Paula Mª Llera Colunga •  Opinión •  28/12/2020

“Somos extraños en nuestro propio país”. Los no ciudadanos, una realidad incómoda en Letonia

“Somos extraños en nuestro propio país”. Los no ciudadanos, una realidad incómoda en Letonia
Miles de personas viven en el país desde hace años sin poder votar ni presentarse a elecciones.
No son considerados apátridas, pero tampoco ciudadanos de ningún país: los nepilsonu o no ciudadanos son un caso prácticamente único en el mundo. Poca gente fuera de Letonia conoce de su situación y Europa decidió hace mucho mirar hacia otro lado.

Cuando nos preguntamos cómo se obtiene la nacionalidad de un país, lo primero que probablemente se nos venga a la cabeza es la ciudadanía de los padres o el lugar donde se ha nacido. Esos ius sanguini y ius soli, tan citados en el derecho, sin embargo, no son suficientes en la República de Letonia. Ser ciudadano letón se torna más difícil de lo que a primera vista parece: debe haberse nacido en el país antes del 17 de junio de 1940, o ser descendiente directo de personas residentes en el país antes de dicha fecha. Esta realidad oculta deja sin derecho a voto, presentarse a elecciones o ser funcionario a más de 200.000 personas en la actualidad, aproximadamente un 10% de la población.

Degi Karayev, no ciudadano actualmente residente en Riga, de origen ruso y casado con una ciudadana, dice en un perfecto inglés que su único crimen fue ser hijo de “ocupantes soviéticos”. Su estatus legal se encuentra reflejado en la Ley de Ciudadanía de 1994, donde se pretende dar continuidad a la identidad letona previa a la ocupación rusa. Por ello, Karayev no puede votar ni presentarse a elecciones. Lo peor, para él, es sentir que se le ve como un invasor: “estamos

discriminados, no votamos, no tenemos representación, y además somos extraños (aliens) en nuestro propio país”. Karayev enseña entonces su pasaporte, de color púrpura, donde se puede leer Nepilsona Pase (pasaporte de no ciudadano, en letón).

Esa sensación de desarraigo, de no pertenencia, acompaña a muchos no ciudadanos a lo largo de su vida.

“Somos extraños en nuestro propio país”

Algunos deciden dejar atrás su vida y probar suerte en otro país, como German Petrov, que actualmente reside en Valencia. De origen ruso, judío y estonio, nació en Riga cuando todavía era soviética. Petrov llevaba 10 años queriendo irse de Letonia, pero no dio el paso hasta este año. Su mujer, que es ciudadana letona, finalmente accedió a mudarse tras la deriva de polarización étnica que el país vive actualmente. “Te sientes humillado, realmente; pagas tus impuestos, contribuyes a la sociedad como uno más, pero sigues sin ser un ciudadano”, expresa Petrov vehemente, aunque admite “estar desconectado de la política letona y de sus retóricas dañinas”.

Sara (nombre ficticio), que prefiere permanecer anónima por cuestiones laborales, también nació en Riga hace 40 años. Al igual que Petrov, planea dejar Letonia en un futuro cercano. Sara cree que su situación y la de tantos otros “está invisibilizada”. “Para los políticos no existimos, no hay ninguna acción hacia delante en nuestros derechos y es triste”, concluye, ligeramente afectada. Ha trabajado para la ONU y es especialista en minorías étnicas, en parte debido a su estatus, único en el mundo. Si se muda, lo hará a Rusia, por cuestiones de idioma, aunque sigue albergando cierta esperanza en la política letona. “Confío en que quizás en el futuro las cosas mejoren, pero no hay indicios para creer en ello”, termina.

Todavía quedan jóvenes no ciudadanos en Letonia. Aunque las estadísticas demuestran que gran parte de los nepilsonu son ya ancianos, Jelena Galinska, de 30 años, es la viva prueba de que el problema está lejos de resolverse. Nacida un año antes de la independencia de Letonia, es una no ciudadana de tercera generación. Sus abuelos se desplazaron al territorio letón después de la Segunda Guerra Mundial, por lo que ella no tiene ascendencia residente en Letonia antes de 1940. Galisnka dice “hacer vida normal y solo tener problemas cuando se trata de viajar”. “No confío en los políticos, como la mayoría de los jóvenes, así que, aunque pudiese votar, no lo haría, ¿para qué?”, se pregunta finalmente. En redes muestra orgullosa su pasaporte y cuenta tener entre amigos cercanos a otros no ciudadanos.

Para entender esta anomalía legal y democrática, debemos comprender la historia del país, profundamente convulsa durante el siglo pasado. La República de Letonia se constituyó independiente en 1918, con un fuerte énfasis en la identidad racial y la lengua como vehículo de la cultura letona. El país logra ser independiente hasta 1940, cuando son ocupados por primera vez por los rusos. Al año siguiente son “liberados” por los nazis alemanes, solo para volver a acabar en manos de los rusos en 1944. Así, el territorio de Letonia se integra en la URSS. Tras la invasión rusa en Letonia, la demografía de país cambió radicalmente. De esta forma, si en 1945 la población étnicamente letona suponía un 80% de las personas residentes, quince años más tarde ya solo un 62% del total eran letones.

Una clave fundamental de la identidad nacional de la república báltica reside en el idioma: el letón. Duramente perseguido durante la época soviética, su uso se ha convertido en un arma arrojadiza en la política. Lo cierto es que, debido a las múltiples etnicidades que conviven en el país, solo un 60% de la población lo considera su lengua materna. En ciudades como Riga, ese porcentaje desciende a un 43%, en favor del ruso. Ambas lenguas conviven en el día a día de la población, pero su uso en las escuelas es profundamente controvertido. La reforma en la Ley de Educación de 2018, que pretendía impulsar como lengua vehicular única el letón, fue duramente criticada por los rusoparlantes.

Cabe destacar que todos los no ciudadanos entrevistados para este reportaje consideran el ruso su lengua materna, aunque saben hablar y escribir en letón y se manejan perfectamente en ambas lenguas. Cuando se les pregunta por la controvertida ley y el idioma que usan, Karayev y Petrov ofrecen opiniones dispares. El primero opina que los padres tienen derecho a escoger en que lengua sus hijos han de estudiar, mientras que el segundo se encuentra de acuerdo con la ley, aunque critica “la inmediatez con que quieren implantarla, obedeciendo exclusivamente a intereses políticos”. Sara es la más crítica con esta ley, que cree “pone en desventaja a aquellos niños que han crecido en entornos donde el idioma que se habla es el ruso”. A día de hoy, el debate sigue candente y las manifestaciones se siguen sucediendo.

Manifestación contra la reforma de la Ley de Educación en el casco antiguo de Riga. 5 de diciembre de 2019.

La única opción para los no ciudadanos es pasar los trámites de adquisición de la nacionalidad. Este proceso, conocido como naturalización, se ha ido flexibilizando con los años, pero sigue sin atraer a los no ciudadanos. El ingeniero Karayev es uno de los desencantados con este trámite y expresa vehementemente que “aunque se llama naturalización, no es un proceso natural”. Todos los entrevistados han contemplado en algún momento realizar el proceso, pero se decantan por no hacerlo, ya que lo consideran injusto.

La naturalización consiste en una prueba de idioma y de cultura general del país. “El idioma y las preguntas son fáciles, realmente es un proceso sencillo”, describe Maria Petrova, de 32 años de edad. Se convirtió en ciudadana a los 17 años, “sin pensarlo mucho”. Recuerda estar nerviosa, pero segura de que pasaría el examen para el que había estudiado un mes. A pesar de tener la nacionalidad letona, se considera rusa. “Ahora vivo en Francia y me cuesta explicar quién y de dónde soy. La gente se sorprende mucho, es una sensación muy rara”, explica al ser preguntada por su identidad. No votó en las últimas elecciones y cree que nunca lo hará, ya que, aun amando su país, cuenta “estar harta de la política de confrontación que se lleva a cabo”.

«Aunque se llama naturalización, no es un proceso natural»

Todos los no ciudadanos coinciden en afirmar la poca importancia del tema de la no ciudadanía en la vida política del país, que se focaliza más en el problema del idioma y la confrontación étnica. No creen que exista nadie que represente a los no ciudadanos a nivel institucional. “Solo interesa hacer campaña en base a las retóricas anti y pro rusas. La población está dividida, ya no nos importa la política”, afirma Petrov.

Los datos de participación en las elecciones del país son malos, con solo un 54% en las últimas. Además, debido al cordón sanitario impuesto al partido Armonía (el más votado y abiertamente pro ruso), se forman coaliciones casi imposibles que dificultan enormemente la conciliación entre gobierno y oposición.

A pesar de todo, los no ciudadanos vieron una oportunidad en el avance de sus derechos cuando Letonia se convirtió en miembro de pleno derecho de la Unión Europea en 2004. Los nepilsonu hablan de lo que pudo ser y no fue. “Teníamos esperanzas cuando Letonia se unió a la UE, pero ahora ya hemos visto que en Letonia no están defendiendo la democracia”, critica Karayev. Petrov es de su misma opinión y cree que la UE “debería mirar hacia adentro y ver lo que tiene en su casa, antes de intervenir en otros lugares”. La UE ha hecho recomendaciones, pero la situación escapa a su poder, al tratarse de la soberanía del país el decidir quién es ciudadano y quién no.

Como no tienen nacionalidad de un país miembro, el colectivo no puede viajar como lo haría cualquier otro europeo. Necesitan un permiso de trabajo en los Estados miembros y solo pueden permanecer libremente en sus territorios hasta 90 días. Esta situación, junto con la falta de acceso a derechos democráticos de este grupo, ha sido duramente criticada por entidades internacionales como Amnistía Internacional. Los letones pueden viajar sin necesidad de visa a 164 estados del mundo, mientras que para los no ciudadanos ese número se reduce a 46.

Jelena Galinska muestra su pasaporte de nepilsona en redes sociales. 16 de junio de 2017.

Alexejs Dimitrovs, asesor legal de Los Verdes en el Europarlamento y especializado en libertades civiles, explica por video llamada lo complicado que es en el derecho internacional la no ciudadanía letona. De acuerdo a los estándares de las Naciones Unidas en su Convención relativa al estatus de las Personas Apátridas, redactada en 1954, los no ciudadanos serían considerados como tal. La definición mínima que ofrece la convención hace creer que los nepilsonu deberían ser tratados como apátridas ante el derecho internacional. Sin embargo, Dimitrovs explica: “aparecen precedentes del Tribunal Constitucional de Letonia que llevan a pensar que en el derecho doméstico o nacional, existe una vinculación entre los no ciudadanos y el estado letón, por lo que su estatus no es el de un apátrida”.

El experto en materia legal explica los pasos que se habrían de seguir para dotar de ciudadanía a ese más de 10% de la población. “Parece complicado pero, si hubiese voluntad política, solo debería llevarse a cabo un acto parlamentario”, relata. Por supuesto, este hipotético caso cuenta con varias dificultades. La primera sería la vulneración de posibles derechos fundamentales al forzar a toda esta población a obtener la nacionalidad. “Hay que tener en cuenta que es una cuestión de libertad individual, no puedes imponer una nacionalidad a alguien que quizás no la desee”, argumenta Dimitrovs. Por otro lado, habría de encajarse en la legislación actual y, fundamentalmente, en la constitución del país, lo que conllevaría un arduo trabajo legislativo en el largo plazo.

Sin duda, en lo relativo a una posible naturalización automática de los no ciudadanos, apenas existen partidos políticos que luchen por ello. El Partido Ruso Letón, la única fuerza política que aboga por los derechos de los no ciudadanos con representación en el Europarlamento, llama a Europa a terminar con este estatus que consideran discriminatorio. “Defendemos a las minorías ruso parlantes, tanto rusos como ucranianos y bielorrusos étnicos, que son víctimas de las políticas de discriminación indirecta del estado letón”, relata Aleksandrs Kuzmins, miembro de la directiva del partido. “Letonia es una democracia étnica y las élites políticas y los medios retratan a los no ciudadanos y ruso parlantes como una amenaza constante, por lo que esta injusta legislación sigue existiendo a día de hoy”, añade.

Su partido ha realizado diversas acciones a través de las instituciones europeas, entre las que destacan sus notas al Comité de Peticiones del Europarlamento y la promoción de la iniciativa Minority SafePack, que supondría un estudio sobre los derechos y calidad de vida de los no ciudadanos.

Por supuesto, en un país dominado por un nacionalismo letón estricto, la mayoría de los partidos se oponen a cualquier política que pueda favorecer a las minorías étnicas. Entre ellos se encuentra el Nuevo Partido Conservador, tercera fuerza política del país báltico. Unas afirmaciones hechas en el parlamento por su portavoz, la socióloga Dagmāra Beitnere-Le Galla, causaron amplio revuelo. La política declaró que “no había ningún intelectual ruso en el país que pudiese favorecer un debate enriquecedor en los medios”, lo que enfadó profundamente a los ruso parlantes de un país ya tenso en estos términos. En declaraciones ofrecidas para este reportaje explicó que los no ciudadanos debían ser “leales al país para poder obtener la nacionalidad”. “No es un problema [la no ciudadanía], solo se ve desde fuera como un problema, pero aquí solo depende de la libertad de cada uno; si quieres ser ciudadano, debes ser leal al país y pasar el examen, eso es todo”, enfatiza la política. De forma agresiva explica la existencia de ideas “neomarxistas” que pretenden imponerse, junto con la “corrección política en Occidente”.

«Letonia es una democracia étnica»

Sigue sin existir un acuerdo en la sociedad letona respecto a los no ciudadanos y eso se ve reflejado en las fuerzas políticas del país. Pero no todo van a ser malas noticias para este grupo minoritario, ya que en 2019 el Parlamento aprobó una ley que permitía que, a partir de 2020, los nacidos de nepilsonu en Letonia fuesen considerados ciudadanos automáticamente desde su nacimiento. Esta medida fue aplaudida por múltiples organizaciones no gubernamentales y por la Unión Europea, que la consideran un avance hacia los derechos democráticos de los no ciudadanos.

Mientras tanto, aquellos que nacieron y siguen siendo no ciudadanos se preguntan qué les deparará un futuro en un país en el que no cuentan. Sara resume la que parece la realidad del país báltico y sus gobiernos nacionalistas: “están esperando a que todos los no ciudadanos mueran, a que no queden más, esa es la única solución que le ven al problema”. Una realidad incómoda en un pequeño país que sigue sufriendo traumas por su historia y que no ha sabido aprender de sus errores pasados.


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