Maigualida Rivas Santana •  Opinión •  30/06/2016

Una reflexión sobre el BREXIT

La integración entre países a vivido diferentes momentos. Para mi hubo una ruptura conceptual e institucional con la creación de la “Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos” (ALBA – TCP). Crear una instancia bajo principios de solidaridad, cooperación, complementariedad, respeto mutuo a la soberanía de nuestros países, justicia, equidad, respeto a la diversidad cultural y armonía con la naturaleza desempeña un papel fundamental para los procesos revolucionarios y progresistas a nivel mundial.
El ALBA-TCP respetando la diversidad de los países miembros busca y promueve objetivos en el orden social, cultural y político donde lo económico-comercial está supeditado a los tres primeros, e insisto esta innovadora manera de integración es una ruptura significativa en la historia de los procesos e instancias internacional.
Hoy el triunfo del «BREXIT» y esto causa estupor en muchas personas, pero vemos que los «más afectados» de esta decisión soberana de los ciudadanos de Inglaterra es el sector de las Finanzas internacionales. Esto dice mucho del camino tan particular que la unión Europea eligió para recorrer como integración.
No hay duda que quienes más se han visto favorecidos de la integración en una «Comunidad Europea» han sido los sectores económicos y financieros de los países miembros. Los efectos de una entrada y hoy una salida, solo son medidos por los montos cuantitativos que esto genera. Pero donde quedan los aportes o efectos cualitativos de la Comunidad Europea? 
Algunas fuentes hablan de los programas educativos que van afectarse, o de los cambios que los ciudadanos tendrán en la utilización de los servicios de salud, o de los nuevos trámites de visas que podrán reimplementarse para el turismo y los trabajadores, ahí se limita el análisis cualitativo que hacen. Sin embargo, vemos como la mayoría de las opiniones y análisis en la prensa o en internet  se inquietan es de los efectos que esta decisión tiene sobre las bolsas de valores, sobre las inversiones y empresarios, sobres los bancos nacionales e internacionales, sobre las importaciones y exportaciones.
Vemos así como esta «integración» no tiene nada que ver con lo social, lo cultural, lo político en el mejor sentido de este término. Su mayor inquietud esta centrada en los efectos económicos que ella tiene. 
Esta «integración» de la Comunidad Europea está alejada de las verdaderas necesidades de los pueblos de Europa. Si ha servido, el alguna medida, para mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos siempre estuvo limitada al plano económico dando la apariencia que el pueblo se beneficiaba de esta integración. Pero la «crísis» reciente demostró que en vez de proteger primero a los ciudadanos, puso más bien en marcha todo un sistema de «seguridad» para salvar el capital.
Las consecuencias las vivimos todos los días: pérdidas de empleos, reducciones en los servicios de salud, educación, pensiones, viviendas, transporte, cultura y paremos de contar. Sus expresiones más dramáticas han sido Grecia, España, Portugal y Francia. Los embates del reacomodo de las ganancias y la búsqueda de obtener les menores pérdidas financieras posibles han sido la única ruta seguida por esta forma de «integración» de la Comunidad Europea.
Ahora, la «cuna» donde nació el capitalismo dice: yo también quiero salvarme. No quiero compartir con los demás las consecuencias de la «crisis». Quiero salvar el capital que pueda.
Esta integración, manejada desde una burocracia y tecnocracia de lobbis y privilegiados que se mueven desde Bruselas no les interesa el ciudadano. Ellos son asalariados del Capital y deben garantizar su rentabilidad. Las políticas que proponen están todas ligadas a favorecer los grandes sectores económicos: la industria armamentista, el sector financiero, el sector farmacéutico, el sector de la agro-industria alimentaria, el sector de los medios audiovisuales, es decir están al servicio de los propietarios y no de los trabajadores-ciudadanos. 
Los gobiernos se pliegan a estas políticas porque ellos también, cada vez más responden a esa lógica económica, olvidando que son «representantes de los ciudadanos» y no de los propietarios del capital. Se alejan vertiginosamente de las necesidades esenciales de los pueblos y solo pretenden que ellos los «elijan» sin hacer ninguna reflexión.
La noción de gobernar por y para el el pueblo como esencia de una «democracia incluyente» es negada de raíz. No existe sino el elector a ser consultado cada 5 años, diciéndole el mayor número de mentiras posibles y ofreciéndoles que todo va ir mejor.
Pero a sólo 8 o 9 horas en avión y en segundos por internet llegan informaciones y testimonios que otra manera de integración es posible. Ejemplos esta el ALBA-TCP, UNASUR, CARICOM, PETROCARIBA, CELAC donde la diversidad política, social y cultura se respeta pero donde la cooperación, la solidaridad, la reciprocidad, el diálogo, la autodeterminación de los pueblos, la paz son caminos privilegiados donde pueblos y gobiernos puedan avanzar «lentos pero con pasos seguros». Estos se convierten en referentes de un nuevo modo de ser y hacer política con los pueblos.
El pueblo-ciudadano de Europa comienza a mirar de otra manera que la debacle del capitalismo y las políticas neoliberales los están retrocediendo en las conquistas obtenidas con sacrificios y luchas sociales no tan lejanas como quieren hacernos ver. 
Aún falta mucho para conquistar y para construir una manera nueva de integración en Europa, más humana y menos excluyente. Pero ésta batalla ha dado un nuevo paso, con una reacción del Capital (El BREXIT) que los trabajadores debemos analizar para no distraernos en los reacomodos del mismo, sino continuar un camino de cambios profundos identificando los principios que rigan la Integración que queremos de nuestra Comunidad en Europa. 

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