El Caribe maravilloso de Alejo Carpentier (Parte I)
- En 1956, el literato cubano ya era un intelectual consolidado, radicado en Venezuela (desde 1945), y trabajaba en la radio y el periodismo, además de su labor literaria.

A casi 70 años de la visita a Barbados del escritor cubano Alejo Carpentier, la dimensión y alcance de la cultura caribeña en su obra es innegable, y muestra la actualidad de lo real maravilloso en el entorno regional. En 2010, al releer la novela «El Siglo de las Luces», este cronista conoció a través de su prólogo detalles sobre la visita que su autor realizó en agosto de 1956 a la nación antillana más cercana al levante.
Aquella confirmación, motivó el interés de rescatar pormenores sobre aquella visita y su significado para la cultura caribeña.
Hurgar tras la huella del novelista por aquellas tierras, resultó una experiencia única, que incluyó la relectura de las cuatro crónicas que desde Barbados escribió para «El Nacional» de Caracas.
A esos relatos, a su traducción y publicación gracias a la cooperación de autoridades universitarias barbadenses, de los profesores Ian Craig y Grisel Pujala, inglés y cubana, que laboraban en la Universidad de Las Indias Occidentales Campus de Cave Hill, del artista audiovisual cubano Leandro Soto y la Embajada de Cuba en Bridgetown, dedicaremos espacios en este ciclo.
En 1956, el literato cubano ya era un intelectual consolidado, radicado en Venezuela (desde 1945), y trabajaba en la radio y el periodismo, además de su labor literaria.
Aquel, aunque solo duró tres días, no fue un simple viaje turístico, resultó en experiencia fundamental que tuvo un efecto profundo en su quehacer literario, especialmente en la novela «El siglo de las luces».
La visita formó parte de un periplo más amplio por el Caribe, (que incluyó también Guadalupe, Martinica, Haití y Jamaica), con el propósito expreso de documentarse para su novela sobre la Revolución Francesa y su influencia en las islas caribeñas.
Durante los días que pernoctó en Barbados, Carpentier se alojó en el Marine Hotel, parroquia de Christ Church, en la costa sur de la isla. El hotel aún existe.
Visitarlo en 2012 nos trasladó a 1956, y permitió imaginar el andar pausado del prosista y su interés por absorber todo lo posible e imaginable de su pueblo y su cultura, algo que el artista Leandro Soto supo captar muy bien en un ejercicio de «performance» que ideó y presentó al público local durante el homenaje dedicado al escritor.
El Marine Hotel era uno de los más conocidos de la época, con espléndida arquitectura colonial -que aún conserva-, y una privilegiada ubicación frente al mar, que el escritor debió disfrutar por la tranquilidad y el ambiente propicio para la reflexión y la escritura.
Fue sin dudas aquella visita, la que posibilitó esa experiencia vital que luego volcó en la obra maestra que es «El Siglo de las Luces».
Sus andanzas por calles empedradas, por el viejo cementerio con tumbas de comerciantes judíos y experiencias múltiples, seguramente le provocaron una fuerte conexión con el pasado y le hicieron visualizar la manera de cómo las ideas de la ilustración europea y su «Siglo de las Luces» cruzaron el Atlántico en barcos con comerciantes, aventureros y revolucionarios.
No hay dudas que para Carpentier, el Caribe fue -aún lo es-, un cruce de caminos del mundo, y el escenario perfecto para narrar el choque y la diseminación de las ideas renovadoras francesas -libertad, igualdad, fraternidad- en el Caribe.
Una región donde las ideas de la ilustración se enfrentarían a la compleja realidad de la esclavitud, el colonialismo y el comercio transatlántico.
La novela sigue la vida de tres personajes (Sofía, Carlos y Esteban) cuyo destino se entrelaza con el del misterioso revolucionario Victor Hugues, en una trama se desarrolla en La Habana, Haití, la Guayana Francesa y otras islas del Caribe.
Carpentier, el progenitor del concepto de lo «real maravilloso», siempre estuvo atento a los detalles vitales del trópico.
Su estancia en Barbados por tanto le permitió absorber arquitectura, paisaje, geografía, todo lo cual alimentó la novela y expresó en las crónicas escritas.
El viaje resultó mucho más que un hecho de rigor, fue el momento que cristalizó la esencia de una de sus novelas más importantes.
Aquel recorrido, y la novela, constituyeron un intento por reivindicar la realidad cultural e histórica del Caribe como un espacio de maravillas, sincretismos y donde «lo real maravilloso» alcanza su cenit.
Abramos pues las puertas a las cuatro crónicas sobre Barbados, como expresión de esa vitalidad aún vigente del autor y su obra, como quien sube el telón del teatro donde lo maravilloso se hace real.