Carlos de Urabá •  Internacional •  05/10/2016

Jordania vota continuar bajo el yugo de la dictadura Hachemita

En lo alto de Jebel El-qala se halla la antigua ciudadela greco-romana y omeya que domina la ciudad de Amman, Jordania.  Desde allí se distinguen con claridad las siete colinas (tilal) en las que se asienta esta  ciudad de más de tres millones de habitantes. (El reino tiene siete millones en total) El paisaje es brutalmente caótico y opresivo;  las edificaciones grises y decrépitas se apretujan en las áridas colinas dando la impresión de una inmensa favela.

Jordania vota continuar bajo el yugo de la dictadura Hachemita
 Amman más que una ciudad es un autódromo diseñado para el uso exclusivo de los coches anulando cualquier protagonismo del ser humano. La máxima atracción de esta abominable urbe son los interminables embotellamientos que la paralizan por completo ahogándola en una nube toxica de kerosene y gasoil.  Solo hay una tregua cuando se escucha la llamada a la oración o el adhan que se emite al unísono desde los minaretes de las mezquitas. Entonces un halo de espiritualidad cubre la ciudad.
 
A Amman los griegos la llamaron Filadelfia y posteriormente los romanos la conquistaron y la hicieron una de las ciudades más emblemáticas  de la Decalópolis. En ese entonces vivió su época de esplendor por sus relaciones comerciales con el imperio Nabateo cuya capital estaba situada en la mítica Petra. Después el reino cristiano Sasánida, dependiente del imperio bizantino, la bautizó como Amman en homenaje a la bíblica Rabat Ammón de los Amonitas. Con la expansión del islam  fue invadida  por los Omeyas hasta que entró en decadencia al trasladarse el califato a Bagdad.  Los cataclismos, las guerras devastaron la ciudad transformándola en una ruina arqueológica. Por allí solo  acampaban estacionalmente las caravanas beduinas en su eterno peregrinar por el Medio Oriente. Durante el dominio  el imperio turco fue repoblado por Circasianos que escapaban de las razias rusas en el Cáucaso.  En el año 1908 al construirse el  tren de Hiyaz que unía Damasco a Medina en Arabia Saudita (patrocinado por el Sultán Abdullh Hamid)  Amman se convirtió en una de las  principales estaciones de dicho trayecto. En el reparto de Versalles (1919) -tras la primera guerra mundial- se le otorgó del imperio británico el mandato sobre Palestina con capital en la Jerusalén bíblica dejando Amman en un segundo plano.  Amman cobra un cierto valor cuando el emir Abdallah la declara su capital al concederle la Gran Bretaña la independencia en 1946. Entonces comenzaron a emigrar pastores y campesinos beduinos ansiosos por redimirse de su atraso atávico.  En 1948 como consecuencia de la guerra árabe-israelí se produce el éxodo de 600.000 palestinos que tienen que buscar refugio en Jordania en la trágica Nakba. La ciudad crece desproporcionadamente y sin planificación alguna en un breve lapso de tiempo. Y más adelante en la Naksa en 1967 recibe otros tantos miles de desterrados de Cisjordania y Gaza.  Así sucesivamente cada vez que se produce un conflicto bélico en la región van llegado nuevas oleadas de refugiados. Como es el caso de la intervención de EE.UU a Irak en 1991 y luego la invasión en 2003 que provocó la caída de Sadam Hussein. Hoy por culpa del conflicto en Siria e Irak (países con los que comparte frontera) el reino Hachemita ha recibido más de un millón de refugiados. Con razón a Jordania se le ha calificado de “vertedero humanitario”.
 
Si observamos la ciudad de Amman (que es la antítesis de Jerusalén por su aborrecible fealdad)  desde ese  mirador privilegiado Jebel El-qala nos daremos cuenta que en los techos de las casas y edificios florecen los jardines de antenas parabólicas. Son miles y miles de flores metálicas estratégicamente colocadas para captar la señal “divina”. El televisor es el ídolo sagrado que ilumina la mente y el corazón. En un medio ambiente  tan antinatural el televisor es el oasis en el que pueden saciar su sed y llenar el vacío de una vida tediosa y aburrida. La televisión  es una necesidad vital como respirar o dormir o comer. La gente lo primero que hace al levantarse es encenderla y con el mando a distancia va eligiendo los cientos de canales que le ofrece el variado menú. Hay que evadirse o sumergirse en la realidad virtual donde les esperan altas dosis de entretenimiento y placer. Pero también por esa rendija han penetrado las ideas de ilustración y de libertad llenando de luz tanto oscurantismo e ignorancia. La tecnología ha contribuido al despertar de la consciencia y en reclamos de democratización en unas sociedades donde el inmovilismo es la constante.
 
Uno de los oficios más prósperos en Jordania es el de antenistas. Muchos de esos técnicos se han vuelto millonarios pues si llega a fallar la señal “divina” el drama está asegurado. Estas sociedades urbanizadas que un día fueron nómadas o seminómadas han perdido sus raíces y toda su narrativa oral.  Lo que más conviene al poder es mantener a las masas alienadas. Los propios canales jordanos se dedican las 24 horas a sublimar la figura del rey Abdallah II, y crear el mito de un padre benefactor abnegado. Mientras tanto en las mezquitas los muftis se encargan de pregonar el  respeto el orden establecido y la eterna sumisión la malik Abdallah II. (por algo Allah lo ha colocado en el trono)
 
Amman es una ciudad marcada por la segregación y el apartheid, es una ciudad dividida por sectores bien definidos de miseria y de riqueza. La clase media y alta residen en la zona norte de la ciudad donde prevalece una arquitectura moderna al estilo europeo o americano en la que sobresalen magníficos centros comerciales,  tiendas de lujo, restaurantes exclusivos, hoteles cinco estrellas, supermercados, oficinas, bancos. Un centro internacional -que imita el mismo patrón de Dubai, Abu Dhabi o Qatar- en el que se yerguen altivos rascacielos y torres de cristales metalizados que son el símbolo del emporio Hachemita. En los barrios de la zona sur, por el contrario, se hacinan millones de personas un entorno opresivo en el que proliferan los basureros y muladares. Hoy los antiguos campos de refugiados se han reconvertido en guetos marginales en los que malviven los miles de palestinos de la Nakba y de la Naksa y sus descendientes (vigilados por los servicios secretos pues el gobierno los considera un potencial peligro). Desde hace 68 años aguardan esperanzados poder regresar a su patria usurpada por los invasores sionistas.
 
En el “vertedero humanitario” jordano cumplen su condena:  palestinos derrotados por los Israelíes, los iraquíes derrotados por a los americanos, los sirios derrotados por su propio presidente Bachar Al Assad, y, como si fuera poco, falta añadir a esta lista un millón de egipcios víctimas de la miseria y la represión militar.  Ellos son los que se ocupan de las labores más sacrificadas en la agricultura, la construcción o el sector  servicios. Aunque en estos últimos años los refugiados sirios han copado el mercado de trabajo abaratando los salarios y favoreciendo la explotación y la precariedad laboral.
 
Un gran porcentaje del presupuestos generales del reino (el 65 por ciento) se dedican a pagar la cuota burocrática de los incondicionales al rey, es decir,  funcionarios, policías y militares. Jordania es un país que carece de recursos naturales y está obligado a sobrevivir gracias a los fondos de ayuda al desarrollo de EE.UU o de la Unión Europea – las ONGs o la ONU -que administra los campos de refugiados-  y otros organismos afines como UNESCO, UNICEF, la FAO o la Media Luna Roja
 
Un gran porcentaje de sus tres millones de habitantes de Amman no siente ningún apego por esta ciudad, son extranjeros obligados a instalarse aquí por causas completamente ajenas a su voluntad. Como es el caso de los propios reyes Hachemitas expulsados de la región de Hiyaz en la península arábiga por el clan de los Sauditas. Las élites dominantes consideran a los propios indígenas beduinos (los verdaderos dueños de la tierra) “salvajes del desierto”. La etnia beduina agoniza pues el gobierno jordano aplica una radical política de occidentalización dictada por el capitalismo globalizador.
 
La gran paradoja es que el reino Hachemita de la exclusión social les brinda grandes facilidades a los empresarios y hombres de negocios extranjeros que deseen invertir en el país. Según las leyes cualquier potentado o VIP que presente una alta suma de dinero se les concede visado de residencia e incluso hasta la nacionalidad. ¡Welcome to Jordán! bienvenidos los traficantes de armas, los mafiosos, las redes de trata de blancas o de drogas. Los bancos jordanos son paraísos fiscales especializados en el lavado de dinero y blanqueo de capitales. Y todo bajo un halo de pulcritud y legalidad. En este capitalismo Hachemita prevalecen las ideas más extremas del neoliberalismo keynesiano (políticas privatizadoras, monopolio de las multinacionales, exención de impuestos y privilegios fiscales para las grandes fortunas y grandes empresas) Los súbditos de su majestad el malik Abdalah II son víctimas de un sistema perverso que los convierte en los peones o siervos de una sociedad explotadora y clasista. Deben  agachar la cabeza y asumir resignados su destino: callar y obedecer. La crisis económica es una de las más masacrantes de los últimos tiempos.
 
Ante el alto costo de la vida y con el afán de mantener la paz social  algunos productos de primera necesidad están subvencionados (mediante el programa que USAID y otras agencias de cooperación internacionales). Si el precio del pan llegará a subir esto podría provocar un levantamiento popular como ha sucedido en otras ocasiones. Se necesita ayuda humanitaria (ONGs o las hermandades musulmanas que administran el Zakat o limosna) de urgencia para repartirla entre la población más depauperada. Washington destina anualmente 1.000 millones de dólares en ayuda militar y humanitaria vital para velar por  la estabilidad del reino en tiempos tan convulsos
 
Jordania es un país de una geografía esteparia y estéril, es un país sin recursos naturales, ni materias primas relevantes; ni petróleo, ni agua. Lo que significa que depende por completo de las importaciones para su subsistencia. Los dividendos del PIB se reparten entre sus exportaciones (que manejan empresas privadas) de cemento, potasio y fosfatos y el sector turismo (en mano de los Tour operadores) hoy en crisis a causa de la inestable situación política en Oriente Medio.
 
Las revoluciones árabes fracasaron al no consolidar un movimiento político ni líderes que  canalizaran el descontento popular.  Estamos en una fase post-depresiva dominada por la desmoralización y la desesperanza. Especialmente entre los jóvenes (más del 65% de la población) La única salida que les queda  es emigrar en busca de trabajo con dirección a Arabia Saudita o a los países golfo Pérsico. Las  remesas de dinero que llegan del exterior son las que mantienen una relativa paz social.  
 
El sistema de gobierno en Jordania es el de una monarquía de corte medieval presidida por el del rey Abdallah II y la reina Rania. Un régimen que se mantiene en el poder gracias al apoyo incondicional de EE.UU, la UE e Israel. Además de la irrestricta salvaguarda de las  fuerzas armadas, la policía y el muhabarat o los servicios secretos. Constitucionalmente está prohibida cualquier crítica u ofensa contra su majestad el rey o miembros de la familia real. Es un delito grave que pude ser castigado con firmeza por los tribunales. No admite perdón alguno poner en duda la dignidad de un descendiente directo del profeta Mohamed.  Los principios fundamentales del reino se resumen en la trilogía sagrada e irrefutable de Allah, al Malik, al Watan (Dios, la patria y el rey)  La lucha contra el terrorismo islámico que es la mejor disculpa para perseguir a los disidentes. Las cárceles hachemitas están abarrotados de prisioneros políticos como es el caso de los innumerables miembros de la hermandad musulmana. El método que aplica con sabiduría el rey Abdalah II para gobernar es el que aprendió en las academias militares y universidades norteamericanas, o sea,  el clásico palo y la zanahoria. Un símil que se explica de la siguiente manera: su pueblo es un burro que si se porta mal hay que castigarlo a palazos y que si se porta bien debe ser premiado con una zanahoria. El poder monárquico debe infundir respeto y miedo pero, igualmente, ser clemente y misericordioso con sus súbditos. 
 
Este es un reino militarizado y en estado de sitio permanente a causa de la guerra en Siria e Irak. Abdalha II está amenazado por el yihadismo que lo acusa de “apóstata y lacayo del imperialismo y el sionismo” De ahí que se aplique sin contemplaciones la ley antiterrorista y la ley de seguridad ciudadana en una clara violación de los derechos humanos y la libertad de expresión. Jordania realmente es una base militar de EE.UU (la OTAN, la CIA y FBI) campo de entrenamiento y escala obligatoria de todos los vuelos de la Air Force que se dirigen hacia Irak, Afganistán y Asia central. Hoy es un enclave estratégico de vital importancia para la coalición internacional que lidera EE.UU y que combate al EI en Siria e Irak.
 
Los Hermanos Musulmanes han decidido participar en las elecciones legislativas del 20 de septiembre luego de boicotear las dos anteriores citas electorales (prefirieron retirarse ante la falta de garantías “democráticas”) confiados en que estos comicios serán limpios y se respete la voluntad popular. Pero en Jordania la compra de votos es una práctica muy común y el fraude electoral es casi una tradición. La gente sin recursos sabe que su voto se cotiza y no tienen ningún remordimiento en venderlo. Así que ante la falta de observadores imparciales el resultado favorecerá a los partidos de la derecha pro occidental. Porque el que cuenta los votos siempre gana. La monarquía hachemita sabe que las elecciones son un mero trámite que exige los EE.UU o la Unión Europea para certificar la “calidad democrática” y respeto a los derechos humanos y de esta forma seguir recibiendo las multimillonarias ayudas económicas.
 
En esta farsa electoral la mayoría de los candidatos son acaudalados empresarios, hombres de negocios, médicos, abogados, jefes tribales o ex militares. Sus más fieles vasallos  ocuparán la cúpula del poder legitimando la monarquía Hachemita. Los Hermanos Musulmanes (aunque no cuestionan la legitimidad del soberano) exigen reformas democráticas urgentes tal y como lo prometió el rey Abdallah II tras las protestas de las intifadas árabes. Pero las posibilidades de que vayan a conseguir una alta votación son poco probables aunque se haya implementado un nuevo sistema electoral eliminando el sawt wahid. Tal y como recoge las cifras del escrutinio definitivo (con un 36% de participación) les corresponden tan sólo  15 de los 130 escaños  del Parlamento. Poco pueden hacer contra la manipulación mediática y la presión que se ejerce sobre los electores los jefes tribales o la misma policía o agentes secretos. Una guerra sucia que criminaliza al islam político al compararlo con los Hermanos Musulmanes egipcios. Desmanes consentidos y tolerados por la comunidad internacional puesto que Jordania  es un país clave en la lucha contra el Estado Islámico en Siria e Irak.
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En Jordania la corrupción afecta todos los ámbitos de la sociedad y en especial a los políticos y los miembros de la familia real. Al no existir un organismo fiable de control es muy difícil erradicar estas prácticas criminales. Incluso los envíos de ayuda humanitaria destinados a paliar la emergencia de los refugiados sirios e iraquíes se desvían a sus cuentas privadas (paraísos fiscales) de los inescrupulosos funcionarios (nobles, civiles y militares)
 
La dinastía Hachemita que se extiende día a día y que ya alcanza casi 500 miembros (increíblemente cuenta con el 100% de aceptación popular-según los encuestadores oficiales) percibe un astronómico presupuesto del erario público para hacer frente a su delirante tren de vida (los castillos, palacios, casas de recreo, yates, aviones y coches de lujo, viajes, fiestas, escoltas, regalos, vestuario, joyas, etc.) La reina Rania es la mayor exponente de la vanidad y  el derroche pues en su armario se puede contabilizar más de 2.000 vestidos y 500 pares de zapatos. El máximo proyecto de la reina es alfabetizar a sus súbditos sumidos en la ignorancia a través de los teléfonos móviles. El “centro cultural” más importante de Amman es el Real Museo del Automóvil donde se exhiben los vehículos más lujosos y caros que han pertenecido al rey Abdallah I, al rey Hussein y al actual soberano.
 
Los palestinos tienen prohibido organizar partidos políticos, ni presentarse a las elecciones. Aunque en el reino hachemita la mayoría de la población son ciudadanos palestinos (incluida la reina Rania) estos han tenido que adquirir a la fuerza la nacionalidad Jordana. Y no solo la nacionalidad sino jurar y aceptar los símbolos patrios en un intento por arrebatarles su identidad. Algo que conviene al sionismo para quitarse de encima el problema palestino.  “Jordania es la verdadero hogar de los palestina” -afirman las autoridades israelitas. Los palestinos son los principales enemigos de la monarquía desde aquel infausto  “septiembre negro” en el que el finado rey Hussein ordenó masacrar a más de 10.000 Fedayines que estaban a punto de derrocarlo. El monarca traidor sólo cumplía las órdenes de la primera ministra israelí Golda Meir que le dio un ultimátum ante los constantes atentados cometidos contra los kibutz en el valle del Jordán. Según los tratados de paz firmados en octubre de 1994 Jordania también debe preocuparse por la seguridad y la defensa del estado sionista de Israel con el que comparte una amplia frontera. Israel invierte en Jordania en áreas como las de agricultura y en factorías textiles o maquiladoras (cumpliendo con los acuerdos de libre comercio). Lo hace de manera “altruista” para contribuir a la paz de la región. 
 
Con razón los manifestantes de las intifadas del año 2011 reclamaban rabiosos el respeto a la soberanía nacional ante la descarada injerencia del imperialismo en los asuntos internos de Jordania.
 

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