Helen Wills, del tenis al Realismo Social
Helen Newington Wills (1905-1998) nació en Centerville, en el condado de Alameda, California, el 6 de octubre de 1905.
Los orígenes de Helen Wills eran mayoritariamente europeos, aunque su abuelo paterno Thomas Wills tenía origen hebreo por vía de su madre Drucilla Jane Solomon.
El padre de Helen, Clarence Wills, fue cirujano y su madre, Catherine Anderson, se graduó en Ciencias Sociales en la Universidad de California, Berkeley, inclinándose por la cultura.
Helen Wills fue educada por su madre hasta los ocho años y, tras eso, acudió a la escuela, destacó como estudiante y se graduó en la Anna Head School en 1923. Finalmente, accedió a la Universidad de California y se graduó en Bellas Artes en 1925.
Wills empezó a jugar al tenis siendo muy joven y ganó su primer título importante en 1921, el individual femenino del Estado de California. Con potentes saques y precisos remates, en los años siguientes a ese primer triunfo, dominó primero el tenis de su país y después el tenis mundial. Un dominio que se extendió durante dos décadas y que ella conjugó con su faceta artística.
En 1923, Helen Wills ganó su primer título individual de Estados Unidos. Y, en 1924, repitió triunfó y alcanzó la gloria olímpica, al conseguir dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de París. Wills venció en el individual y el doble femenino, este último junto a su compañera Hazel Wightman. El tenis olímpico se disputó en canchas de tierra batida del Stade Olympique Yves-du-Manoir de Colombes, un suburbio al noroeste de la capital francesa.
Tras su doble oro olímpico, Wills todavía fue más implacable con sus rivales. Desde 1926 hasta 1932, no perdió nunca. Y, además, fue cinco veces campeona de Estados Unidos (1925, 1927-29 y 1931), con lo cual alcanzó las siete victorias, ocho veces ganadora de Wimbledon (1927-30, 1932-33, 1935 y 1938) y cuatro veces ganadora del Roland Garros, entre 1928 y 1932.
En esa etapa, Wills además se impuso en doce campeonatos de dobles individuales y mixtos de Estados Unidos, Wimbledon y Roland Garros.
Conocida como «Little Miss Poker Face» por su actitud estoica en la pista, Wills mantuvo a lo largo de su carrera deportiva una gran rivalidad con la estadounidense Helen Hull Jacobs.
En 1929, Helen Wills se casó con Frederick S. Moody. Tras divorciarse de él en 1937, se casó dos años después con Aidan Roark, del cual se divorciaría en la década de los años setenta. Su segunda boda coincidió con el declive de su carrera deportiva que duró hasta principios de los años cuarenta.
Deportista excepcional, dotada de gran talento para el deporte que practicó, Wills no solo cosechó victorias durante dos décadas y dejó registros casi imbatibles para la posteridad en el mundo del tenis, sino que también destacó en el arte.
Escribió varios libros de poemas como The Awakening (1926) o The Narrow Street (1926), dos libros sobre su deporte (Tennis en 1928 y Fifteen Thirty en 1937) y un libro de misterio, Death Serves an Ace (1939), a la vez que publicó decenas de artículos ilustrados por ella misma para The Saturday Evening Post y otras revistas.
En su faceta de pintora, Wills realizó dibujos y pintó cuadros, exponiendo en las principales galerías de Nueva York o Londres. En 1929, Wills llevó a cabo su primera exposición de dibujos en la Cooling Gallery de Londres.
La relación de Helen Wills con el arte no se limitó solamente a sus propias creaciones. El escultor armenio Haig Patigian dedicó a Wills la escultura Helen of California (1927), hoy expuesta en el Young Museum de San Francisco, el escultor estadounidense Alexander Calder las esculturas Helen Wills (1927) y Helen Wills II (1928) y su compatriota Edward McCartan la escultura Helen Wills Moody (1936).
Durante la década de los años veinte, Wills mantuvo una estrecha relación con algunos de los más notables artistas del Realismo Social en Estados Unidos como el escultor, pintor y muralista Ralph Stackpole. El Realismo Social tenía y tiene como objetivo principal plasmar la realidad de la clase trabajadora.
En 1930, Wills conoció en el estudio de San Francisco de su amigo Ralph Stackpole a la pareja de artistas mexicanos Frida Kahlo y Diego Rivera, este último pintor realista, cubista y muralista de categoría con un importante compromiso político y social en su obra. Rivera se entusiasmó con Wills e inició una relación artística con ella. Rivera pintaba y ella posaba.
En 1930, la retrató. Y, en 1931, la inmortalizó al dibujarla en el mural La Alegoría de California del club de la Bolsa de San Francisco como figura central que representaba a Calafia, una mítica reina asociada a California que según la tradición lideró un reino de mujeres negras y guerreras.
El mural, primer fresco de Rivera en Estados Unidos, justo debajo de Wills-Calafia, mostraba a un hombre con un compás al lado de un trabajador, a otro hombre con un modelo de aeroplano junto a otro trabajador, a buscadores de oro y a dos obreros en las profundidades de la tierra. Imágenes que plasmaban la realidad social de California, en línea con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico de Diego Rivera.
Años después, la pareja Kahlo y Rivera, artistas comprometidos y también destacados militantes comunistas, fueron claves en el asilo de León Trotski en México. Rivera lo gestionó y Kahlo acogió a Trotski en su casa de Coyoacán, desde su llegada a México en 1937. Trotski encontraría su final en México en 1940 a manos de agentes de Stalin. Poco antes, en septiembre de 1938, viviendo Trotski en México, había sido fundada por sus seguidores la Cuarta Internacional en las afueras de París.
Helen Wills, más allá del Realismo Social de las obras de Rivera en las que participó o de otras obras menores, aunque no exentas de interés, recibió sus principales reconocimientos por su carrera deportiva. En 1935, fue nombrada Atleta Femenina del Año por la Associated Press y, en 1959, ingresó en el Salón Internacional de la Fama del Tenis.
Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Wills poco a poco se encerró en su mundo y evitó las apariciones públicas, manteniendo a título personal tanto la práctica del tenis como sus actividades artísticas. De hecho, siguió jugando al tenis y pintando hasta edades avanzadas.
Helen Wills falleció el 1 de enero de 1998 en Carmel-by-the-Sea, Monterrey, California, a la edad de 92 años. Tuvo el detalle de legar su patrimonio a la investigación científica, algo que sin duda no les hubiese parecido mal a los artistas de izquierdas que tuvieron una estrecha relación con ella en otro tiempo. Legó 10 millones de dólares para el Instituto de Neurociencia de la Universidad de California, que pasó a llamarse Instituto de Neurociencia Helen Wills.
Y, principalmente, Wills legó para la posteridad una carrera deportiva y unos registros casi irrepetibles en el tenis y en el deporte. Sus medallas olímpicas y sus títulos en Estados Unidos, Wimbledon y Roland Garros lo dicen todo. Ganó lo que nadie había ganado ni ha vuelto a ganar. Redondeó todo eso con su comentada faceta artística, no tan conocida, más modesta que la deportiva, aunque repleta de obras de interés. La Alegoría de California fue el punto culminante de esa faceta. Por todo lo que consiguió en el tenis, muchos expertos del deporte de la raqueta consideran a Wills la mejor tenista del siglo XX. El obituario que le dedicó el New York Times fue rotundo sobre esa cuestión al describirla como «posiblemente la tenista más dominante del siglo XX».