Cristina Martínez Benítez de Lugo •  Opinión •  04/01/2017

El día 26 de diciembre de 2016 se celebraba el juicio penal de Gdeim Izik

Los antecedentes de este juicio son los siguientes:

Gdeim Izik, el campamento que montaron los saharauis cerca de El Aaiún para dar visibilidad a sus protestas, fue desmantelado violentamente por las fuerzas de ocupación marroquíes al cabo de un mes, el 8 de noviembre de 2010. Detuvieron y torturaron a cientos de saharauis, y los fueron soltando con el paso del tiempo. Pero mantuvieron a unos cuantos como chivos expiatorios y les acusaron de la muerte de 11 de los miembros de las fuerzas de ocupación que atacaron el campamento, cuyos cadáveres nadie vio. En el proceso se les llama “víctimas”, aunque las verdaderas víctimas son los saharauis, que no desmantelaron Gdeim Izik con violencia, de los cuales los más molestos por su activismo son acusados de crímenes que no cometieron, torturados y condenados a cadenas perpetuas o muy elevadas para desactivarlos políticamente y castigarlos con otro pretexto.

Tras tres años encarcelados sin juicio, en febrero de 2013, se les sometió a un juicio militar –anticonstitucional en el propio Marruecos ya que un tribunal militar no puede juzgar a civiles- que, aparte de ser cualquier cosa menos un juicio, sirvió para condenarles a penas durísimas –cadena perpetua, 30, 25, 20 años. Dos años y medio después se aceptó el recurso de casación y se anularon las actuaciones del Tribunal Militar, remitiéndose el expediente a la jurisdicción ordinaria –penal.

En cualquier caso, este nuevo juicio tampoco procede porque Marruecos no tiene jurisdicción sobre el territorio que ocupa.

En España son dos años lo máximo que un reo puede estar en prisión sin juicio. Aquí llevan seis años. El juicio militar se celebró a los 3 años. Tras la anulación del juicio militar, deberían haber soltado a los presos, pero ahí siguen, en la cárcel, sin condena.

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Aquí van algunos apuntes de cómo fue ese primer día de juicio.

La fecha inicial señalada -26 de diciembre a las 10 h de la mañana- en el mundo occidental, de donde vendrían los observadores, se corresponde con fiestas familiares. Empezamos mal.

Después el juicio se suspendió. Estuvieron litigando todo el día, pero se aplazó hasta el 23 de enero.

No dejaron pasar a los saharauis. Algunos, muy pocos, lo consiguieron. Pero no se vio una sola mehlfa en la sala. Se tuvieron que quedar todos ante la verja del Palacio de Justicia coreando sus reivindicaciones. Al lado se pusieron los marroquíes haciendo lo mismo.

La entrada al Palacio de Justicia fue difícil, todos apiñados en la puerta, esperando a que se nos tomase a mano el nombre y no sé cuántos datos más sacados del pasaporte, en un proceso lento. Había que entregar los móviles (ojo, mejor quitar la tarjeta) y pasar por un cacheo.

Detalles positivos: hubo traducción simultánea a varios idiomas: árabe, español, francés, inglés, italiano, portugués. También había una segunda sala con un vídeo para poder seguir el juicio. La prensa podía utilizar las cámaras.

En la Sala, tres filas de bancos. En la parte de atrás a la izquierda hay una urna de cristal donde van los presos. Pues bien, en la fila del centro, justo a la altura de los presos, los bancos estaban tomados por marroquíes con unas gorritas rojas donde ponía Marruecos. Entre el tribunal y el público había muchísimos abogados, de pie, de espaldas al público, de manera que no sabías quién estaba hablando.

Una cosa llamativa del juicio es que allí los abogados intervenían cuando querían, interrumpiendo a sus colegas, a veces a gritos, sin micrófonos, sin pedir la palabra. Un verdadero guirigay. El Presidente del tribunal presumía de ser muy flexible; demasiado.

Así que los traductores no tenían tiempo de presentar al interviniente, y reproducían, sin solución de continuidad, lo que decían distintos abogados con contenidos opuestos dentro de lo que parecía un mismo discurso, puesto que la voz de los traductores ni se interrumpía ni cambiaba. Difícil para seguir el hilo. Los propios traductores se lamentaban también de que cuando no se usaba el micrófono no se podía traducir.

Un detalle pintoresco fue la insistencia del presidente a lo largo de las 9 horas que estuvimos allí (sin comer) en demostrar que lo que se quería era transparencia y justicia y que no se fuera a pensar que estaba actuando de mala fe. Excusatio non petita…

Los parlamentos se eternizaban artificiosamente a mi manera de entender. Transcurría el tiempo pesadamente en temas sin enjundia como el asegurarse de los permisos a los abogados extranjeros y el pago de tasas (temas de secretaría). Se habla de la toga de los abogados, de las cámaras de prensa que estaban autorizadas en la sala. Se presenta al fiscal, abogados y acusados (muchos, muchos).

Los abogados proceden de muchos lugares de Marruecos y del Sahara Occidental ocupado, incluso de Francia y España. Los 2 de España -Manuel Lorenzo, de Valencia y Peñas Roldán, de Murcia- actúan en representación de los fallecidos.

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Empieza el procurador:

“Mohamed Layoubi (uno de los presos) no está porque no ha sido convocado”.

“Comparece por voluntad propia Mohamed Dahani”. (No tengo ni idea de qué pinta Mohamed Dahani en esto. Mohamed Dahani estuvo mucho tiempo en prisión y le torturaron, pero no tiene que ver con el proceso de Gdeim Izik).

Hay que asegurarse de si el expediente está listo o no. Uno de los acusados no ha recibido notificación, así que el expediente no está listo. (A partir de ese momento, ya sabemos que nos vamos a ir para casita).

El derecho de constituirse como parte civil. Saber si esto es posible tras la casación.

El Tribunal Militar devuelve el expediente para ser juzgado definitivamente, luego las partes deberían ser las mismas.

Un artículo dice que se devuelva el expediente, pero si es por incompetencia del tribunal, la situación es otra. En el Tribunal Militar los padres de la víctima no se podían constituir en parte civil, en base al art. 268 CP.

En cualquier caso la mayoría de las víctimas han sido indemnizadas.

“Que las convenciones no vayan contra el orden público. Aquí no se discute el derecho de las víctimas”.

Este tema, que sí podía tener su importancia, no queda zanjado. El Tribunal no decide nada.

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Tras la primera pausa, un abogado defensor se queja de cómo tienen a los acusados, aislados y sin enterarse de nada, “como ganado”. Se les deja pasar delante, entre el tribunal y los abogados. Los reos no están esposados.

Denuncia también que los allegados de las víctimas están autorizados a acceder a la sala, pero no las familias de los saharauis. Contestación: “todos tienen derecho. Han equipado una sala adicional. Todos tienen acceso. Hemos respetado las condiciones, y más en el futuro. La sala es pública. Todos han entrado”. (No es cierto).

Añade el abogado que estos acusados han sido privados de muchos derechos, entre ellos, estar lejos de su tierra, de los suyos.

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Se pasa al tema de la libertad provisional:

Lo lleva, para Naama Asfari, porque sólo puede defender a uno, el abogado francés, Maître Joseph Breham. Se crea una tensión entre el abogado y el presidente porque el abogado quiere alegar que la sentencia del CAT (Comité contra la Tortura) dice que al haber quedado demostrado que Naama fue torturado y que le obligaron a firmar una confesión bajo tortura y sin saber lo que firmaba, debe recibir reparación. (Es decir, entiendo yo que, entre otras cosas, deben liberarle). Bueno, pues el abogado tuvo muchísimas intervenciones en las que intentaba decir eso, que se dice en dos líneas, pero los abogados le abucheaban y el presidente le dijo que de ninguna manera eso que él quería decir era lo que se le pedía, y que se atuviese al artº 56 que es el que determina la libertad provisional: por no delito flagrante y por garantías (vivienda, trabajo…). La situación fue increíble: el presidente hacía gala de buena voluntad formal, pero era muy firme en cuanto a no dejarle abordar una cuestión fundamental para la libertad del preso. Y el abogado metió a trompicones las palabras que quería decir. Hay opiniones para todos los gustos, que en España el juez no hubiera consentido esa situación. La verdad es que la cosa fue larga y reiterativa. La otra opinión es que el abogado tenía que luchar por liberar a su cliente con un argumento tan válido como la reciente sentencia del CAT. (Tengo un seguimiento del diálogo, por si alguien lo quiere).

Se retiran a deliberar sobre la libertad provisional. Cuando aparece el tribunal, no nos da tiempo ni a ponernos los cascos. Dicen que no a la libertad, y se acabó. No argumentan ni nada. En eso ha quedado la liberalidad de que pretendía hacer gala el presidente. De hecho, sólo se había discutido para Naama Asfari, no para los demás.

Había un preso, Abdalahi Lejfauni, que se mantuvo sentado al fondo de la jaula. Está muy malo, tiene el aparato digestivo destrozado. Todos están malos.

Los presos se retiran cantando.

Nos vemos el día 23 a las 10 h de la mañana.


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