Sudán: el caos creado por los intereses de Estados Unidos e Israel en el Cuerno de África
Entre el norte y el sur de Sudán se encuentran importantes yacimientos petrolíferos, lo cual motiva la presencia de intereses extranjeros.

La Segunda Guerra Civil Sudanesa fue un conflicto que tuvo lugar entre 1983 y 2005 entre el gobierno central sudanés y el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán . Fue en gran medida una continuación de la Primera Guerra Civil Sudanesa de 1955 a 1972. Aunque se originó en el sur de Sudán, la guerra civil se extendió a las montañas Nuba y al Nilo Azul .
Entre el norte y el sur se encuentran importantes yacimientos petrolíferos y, por lo tanto, importantes intereses extranjeros, (los ingresos petroleros se privatizan para intereses occidentales, como en Nigeria ). Los norteños querían controlar estos recursos porque viven al borde del desierto del Sahara , que no es apto para el desarrollo agrícola.
Los ingresos petroleros representan alrededor del 70 % de los ingresos por exportaciones de Sudán. Debido a los numerosos afluentes del río Nilo y a las mayores precipitaciones en el sur de Sudán, este tiene un acceso superior al agua y tierras más fértiles.
También ha habido una cantidad significativa de muertes por guerras entre tribus en el sur. La mayor parte del conflicto ha sido entre los nuer y los dinka, pero otros grupos étnicos también han estado involucrados. Estos conflictos tribales continuaron después de la independencia de Sudán del Sur.
Finalmente, los autodenominados «Amigos de Sudán» (EE. UU., Noruega y Reino Unido) impusieron el Acuerdo de Naivasha, que condujo a la secesión de Sudán del Sur en 2011, país que ahora se encuentra bajo un protectorado de facto de EE.UU. e Israel.
Esta guerra, alimentada por rivalidades locales pero impulsada por Israel y financiada por Estados Unidos, creó un estado tapón para mantener a raya a los vecinos de Israel. En las décadas de 1950 y 1970, Israel pretendía crear o anexar estados en el sur del Líbano (al sur del río Litani), el oeste de Siria (los Altos del Golán) y Egipto (el Monte Sinaí) en nombre de su «derecho a la seguridad».

El binomio Israel – Estados Unidos: Un análisis de la influencia geopolítica en Sudán
La relación entre Israel y Estados Unidos ha estado marcada por intereses estratégicos que han permitido a ambas naciones influir en diversos conflictos en Oriente Medio y África. A medida que las dinámicas globales evolucionan, Israel ha adaptado su enfoque, buscando establecer estados títeres en áreas clave que puedan actuar como contrapesos frente a sus vecinos.
Con la proliferación de misiles de alcance medio en el contexto regional, Israel ha optado por fomentar la creación de estados que puedan servirle de aliados. La creación de Sudán del Sur en 2011 es un ejemplo de esta estrategia, al igual que los intentos de establecer un Kurdistán en Irak en 2017.
Desde hace tiempo está claro que el camino hacia la paz en Sudán pasa por Egipto, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos : los tres aliados árabes más cercanos de Estados Unidos. Pero el mes pasado, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, recordó a los sudaneses que él también tiene intereses en su país.
Uno de los objetivos del gobierno Israelí, es utilizar a Sudándel sur como un destino para los palestinos desplazados , incluso lugar de exilio de integrantes de Hamás, extremo que la organización palestina y el gobierno de Sudán han negado.
En su discurso ante la Asamblea General de la ONU en septiembre, Netanyahu causó revuelo entre los sudaneses al mostrar dos mapas: «La Maldición» y «La Bendición». En el primero, los enemigos jurados de Israel —Irán , Irak, Líbano, Siria y los hutíes en Yemen— estaban marcados en negro. En el segundo, sus amigos aparecían en verde, entre ellos Egipto, Arabia Saudita , los Emiratos Árabes Unidos y Sudán.
El adjunto de Al-Burhan en ese momento, el general Mohamed Hamdan Dagolo, conocido como «Hemedti», también tenía estrechos vínculos con Israel. Desarrolló estrechas relaciones con los Emiratos Árabes Unidos, alquilando sus unidades de la Fuerza de Apoyo Rápido (FAR) para luchar como mercenarios en Yemen, donde también estableció fuertes vínculos con el Mossad israelí .

Normalización de relaciones y apoyo estadounidense
En este marco, la normalización de relaciones entre Sudán e Israel se concretó en 2020 cuando el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se reunió con el general al-Burhan en Entebbe, Uganda. Esta reunión fue facilitada por la intervención estadounidense, que logró que el gobierno de transición sudanés reconociera el papel del régimen de Bashir en los atentados de Al Qaeda de 1998. Como resultado, Sudán recibió una notable inyección de fondos destinados a apoyar su transición política.
A nivel internacional, la ONU tomó medidas significativas en 2021 al retirar sus fuerzas de mantenimiento de la paz en Darfur y establecer una Misión de Asistencia para la Transición (MAT).
Las Fuerzas de Apoyo Rápido , conocidas también como RSF o FAR, son fuerzas paramilitares sudanesas que surgieron y están compuestas principalmente por las milicias de Yanyauid, que lucharon en nombre del gobierno sudanés durante el conflicto de Darfur y fueron responsables de numerosas atrocidades contra civiles.
Las Fuerzas de Apoyo Rápido participó en el 2019 con mil soldados en Libia, y en la intervención liderada por Arabia Saudita en Yemen junto con las fuerzas saudíes y emiratíes

El Cuerno de África es una extensa península conformada por la totalidad de los países de Somalia, Yibuti, Eritrea y Etiopía, donde el Mar Rojo se conecta con el índico, que reviste particular interés para las potencias europeas y los EE. UU. por su localización estratégica, ruta obligada de los barcos petrolíferos y de mercancías.
Influencia de Estados Unidos y el papel de Jeffrey Feltman
La administración del presidente Joe Biden jugó un papel crucial en este proceso al nombrar a Jeffrey Feltman como representante especial para el Cuerno de África. Feltman, una figura clave en la política estadounidense, ha estado involucrado en diversas iniciativas en la región. Su misión en Jartum incluyó advertir que el apoyo financiero occidental estaba condicionado a la unidad del país, resaltando la interdependencia entre la estabilidad política y la ayuda externa.
Sin embargo, la situación se tornó crítica cuando el general al-Burhan y Hemidti presionaron para cambiar el gobierno sin destituir al primer ministro Abdallah Hamdok. Esta maniobra fue vista como un intento de reequilibrar el poder tribal en Sudán, lo que llevó a una rápida condena internacional tras el anuncio de un golpe militar.
El golpe desencadenó una suspensión de la ayuda financiera por parte de Estados Unidos, el Banco Mundial y el FMI, exacerbando una crisis económica que ya amenazaba la viabilidad del país. A pesar de la condena internacional, actores regionales como Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos mantuvieron una postura ambigua sobre su apoyo financiero, mientras que Turquía buscaba expandir su influencia al arrendar la isla de Suakin para establecer una base militar.

Emiratos Árabes, una potencia subimperialista
Un país sub-imperialista es un país que, sin ser una gran potencia imperialista, actúa de la misma manera que las potencias imperialistas y se comporta en su región como un imperialismo. Y precisamente, la guerra que ha asolado Sudán desde abril de 2023 no es solo una tragedia sudanesa.
Sudán es la manifestación de un orden mundial en el que los intereses financieros, la influencia militar y las afiliaciones estratégicas importan más que la vida de la población y las aspiraciones democráticas. En el centro de esta configuración se encuentran los Emiratos Árabes Unidos.
El papel de los Emiratos Árabes Unidos en Sudán no es una anomalía. Forma parte de un proyecto coherente, bien financiado y de importancia regional: una política sub-imperialista que combina extracción económica, construcción de alianzas autoritarias y contrarrevolución, bajo el pretexto de una diplomacia sofisticada y de alianzas internacionales. Sudán, lamentablemente, es uno de sus principales laboratorios.
En Egipto, financiaron el golpe de Estado que llevó al poder a Abdel Fattah al-Sisi y ayudaron a reconstruir el aparato represivo egipcio. En Libia, apoyaron la guerra de Khalifa Haftar contra el gobierno reconocido internacionalmente, una guerra que condujo a una división de facto del país. Y en Sudán, los Emiratos forjaron estrechos vínculos con el régimen de Omar al-Bashir y, en los años siguientes, fortalecieron su alianza con las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).
En los últimos quince años, los Emiratos han expandido su presencia económica en África mediante inversiones en puertos, aeropuertos y proyectos de infraestructura. Estas iniciativas no solo responden a intereses económicos, sino que también sirven para expandir la influencia del país.
Los Emiratos han firmado importantes acuerdos de cooperación militar y realizado importantes inversiones en tierras agrícolas, energías renovables, minería y telecomunicaciones, lo que los convierte en un actor clave en la geopolítica regional que sigue dependiendo de Estados Unidos .

Las Fuerzas de Apoyo Rápido son una milicia supremacista árabe que se calcula contaba, antes del inicio de la guerra, con unos 100.000 combatientes. Las RSF tomaron la ciudad de El Fasher, la capital de Darfur del Norte, tras dieciocho meses de asedio, Lo hicieron en medio de una ola de matanzas y atrocidades. Foto: EFE.
La barbarie
Khartum, la capital de la república africana de Sudán, es una ciudad de 700 mil habitantes, que vive una guerra que enfrenta a las tropas del comandante en Jefe del Ejército, general Abdel Fatah Burhan, enfrentando a las del comandante de la Fuerza de Acción Rápida, general Mohammed Hamlan Dagalo.
El general Burhan había aceptado la exigencia de Washington de cortar todo apoyo a la causa del pueblo palestino y de romper relaciones diplomáticas con Irán. Es decir, había comprometido al gobierno de Sudán como un aliado de Washington e Israel en contra de Arabia Saudita, Irán y Palestina, y como punta de lanza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el centro mismo de África Oriental.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) denunció el asesinato de alrededor de 460 pacientes en un hospital en la ciudad de El Fasher, al oeste de Sudán, y en ese sentido países de Oriente Medio y la Unión Europea (UE) exigieron a las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) detener la violencia contra civiles en dicha urbe.
El caos generado
Más de 12.000 muertos durante el 2024, más de doce millones de desplazados, unos 18 millones de personas que pasan hambre y 25 millones que necesitan ayuda humanitaria, es el saldo trágico que hoy vive Sudán.
La guerra que se vive desde el 2023, entre el Ejército nacional y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), ha convertido a este país del noreste de África en la mayor crisis de desplazados internos del mundo y lo aboca a la “mayor crisis de hambre”, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
Son las consecuencias de la guerra en un Estado algo mayor al tamaño conjunto de España, Portugal, Francia, Italia y Alemania “causarán además perturbaciones” en toda la región. Los países limítrofes, ya al borde de sus capacidades, han tenido que dar refugio a cerca de dos millones de personas que huyen de la guerra.
La relación entre Israel y Estados Unidos en el contexto sudanés ilustra cómo las dinámicas de poder en Oriente Medio y África están profundamente entrelazadas. A medida que ambos países buscan ampliar su influencia y establecer gobiernos afines, el futuro de Sudán y su población queda en un frágil equilibrio, donde la soberanía nacional se encuentra en riesgo frente a intereses externos.
 
 