Guerrasimbólica •  Opinión •  17/08/2016

Los fantasmas de los Juegos Olímpicos

En el Día Mundial de los Pueblos Indígenas

Cuando los primeros europeos llegaron a Brasil en el año 1500, este era el hogar de más de 10 millones de indígenas. Pero tras cinco siglos de asesinatos, torturas, enfermedades y explotación su población fue diezmada hasta tal punto que en la década de 1950 se había desplomado al mínimo histórico de 100.000 personas.

El eminente senador y antropólogo Darcy Ribeiro estimó que durante el pasado siglo una tribu se extinguía cada año y predijo que para 1980 no quedaría ni un solo indígena. Se piensa que desde el año 1500 casi 1.500 pueblos indígenas han desaparecido.

Y de los que sobreviven, algunos son tan pequeños que ni siquiera alcanzan las once personas necesarias para formar un equipo de fútbol. A día de hoy solo quedan:

Cuatro indígenas akuntsus (en el estado de Rondônia)

Cuatro jumas (en el estado de Amazonas)

Tres piripkuras (en el estado de Rondônia)

Dos indígenas del río Tapirapé (en el estado de Maranhão; puede que uno ya haya muerto)

Y… un único superviviente conocido como ‘El último de su tribu’ o ‘El hombre del agujero’ (en Rondônia)

Los recintos deportivos

El estadio con mayor capacidad es el Maracanã, en Río de Janeiro, con cabida para 78.838 espectadores. Una cifra considerablemente superior a los 51.000 que conforman el pueblo indígena guaraní, el más numeroso de Brasil. Algunos de ellos viven a solo 50 kilómetros de Río.

Estadios y pabellones deportivos del sur

Los pueblos indígenas del sur de Brasil (los guaraní-mybás, los guaraní-ñandevas, los kaingangs, los xoklengs y los xetás) viven en diminutas parcelas de tierra, a raíz del robo de la mayor parte de sus territorios por los colonos.

Tribu amenazada: los xetás resultaron prácticamente exterminados en la década de los años 50 a medida que sus tierras fueron usurpadas. En 1999 solo quedaban ocho supervivientes: tres hombres y cinco mujeres, todos ellos emparentados entre sí.

Las tierras de los guaraníes fueron robadas por terratenientes ganaderos y agricultores de caña de azúcar, que han arrasado sus bosques. Los indígenas ya no tienen dónde vivir más que a los lados de las carreteras.

Maracanã, Río de Janeiro

Maracanã, el nombre del estadio más conocido de Río, es un término indígena tupi que significa loro (también puede referirse a maraca-na, una maraca con semillas que utilizan los guaraníes en sus ceremonias religiosas). Su nombre real es Estadio Mário Filho.

Cuando se iniciaron las obras de reconstrucción de cara al Mundial de fútbol de 2014, se expulsó a un grupo de 70 indígenas de diecisiete tribus diferentes que ocupaba una mansión abandonada del siglo XIX. Su hogar fue destruido para la construcción de un enorme aparcamiento y de un museo del fútbol. Los indígenas querían que el centro fuera preservado como un Centro Cultural Indígena.

Esta mansión colonial acogió el primer instituto de investigación cultural indígena de Brasil en 1910. Poco después se convirtió en la oficina central del Servicio de Protección del Indio, hoy en día reconvertido en FUNAI. Hasta 1978 fue la sede del Museo de los Pueblos Indígenas en Brasil.

Tribu extinguida: la tribu goitacá que vivió junto a la costa de Río fue exterminada durante el conflicto armado con los colonizadores europeos.

Estadio de Belo Horizonte

A unos 100 kilómetros al nordeste de la ciudad de Belo Horizonte se encuentra un territorio indígena llamado “Fazenda Guarani”, que habitan los krenaks y los pataxós. Ambos han sufrido enormes pérdidas mientras se resistían a la expansión de la frontera colonial.

En la década de 1960, el estado brasileño estableció dos prisiones secretas dirigidas por la policía militar para castigar y reformar a los indígenas que se resistían a la invasión de sus tierras. Un exrecluso las llamó campos de concentración donde se forzaba a los indígenas a trabajar y donde se los golpeaba y aislaba en solitarios confinamientos si se negaban a ello. “Yo fui prisionero aquí durante doce años. La policía nos golpeaba tanto a los krenaks que luego teníamos que bañarnos con agua y sal”. Manelão Pankararu.

Tribu amenazada: los krenaks hoy suman 350 personas.

Estadio de Manaos

Manaos, la capital del estado Amazonas, es la única ciudad amazónica que acoge los Juegos Olímpicos. El estadio ha sido construido imitando el estilo de una cesta indígena.

Tribu extinguida: Manaos recibió este nombre por el pueblo indígena extinguido manáos. Este pueblo luchó contra la dominación portuguesa en la zona, encabezado por su gran líder Ajuricaba, que unió a varias tribus en la resistencia pero que finalmente fue derrotado.

Manaos creció de forma masiva a finales del siglo XIX con la riqueza generada por la fiebre del caucho. Decenas de miles de indígenas fueron esclavizados y forzados a extraer el látex de caucho. Se cometieron atrocidades abominables contra los indígenas: miles murieron como consecuencia de la tortura, de las enfermedades y de la desnutrición. Algunos indígenas evitaron la esclavitud adentrándose en las remotas cabeceras de los afluentes que irrigan el Amazonas, donde sus descendientes todavía siguen evitando cualquier tipo de contacto con la sociedad nacional.

A 100 kilómetros de Manaos está la tierra de los indígenas waimiri-atroaris. Desde el siglo XVIII esta tribu ha resistido con valentía a los cazadores invasores y a los trabajadores del caucho, y muchos perecieron en violentos conflictos. Pero el contacto se estableció en la década de 1970 cuando el Gobierno construyó una carretera a través de su territorio. Centenares murieron por enfermedades contraídas y en violentos enfrentamientos con unidades del ejército enviadas a la zona para sofocar cualquier tipo de resistencia a la carretera. El General Gentil Noguera Paes dijo: “La carretera debe finalizarse, incluso si para ello tenemos que abrir fuego sobre esos indígenas asesinos. Ya nos han desafiado en gran medida y se están interponiendo en la construcción”. La Comisión Nacional de la Verdad de Brasil investigó las atrocidades contra los waimiri-atroaris durante este periodo y averiguó que 2.650 fueron asesinados entre 1960 y 1980, durante el régimen dictatorial militar.
Tribu amenazada: para 1988 la población waimiri-atroari había caído en picado de 6.000 integrantes a solo 374. En la actualidad son más de 1.500. Se piensa que al menos un grupo de indígenas no contactados habita en su territorio.

Tribu amenazada: a solo 370 km de Manaos hay dos pueblos indígenas aislados. En Brasil viven más tribus no contactadas que en ningún otro país: FUNAI estima que hay más de un centenar de grupos en aislamiento voluntario. Muchos, como los kawahivas y los awás, están huyendo a medida que madereros y ganaderos armados destruyen su selva.

Dinero

Brasil está destinando más 10.000 millones de USD para pagar los Juegos Olímpicos. Una suma similar serviría para cubrir el presupuesto anual de su Departamento de Asuntos Indígenas (FUNAI) al menos 73 veces.

A FUNAI, que forma parte del Ministerio de Justicia de Brasil, se le están recortando fondos y poder, y su mera existencia peligra porque políticos antindígenas están intentando usar su influencia. En una carta abierta, trabajadores de FUNAI declararon recientemente: “El desmantelamiento de FUNAI ha contribuido a un aumento del número de asesinatos de líderes indígenas, a un aumento de la extracción ilegal de recursos naturales (…) y a un incremento de las tasas de mortalidad infantil y de suicidios, que se encuentran muy por encima de la media nacional.”

La página web de los Juegos Olímpicos ni siquiera menciona a los indígenas.

La línea del tiempo con que relatan la historia de Río de Janeiro comienza en el año 1500, cuando los europeos invadieron la tierra que ahora se conoce como “Brasil”. Ignoran de este modo los miles de años que los indígenas habitaron esta vasta región, y también la esclavitud, la violencia, la enfermedad y el genocidio a los que fueron sometidos durante siglos tras la llegada de los europeos.

El líder indígena Davi Kopenawa dice: “Hoy los blancos gritan: ‘nosotros descubrimos la tierra de Brasil’. Esto no es más que una mentira. Existe desde la época en que Omame, el creador, nos creó a nosotros y lo demás. Nuestros antepasados han conocido esta tierra desde siempre. No fue descubierta por los blancos. Pero los blancos se siguen engañando a sí mismos y ¡piensan que ellos descubrieron esta tierra! ¡Como si estuviera vacía! ‘Nosotros descubrimos esta tierra. ¡Nosotros tenemos libros y por ello somos importantes!’, dicen los blancos. Pero son mentiras. Lo único que hicieron los blancos fue robar las tierras a los pueblos de la selva y destruirlos. Yo soy hijo de los antepasados yanomamis y vivo en la selva donde vivía mi pueblo cuando nací, ¡y no voy por ahí diciéndole a los blancos que la he descubierto! Yo no digo que he descubierto esta tierra porque mis ojos pongan la vista sobre ella, y que por tanto la poseo. Siempre ha estado ahí, antes de todos los tiempos. Yo no digo ‘He descubierto el cielo’. Tampoco grito ‘¡He descubierto los peces y he descubierto los animales!’. Siempre han estado ahí desde el principio de los tiempos.

Durante cientos de años los guaraníes han ido en busca de la que llaman ‘tierra sin mal’. Hoy en día esto se manifiesta del modo más trágico: profundamente afectados por la pérdida de casi toda su tierra durante el último siglo, sufren una oleada de suicidios sin igual.

Los indígenas de Brasil tienen sus propias versiones de deportes olímpicos…

Los indígenas de Brasil practican deportes desde mucho antes de ser invadidos por los europeos. Algunos de sus deportes favoritos actualmente son el tiro con arco, el juego de tirar de la cuerda, el lanzamiento de flechas, el piragüismo o canoaje, la lucha y la “corrida de tora”, en la que los atletas corren con troncos de 120 kilos sobre sus espaldas.

Y algunos indígenas de Brasil tienen sus propias versiones de fútbol.

Los parecis, por ejemplo, juegan al xikunahity. En este juego hay dos equipos de diez jugadores. Se distribuyen por una cancha de tierra con forma rectangular de tamaño similar a un campo de fútbol y luchan por evitar que la pelota, hecha a partir de la fruta de mangaba, caiga al suelo empleando únicamente la cabeza. Por lo general, una comunidad pareci reta a otra a jugar. Cada jugador lleva consigo instrumentos como anzuelos de pesca y se hacen apuestas.

Los enawene nawes también practican una especie de fútbol con la cabeza.

Fuente: Guerrasimbólica


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