Notitia Criminis •  24/11/2011

¿Osaremos, de una maldita vez, hacer callar al Salobreño?

¿Osaremos, de una maldita vez, hacer callar al Salobreño?

Tras el tratado de 1536 entre el rey de Francia y el imperio turco, el emperador Carlos acudió a Roma y ante el Papa, sus cardenales y embajadores acusó a Francisco I de haber roto la paz de Europa, de ser infiel a su palabra y de estar conjurado con el Turco, al que azuzó contra Hungría y al que ayudaba en el Mediterráneo. Ese día, Carlos, desafió al fementido rey de Francia a duelo público para que sus vidas en liza dieran cuenta de la querella y se eludiera la guerra entre pueblos cansados e inocentes, pero el Habsburgo era un antiguo y el francés un moderno. No hubo duelo, pero sí guerra, pues es propio de los modernos considerar que los hombres son mercancía fungible y abundante y que en la guerra, en la política desplegada con otros medios, vale más una mula que un hombre.

Aprendió bien España aquello de que los hombres, como los garbanzos, se pueden contar por fanegas y no por sus apellidos, de modo que los dos conceptos que ha dado a la cultura universal son el del pícaro y el del guerrillero, y el guerrillero no deja de ser un pícaro en armas.

No hay porvenir en España para los listos, sino para los pícaros. No cabe lucidez ni decencia en una tierra que un gato podría cruzar, en todas las direcciones de la rosa de los vientos, saltando de tonto en tonto, si no fuera porque la cerrada espesura de los sinvergüenzas le obstruye el paso. España es una fulana que siempre decepciona y a sus gobernadores cabría decirles lo mismo que Mejía le dijo a Tenorio: “Don Juan, yo la amaba, sí; / mas con lo que en ella habéis osado, / imposible la hais dejado / para vos y para mí”.

Digo esto porque hoy me encuentro los periódicos salpicados, otra vez, por la política untuosa del “Salobreño”. Según cuentan, José Bono ha dicho: “Creo que debemos apostar a la grande, es decir por España y no a la chica, que son los territorios que integran España. Ésta es la clave por encima de cualquier otra consideración

Pues no señor príncipe del reino de Trapisonda, lo que en España urge, “por encima de cualquier otra consideración”, es extirpar a los trileros de la res publica, mas me temo que a estas alturas, imposible hais dejado a la moza.

 


Notitia Criminis /