Santos y pecadores •  24/11/2020

De trenes y barcos

De trenes y barcos

Siempre me gustaron los trenes y los barcos.

Recuerdo que íbamos al puerto con mis primos que vivían en San Isidro y nos perdíamos observando las cabinas de las embarcaciones ancladas, oxidadas, abandonadas.

Desde los malecones tirábamos arena al agua y pensábamos en las historias encerradas en esos monstruos de hierro semi-destruidos. Relatos escondidos de obreros portuarios, dejando a sus familias en tierra y partiendo, alejándose, conviviendo con el río furioso en sudestada, o encallándose en medio del lodo y los bancos de arena cuando el agua se escapaba hacia el Uruguay.

El abuelo de mi primo siempre trabajó en el puerto. Tengo lejanas imágenes de verlo trepado a una de esas rampas enormes, maniobrando los guinches y el acero, y abajo el agua, y los motores humeantes. El hombre parecía todo un capitán; hasta usaba gorra y a mí me parecía haberlo leído en algún cuento.

Lo veo saludándome desde el barco inmenso con su mano derecha y alejarse sin quitarnos la vista de encima, lento, cautivo en una foto que no sé si es cierta.

También me gustan los trenes.

De pibe íbamos con mi tía de estación en estación y los ojos de mi hermano y los míos se perdían en los rieles que quedaban atrás.

Casas marcadas por el fuego de los tiempos, andenes vacíos de esperanza, cientos de personas colgadas de sus bolsos y sus diarios debajo del brazo.

Para nosotros era toda una fiesta tomar el tren en Villa Urquiza y viajar hasta José León Suárez, final del recorrido. Entonces corríamos hacia una placita que estaba cerca de la estación, mi tía se sentaba a leer algún libro, o paraba al pochoclero y merendábamos en una hamaca. Sábados con aroma a jazmín del aire.

Yo creía que el mundo era distinto. No escatimaba esfuerzos en pensar que un día seríamos felices, que íbamos a disfrutar de esos viajes por un largo tiempo, que los trenes habían sido creados para pibes aventureros como nosotros.

Por aquellos días ya soñaba con vivir en la Patagonia. No pudimos llevarla a mi tía, que era una enamorada de esas tierras maltratadas. Cumplí mi sueño muchos años después, ya de grande. Mi tía se marchó para siempre diez días después de habernos ido al sur, como quedándose tranquila porque su sobrino y ahijado había cumplido el sueño.

Hoy la imagino esperando algún tren, saludándome desde el vagón mientras se aleja, lenta, cautiva, como el abuelo de mi primo en el barco, sin quitarme la vista de encima, con esas miradas que te dicen me voy, pero te gritan me quedo en vos.

Todavía me siguen gustando los trenes y los barcos, pero ahora más los trenes. Será porque están en la tierra, la surcan, la estremecen, la quiebran, la riegan, la capturan, acortan las distancias, y siempre hay lugares donde llegar, pueblitos lejanos de dos o tres casitas; el tren siempre estuvo donde otros nunca quisieron llegar por no ser rentable.

El tren era, en ocasiones, la única diversión que tenían decenas de pibes en el campo que lo esperaban verlo pasar, para agitar sus manos o soltar alguna que otra piedra contenida.

Recuerdo a mi primo Jorge que vivía en William Morris, en una casita sencilla en medio de un descampado.

Él se sentaba en la puerta de su casa y el ferrocarril San Martín pasaba por enfrente. Y entonces mataba el tiempo anotando en un cuaderno los números de las locomotoras que iban de Retiro a José C. Paz. Y luego los iba tachando cuando regresaban de José Paz a Retiro. Horas y horas, hojas y hojas desde el umbral de su casa.

Todas formas de matar el tiempo en un país alfombra. Durando acaso, germinando acaso, resignando acaso, acostumbrándonos a no leer la letra chica de lo que nos pasa.

Alejándonos de la luz, entre puertos y andenes.

Creo que ser argentino es estar un poco a la deriva. Sentados en alguna esquina con las manos cruzadas, esperando el día que se levanten todos los ferrocarriles y se agoten las aguas de todos los ríos.

Viviendo entre la épica y la devastación eterna.

Camino con las manos en los bolsillos recordando esas historias personales y pensando que tal vez haya un silencio a descifrar, o un todavía posible que reconstruya un poco la piel de los puertos y los andenes.

Desconozco qué habrá sido de aquel puerto, de aquella placita y algo sé de mis primos en noticias que me llegan a través de mi madre.

También pienso con qué poco nos asomábamos a la felicidad.

Creo que todos tenemos algunas fotos que nos miran.

Yo estoy en una, pregunto y pregunto y alguien saluda con un pañuelo agitándose en el viento, lenta, cautiva, estremecida de amanecer. Sonrío.

Néstor Alejandro Tenaglia


Santos y pecadores / 

Néstor Tenaglia Álvarez

 https://nestortenaglia.wordpress.com/

Comunicador y escritor argentino: En 1989 comienza una experiencia comunicacional en Radio Nacional Esquel, Patagonia, Argentina, por lo cual es convocado por la Dirección Municipal de esa ciudad para realizar trabajos de prensa y difusión. A partir de 1992, en Buenos Aires, comienza el programa de radio "SANTOS Y PECADORES "que se extenderá en el tiempo hasta 2018. Allí vincula las letras con las entrevistas, convoca a importantes músicos, historiadores, artistas y vuelca periodísticamente todas esas experiencias en lo que se denomina "radio arte". Con una fuerte impronta en los derechos humanos, colabora para el periódico Madres de Plaza de Mayo, organismo mundialmente conocido. La poesía ha sido siempre la forma de encarar los proyectos comunicacionales, anclando las temáticas en cuestiones marcadas por sucesos históricos y también atemporales. Su trabajo comunicacional le ha valido algunos premios y varios reconocimientos. En 2005, la Editorial Dunken edita "La gran apuesta", antología poética donde participa con el texto "Mapuche". En 2020, Ediciones La Esfera Cultural (España) edita "El club de los relatores" donde participa con el texto "Un árbol gigante" siendo premiado entre más de seiscientos participantes. En 2021 gana el segundo puesto en el Concurso Relatos de Otoño que organiza Ediciones Embrujo, por lo que su relato "Viento de octubre" forma parte de la antología "Flor de Otoño y otros relatos" editada en el mismo año. En 2022, forma parte del Libro editado por la Falla Sant Nicolau Mosquit de Gandia, titulado "Construim" con el poema "Tierra removida", traducido al valenciano. También, en 2022, es seleccionado para participar de una antología como resultado del Fallo del III Certamen Literario de Relato y Poesía, organizado por el Ayuntamiento de Encinas Reales, Córdoba, Andalucía con su poema "Hoja en blanco". Es director de contenidos en su sitio, "Periodismo en Cronopia" Actualmente reside en la Comunidad Valenciana, desde 2019.
Primer año en España A un año de varias fotos: abrazos, lágrimas, miedos, incertidumbre, canciones, porvenir, un avión en Ezeiza rumbo a Madrid, un sol radiante. Qué rápido pasamos por el tiempo. En estos días la red me recuerda últimos brindis, palabras con significado profundo, sonrisas, regalos, buenos deseos. No somos originales; el mundo está hecho de adioses y bienvenidas. Cuando uno se aleja, invariablemente algo sepulta y, a la vez, algo siembra. Toda evocación conlleva cierta nostalgia y la rara sensación de observar con el zoom de la mirada que permite discriminar lo bueno, lo malo y lo feo de cada sitio, de cada época, de cada persona, pero también, permite reflexionar sobre las propias sombras, los propios demonios y hacer de la distancia una experiencia de búsqueda y aprendizaje.