être.

Aunque el acuerdo de reconciliación estipulado para reformar la OLP incluye a todas las facciones palestinas, la conducta de los dirigentes de la OLP ha obstruido habitualmente el cumplimiento de los compromisos relativos a la reforma y reconstrucción de las instituciones de la organización. La dirección política de Hamás, de la Yihad Islámica Palestina y de otras facciones no solo tratan de colaborar con la dirección de la OLP, sino también de reconstruir las prioridades del proyecto nacional palestino a partir de bases que rechacen seguir cediendo territorio y que protejan la opción de la resistencia, lo que implicaría revisar los acuerdos firmados por la OLP para abolirlos o enmendarlos. Esto es un anatema para los dirigentes de la OLP, que tratan por todos los medios de impedir tales cambios.

4- La influencia árabe

La influencia de Egipto, Siria, Jordania y Arabia Saudí sobre los responsables políticos palestinos no es ningún secreto. Egipto juega habitualmente un papel fundamental dando cobertura al liderazgo palestino y a los acuerdos internos palestinos. Egipto estuvo en su día detrás de la creación de la OLP y del nombramiento de Ahmad Shuqairi como su líder. También apoyó su destitución y el ascendiente de Fatah en el liderazgo de la organización, que continúa dominándola, además del respaldo prestado al proceso de paz asumido por el liderazgo de la OLP.

Además, el Egipto anterior a la revolución del 25 de enero de 2011 (y después del golpe de Estado del 3 de julio de 2013) fue en gran medida responsable de la forma en que Hamás tuvo que lidiar con la situación y de los intentos de aislarles, debilitarles y socavarles.

Por otra parte, Siria, antes de su actual conflicto (iniciado en marzo de 2011), fue incubadora de Hamás y las fuerzas de la resistencia, lo que tuvo una gran influencia en la confrontación con el “frente moderado”.

Los países árabes, especialmente el anillo que rodea Palestina, tienen una responsabilidad histórica en la profundización de la crisis del proyecto nacional palestino, debido a las restricciones puestas a las actividades de la resistencia y a la acción popular y política del pueblo palestino. Los palestinos no han podido organizarse libremente en esos países y sus elecciones eran a menudo rechazadas o limitadas.

5- La influencia israelí

Por parte israelí, la entrada de la OLP (y después de la AP) en la “Era de Oslo” y los consiguientes acuerdos sobre el terreno a partir de 1993, convirtieron a Israel en la parte “omnipresente ausente” de los cálculos de la OLP y de los responsables políticos de la AP.

Sin lugar a dudas, los Acuerdos de Oslo hicieron que los líderes de la “resistencia” se trasladaran a vivir bajo la ocupación israelí en Cisjordania y la Franja de Gaza, y obligaron a la OLP a abandonar la resistencia armada a cambio de una autoridad cuyos cruces de frontera, importaciones, exportaciones, finanzas y movimiento de sus dirigentes y cuadros están controlados por Israel.

Cuando a Israel le viene en gana, puede destruir infraestructuras, ocupar las zonas de la AP, arrestar a quien quiera, asfixiar la economía, proseguir con su política de judaización, imponer sanciones y chantajear a los palestinos a todos los niveles: económico, político y de seguridad. Israel puede eliminar elecciones legislativas, arrestar a los partidarios de la resistencia, incluidos los parlamentarios y ministros de Hamás, y desbaratar los mecanismos de funcionamiento de la AP.

Esto ha dado a los israelíes grandes posibilidades de presionar con mano de hierro al liderazgo y al pueblo palestino, haciendo de las reacciones y conducta de Israel un factor clave determinante de la reconciliación y negociaciones internas palestinas.

6- La influencia internacional

La posición occidental, y la posición de EEUU en particular, han tenido una influencia significativa en la hoja de ruta palestina. El apoyo absoluto de EEUU a Israel ha supuesto una intervención descarada y un intento de manejar las opciones y actitudes del pueblo palestino. Por ello, ha apoyado la ocupación, violación y prácticas israelíes contra el pueblo palestino y ha intervenido para imponer las condiciones del Cuarteto a Hamás y a las fuerzas de la resistencia palestina, entre ellas el reconocimiento de Israel, el fin de la resistencia armada y la aceptación de los acuerdos firmados por la OLP, incluidos los Acuerdos de Oslo.EEUU y sus aliados han tratado también de derribar y aislar a Hamás, tildándola de organización “terrorista” a fin de deslegitimarla, además de castigar al pueblo palestino por haber elegido libremente a Hamás.
Por otra parte, la postura sesgada de EEUU ayudó a socavar el proceso de paz, lo que llevó a un callejón sin salida los esfuerzos para conseguir los derechos palestinos, o algunos de ellos, a través del Consejo de Seguridad u otro organismo de la ONU. Esto ayudó a cimentar una crisis total en el proceso de paz postulado por la AP.

Una parte esencial de las negociaciones para la reconciliación se centró en condicionar la formación del gobierno palestino para que se ajustara a las condiciones del Cuarteto y de los posibles “vetos” de EEUU e Israel. Esto se aplicó también a la celebración de elecciones y a la reforma de las fuerzas de seguridad, etc.

7- La crisis de confianza

… entre Fatah y Hamás, o entre el campo de la [supuesta] paz y el campo de la resistencia. La crisis se profundizó en los últimos años, complicando aún más la situación. Durante un cuarto de siglo y a través de las relaciones entre facciones, sobre todo entre Fatah y Hamás, se ha ido consolidando una crisis inmensa de confianza: duros intercambios de acusaciones, fracasos en la colaboración, campañas de seguridad con enérgicas medidas, arrestos y exclusiones durante el período de 1994-2000 bajo la AP dominada por Fatah.

Hubo operaciones de resistencia desarrolladas por las facciones de la resistencia y Hamás que Fatah consideró que tenían como objeto obstruir y frustrar el proceso de paz hacia la estatalidad palestina; así como intentos de socavar, derrocar y obstruir por parte de Fatah y la AP contra el Consejo Nacional Legislativo, cuyos escaños ocupaba mayoritariamente Hamás, y contra el gobierno de Hamás.

También se afianzó la división tras la toma del poder por Hamás en la Franja de Gaza y el control por Fatah en Cisjordania, seguido de medidas de seguridad mutuas para garantiza el control por cada parte de su respectivo territorio, mientras la coordinación en materia de seguridad entre Ramala y EEUU-Israel alcanzaba sus máximos niveles contra las actividades de la resistencia y las facciones islámicas en Cisjordania. Asimismo, el estado de anarquía y el derramamiento mutuo de sangre sirvieron para profundizar esta crisis de confianza.

8- La dimensión cultural

Vinculada a las “enfermedades” de la sociedad palestina, especialmente a las relacionadas con la gestión de las diferencias y la transferencia pacífica del poder, la coexistencia y el hallazgo de campos comunes alejados del faccionalismo y del partidismo y con las tendencias hacia el monopolio, la desconfianza y el rencor a expensas de los programas de construcción de confianza y acción conjunta.

9- La crisis de liderazgo palestino

El liderazgo no ha estado a la altura de las aspiraciones de su pueblo, cayendo a varios niveles en las trampas de un gobierno dictatorial individual, cálculos personales, trabajo institucional ejecutivo débil, falta de respeto por las autoridades legislativas, clientelismo político, partidismo, oportunismo, corrupción, no saber aprovechar los enormes potenciales del pueblo palestino y fracaso a la hora de gestionar las diferencias políticas, etc.

10- La fragmentación y dispersión geográfica del pueblo palestino

Esta cuestión ha dificultado que los palestinos puedan reunirse, alcanzar acuerdos y adoptar decisiones. Los palestinos no viven en el mismo espacio y no se rigen por una única forma de gobierno. Los 2,9 millones de palestinos y dirigentes de Fatah bajo ocupación en Cisjordania, los 1,85 millones de la Franja de Gaza bajo asedio israelí y los 6,5 millones por todo el mundo están viviendo bajo distintas circunstancias. A pesar de las aspiraciones palestinas de liberación, retorno e independencia, las diferentes condiciones de sus vidas han impactado en su cultura, enfoque y comprensión de los problemas.

Por tanto, es necesario tener en cuenta toda esta serie de impedimentos para poder comprender las razones del retraso e interrupciones del proceso de reconciliación. Sin embargo, con una voluntad decidida y auténtica será posible avanzar siempre y cuando los avances no se limiten a los mecanismos sino que también se aborden prioridades y vías.

Mohsen Saleh Mohammed  es escritor y profesor libanés. Doctor en Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Jartum. Es un experto en Estudios Palestinos y del sudeste asiático. 
Fuente: Rebelión
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