Iván Batista Hernández / Marcos Escamilla Sánchez •  Internacional •  17/01/2019

La extrema derecha llega al mundo académico alemán

La región alemana de Sajonia cuenta ya con el partido de extrema derecha AfD (Alternativa por Alemania) como la primera fuerza en la mayoría de sus distritos electorales, lo que la convierte en el epicentro de un síntoma que se extiende peligrosamente por otras regiones y estratos sociales del país. Una radicalización que ya se deja ver en las universidades, según relata Anne Koralie Bonnaire, asistenta de investigación en la Universidad de Chemnitz, la universidad con la ratio de estudiantes extranjeros más alta de Sajonia, con un 27%.

La extrema derecha llega al mundo académico alemán

Bonnaire imparte un seminario de introducción para alumnos no alemanes y un taller sobre competencia intercultural desde el año 2016, en el que ha recibido quejas de diferentes alumnos por el trato recibido por parte de algunos profesores y compañeros de clase. Entre las quejas mencionadas por la investigadora destaca la de un estudiante de nacionalidad india, que denunciaba que un profesor le dijo textualmente que “normalmente no le gustan los indios” tras responder correctamente una pregunta técnica. Tristemente, no es la primera vez que un alumno extranjero se ha visto en este tipo de situación discriminatoria. Hace varios meses, estudiantes de la Universidad de Chemnitz denunciaban en el seminario de Bonnaire como habían sido “apedreados por neonazis” cuando estaban cruzando el campus.

Racismo en los campus
El racismo ha sufrido tal normalización en Sajonia que, según Bonnaire, los profesores expresan abiertamente su rechazo a los inmigrantes, lo cual provoca que los alumnos extranjeros se vean como “huéspedes no deseados” y sientan que “tienen que adaptarse a la situación”. Una radicalización ―inconcebible hace tres años y que contrasta con el ambiente tradicionalmente liberal de la universidad‒ impulsada el éxito del partido xenófobo AfD en las urnas y la masiva manifestación antiinmigrante del pasado mes de agosto.

Aunque los alumnos disponen de recursos para denunciar abusos por parte del profesorado, como el consejo de estudiantes, rara vez los usan porque temen las repercusiones académicas que pudiera conllevar. “Necesitan aprobar a toda costa” explica Bonnaire, “ya que dedican mucho dinero y tiempo a sus estudios”. Tiempo y dinero que podrían peligrar si un profesor opta por represaliar o suspender al alumno denunciante, pues dichas denuncias no se pueden hacer de manera anónima, por el momento. 

Bonnaire decidió denunciar la situación de indefensión de los estudiantes extranjeros e informó al rector de la universidad sobre las diferentes quejas recibidas. El rector, sin embargo, se limitó a responder que “los alumnos internacionales son bienvenidos y que la universidad como tal no tiene ningún problema con ellos”, sin llegar a tomar ninguna medida. En otros casos de abuso no ligados a la xenofobia, es la propia universidad la que suele enviar un correo a todos sus estudiantes donde denuncia y alerta que tales practicas no se pueden permitir. Sin embargo, cuando se trata del racismo, como lamentaba la investigadora, se pasa por alto sin llegar a tomar medidas contundentes.

Problema extendido por todo el país
Este problema no sólo afecta a Chemnitz; sus síntomas se pueden apreciar en muchas universidades de Sajonia, como en la de la ciudad de Freiberg, a unos 30 km de Chemnitz. Allí, el candidato de AfD a las últimas elecciones generales, H. Hessenkemper, es catedrático en la universidad local, algo que ilustra el carácter del partido: cuadros de alta posición social (doctores, catedráticos, intelectuales) al frente de una base popular. Hessenkemper representa al activista de extrema derecha contra la clase político-mediática y los estudiantes izquierdistas y se vanagloria de emplear terminología nazi.

En la propia Universidad de Freiburg, algunos alumnos llegaron a acusar a Hessenkemper de interrumpir una clase para hacer propaganda electoral. Sin embargo, ninguno llego a denunciarle oficialmente por miedo a las posibles represalias. No obstante, como ya sucediera en Chemnitz, el rector si tuvo conocimiento de este hecho sin llegar a tomar ninguna represalia contra Hessenkemper. Unas semanas después, la situación llegaba agravarse con la acción de los partidarios de Hessenkemper, quienes empapelaron el campus de la noche a la mañana con panfletos a favor del candidato de la extrema derecha de manera anónima.

Las acciones contra los coqueteos de catedráticos como Hessenkemper con el nazismo nunca han llegado ha tener una gran repercusión en el mundo académico mas allá de una carta abierta firmada por 16 catedráticos (de un total de 85) y otra firmada por 120 estudiantes (de un total de 4.600, de los cuales un cuarto son extranjeros). La pasividad institucional no ha pasado desapercibida para los medios de comunicación alemanes, como es el caso del semanario Der Spiegel, que dedicó en septiembre un artículo a este fenómeno.

Por otro lado, los estudiantes que no simpatizan con el sector neonazi que representan estos catedráticos o que son extranjeros se ven en peligro en los propios campus universitarios, unos espacios que deberían de ser reservados para el conocimiento y la libertad de pensamiento y no para amedrentar a los estudiantes. De hecho es bastante conocida la cruzada de miembros de la AfD, como Hessenkemper, contra el llamado “izquierdismo estudiantil”, como demuestran las presiones ejercidas por el partido a universidades como la de Humboldt en Berlín con el objetivo de obtener nombres de alumnos de “extrema izquierda” que participen en el consejo estudiantil.

Desde los rincones más radicales, como el Movimiento Identitario o la plataforma Ein Prozent, lanzan un peligroso llamamiento a realizar un “giro patriótico” en las universidades “para luchar contra los estudiantes contaminados de rojo y verde’(linksgrünversiftet).

El fenómeno, aunque minoritario, se hace notar y va en aumento. Los más radicales actúan desde el anonimato, conscientes de que simpatizar con el ideario neonazi está todavía mayoritariamente mal visto.
La sociedad alemana, ejemplo de la desnazificación, reparación y memoria histórica, parece no ser tan abierta y tolerante como se proclamaba hace unos años. Si bien la derecha populista y el movimiento neonazi no pueden equipararse, observamos como avanzan en uno de los sectores más progresistas y libres de la sociedad, como es el sector académico.

El peligro de normalizar a la extrema derecha es que, una vez institucionalizada, es más difícil de frenar; sus ideas xenófobas se normalizan y se hacen defendibles públicamente. De todo esto nos queda solo una lección que aprender y que evitar en nuestro propio país: no blanquear el discurso extremista de extrema derecha para evitar que España se convierta en la Sajonia del sur de Europa.
 

*Iván Batista Hernández es militante de IU Exterior en Sajonia.


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