Ni servir en el ejército protege a un emigrante en Estados Unidos
- “Ni haber servido en el ejército lo protege: el miedo de la hija de un costarricense por las redadas”, titula hoy el periódico CRHoy.com una entrevista a una descendiente de migrantes, sobre su padre en Estados Unidos.

A ese país le entregó su juventud, su salud, su lealtad. Ahora su hija le ruega que no salga a la calle sin una copia de su pasaporte, comenta el diario sobre la entrevistada, a quien alude solo con el seudónimo de “Sara”, por cuestiones de seguridad.
“Le tiembla un poco la voz cuando habla de su papá –describe el diario. Don Álvaro (seudónimo) tiene 60 años. Nació en Costa Rica, pero es ciudadano estadounidense. Sirvió en el ejército. Llegó a Estados Unidos cuando tenía apenas 9, arrastrado por el sueño de un padre que emigró en los años 70 con la esperanza de ofrecerle una vida mejor a su familia”.
Según la publicación tica, el anciano «le entregó a aquel país su juventud, su salud, su lealtad, pero ahora su hija le ruega que no salga a la calle sin una copia de su pasaporte».
“Yo le digo: ‘Papi, tenga una foto de su pasaporte en el teléfono’. Y él solo me contesta: ‘No, macha, tranquila. Yo serví en el ejército. Yo soy ciudadano». «Pero –replica Sara- eso ahorita no importa”, relata CRHoy.com.
Sara narra que viven en California, donde ella nació y creció entre salvadoreños, mexicanos y pocos ticos. “Sin embargo, en los últimos días, la vida en el barrio cambió de golpe. Es como la película donde sale Thanos –exclama- que hace así con los dedos… y no queda nadie”.
De acuerdo con la entrevistada, Don Álvaro sirvió en el ejército de Estados Unidos por voluntad propia. Porque, aunque su madre soñaba con verlo en la universidad, él decidió uniformarse y decirle sí a un país que todavía no era del todo suyo.
“Yo siempre le digo: “Usted ni siquiera nació aquí, pero usted dijo: voy a servir a este país”, cuenta la emigrante costarricense sobre su progenitor, ahora confundido y despreciado por el país al que fue leal.
“La familia –recuerda el diario- llegó en los años 1970. El abuelo de Sara trabajó en fábricas, perdió medio dedo en una máquina y, aun así, fue a trabajar al día siguiente. Vivió épocas de temor, con campanadas que anunciaban la llegada de la migra, con documentos rotos en su cara por agentes fronterizos que le gritaban a su esposa que callara a su bebé”.
“Este miedo no es nuevo –admite Sara- pero ahora es peor. En las calles, ya no hay vendedores de tacos. No hay niños corriendo. No hay gente en las aceras. Hay silencio, patrullas y agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas vestidos de civil, entrando a tiendas, a iglesias, a escuelas”.
Y, lo peor, “no importa si usted tiene papeles. No importa si dice que es ciudadano. Los están agarrando en la calle, los tiran en carros y se los llevan. Días después se dan cuenta: ‘ah, sí, usted sí es ciudadano’. Pero ya lo traumaron. Ya lo hicieron pasar por todo eso”.
Sara es maestra. Tiene una maestría en Educación. Dice que le debe todo a su papá y a su abuelo. Que no estaría donde está si no fuera por sus sacrificios. Pero ahora vive con miedo de que un día su papá no regrese.
“Yo tengo miedo. Miedo de no encontrarlo. Porque no es que te detienen y te dicen ‘va a estar aquí’. No. Se lo llevan y nadie sabe dónde está. Pasan días buscando, hasta que alguien te dice ‘ah, está en tal lugar’. Y uno se pregunta: ¿Cómo llegó ahí?”.
Este sábado -recuerda el periódico- es el cumpleaños del presidente, Donald Trump. Hay protestas convocadas. Y también una amenaza: si hay manifestaciones, habrá uso de la fuerza. Esa amenaza le resuena en la cabeza a Sara.
“Yo le dije a mi papá: no salgas. Si necesitas algo, que vaya otro. Porque nos están cazando”.