Agencias •  E. Gurel / AP •  Internacional •  01/03/2020

Turquía empuja a 76.000 refugiados a la UE como medida de presión en la guerra de Siria

Ankara empuja a decenas de miles de refugiados sirios a la frontera con la Unión Europea como medida de presión para obtener la implicación de los países europeos de la OTAN en su malograda aventura militar siria.

Turquía empuja a 76.000 refugiados a la UE como medida de presión en la guerra de Siria

El gobierno de Turquía ha iniciado el traslado de decenas de miles de refugiados sirios a Edirne, en la frontera con Bulgaria y Grecia, para que crucen a países europeos. No se trata de una medida de gestión de su capacidad de acogida. Tampoco busca facilitar que los refugiados mejoren sus condiciones de vida en Bulgaria o Grecia. Se trata, en realidad, de un movimiento anunciado con antelación de cara a presionar a los socios europeos de la OTAN para que se impliquen militarmente en la desastrosa campaña militar en Siria.

«Como nuestros llamamientos han sido ignorados en gran medida, las promesas incumplidas y nuestras fuerzas atacadas sobre el terreno, ya no tenemos paciencia para la retórica huera y la falta de un apoyo tangible”, afirmaba en Twitter anoche el portavoz de la presidencia turca Fahrettin Altun.

Hasta esta mañana, según anunciaba el ministro del Interior turco Suleyman Soylu, alrededor de 76.000 refugiados habían cruzado la frontera. El deplorable estado de los campos de refugiados griegos, el grado de hacinamiento y el descarado nivel de hostilidad con el cual las administraciones búlgara y griega tratan a las personas que llegan huyendo de un conflicto sostenido y prolongado por la propia acción militar turca con el sostenimiento diplomático europeo, puede provocar una nueva catástrofe humanitaria en la zona.

No es la primera ocasión en la que Turquía utiliza los movimientos de población de refugiados como arma de presión ante Europa. A mediados de la pasada década, los movimientos forzosos, las violaciones sistemáticas de derechos humanos y la apertura y clausura de las fronteras en función de intereses políticos y exigencias económicas fueron la tónica general. La política de Ankara quedó dramáticamente plasmada en las imágenes del ejército turco abriendo fuego contra civiles desarmados que tan solo buscaban cruzar la frontera para escapar de un Daesh que avanzaba con la total connivencia de la propia Turquía.

La actitud turca, el absoluto desdén de los países europeos y la gestión deliberadamente nefasta de la llegada de refugiados causaron un auténtico drama humano en los pasados años que, lejos de incrementar la sensibilización y la solidaridad entre la población europea, favoreció a los crecientes movimientos de extrema derecha xenófoba en todo el continente.

Lo más grave de la situación es que la línea de acción turca parece obtener los efectos deseados. La ministra de Defensa de Alemania y líder de la hegemónica CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer, ha llamado a la Unión Europea y EEUU a aumentar la presión sobre el presidente sirio, Bashar Asad, y el mandatario ruso, Vladímir Putin, para “poner fin a la guerra en Siria”. Que la persistencia del conflicto se deba precisamente a la intervención militar ilegal de Turquía en territorio sirio no parece entrar en la ecuación de la líder de la principal fuerza política alemana.

Mientras tanto, y tras el telón de los juegos de presión diplomática, decenas de miles de personas son conducidas a la frontera como cifras de presión. Su estado y situación no parece atraer tanto el interés de los mandatarios europeos.


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