Salvador Montoya •  Cultura •  27/05/2024

La geopolítica de los periféricos

-Cómo la hispanidad y la anglosfera enriquecen nuestra cultura

Para Vero Mata, my love.

La geopolítica de los periféricos

Toda periferia desde su lateralidad puede convertirse en centro. El gran intelectual y escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña radicado en Argentina aunque con una profusa obra labrada, el sistema académico argentino y de cierta élite social no le permitió el acceso a la titularidad de sus saberes. Fue excluido, rechazado por su color de piel, por su clase social inferior (era descendiente de indígenas) a pesar que por sus conocimientos y su bonhomía era celebrado y admirado por muchos. Podríamos decir que fue dentro de la misma periferia hispanoamericana tratado como un subperiférico más. Sin embargo, desde esa periferia forjó un centro e influenció toda nuestra cultura, nuestro pensamiento y nuestra sociedad. Además Henríquez Ureña ni se mimetizó en repetir loops del eurocentrismo ni en abrazar infértiles posiciones provincianas. Él mismo labró vías inéditas del pensarnos, del vivirnos. Así es la geopolítica de los periféricos. Este razonamiento lo vemos en la Carta de Jamaica de Simón Bolívar, desde el Caribe, documento político trascendente cuyo texto original lo tenemos en inglés. Bolívar desde su lateralidad pensó con un lenguaje bríoso la emancipación mental global que requeríamos. Así también lo provocó Ramón Páez en su texto de 1862 publicado en Nueva York, Wild Scenes in South America: describe la llanura venezolana en inglés con un sentido de profunda identidad. Con razón bajo ese mismo prisma lateral, el genial Juan Antonio Pérez Bonalde tradujo el poema cismático de Poe The raven, al castellano, convirtiéndose esa traducción en un texto clásico literario insuperable. Notemos una cosa: no solo los textos mencionados se trabajaron con el idioma inglés sino que el pensamiento que se manifiesta en ellos está imbuido de hispanidad y enriquece nuestra cultura. Son los periféricos edificando su centro. Leopoldo Zea llamará a estos dispositivos de poder: «discursos periféricos» (y no necesariamente tienen que estar en inglés). Por consiguiente, el discurso periférico rompe sesgos y cercos culturales. Más adelante, el poeta y pensador venezolano Armando Rojas Guardia asienta que él vive bajo una «periferia existencial». Es decir, se ubica desde un límite, desde un margen para nutrirse de lo mejor del centro y superar con rigor las miopías del stablishment. Ser periférico como vía de superación. Y también el escritor Juan Pablo Gómez Cova en su ensayo Ventajas y desventajas de la periferia reconoce en los ejemplos clásicos de Borges, de Joyce y de los judíos (en el sentido de que se han enriquecido de las culturas donde han vivido) que la periferia puede establecer su propio centro, un centro que nos permita huir de exclusiones lacerantes. Y está es una batalla diaria sobre nosotros y en nosotros. Estamos envueltos en la hispanidad católica, en su herencia y en el péndulo de su leyenda negra. Y a su vez nos dominan desde una anglosfera implacable. Y aquí no nos referimos a lo étnico o a las naciones que ellos representan. No es el inglés o el español per se. Son los proyectos geopolíticos hegemónicos montados sobre esos idiomas y en sus literaturas. De esos vientos es que vienen los barros de insultos que sufrimos los periféricos: nos llaman tercermundistas, miserables, ignorantes, irrelevantes, mediocres, deshechables. Y allí está la clave de la periferia: forjarse una identidad sin el visor excluyente del centro. Por eso no es descabellado saber que parte de nuestros mejores periféricos hispanoamericanos también escriben en inglés. Citemos dos ejemplos: Benjamin Labatut y Hernán Díaz. Ese es el poder del tercer pensamiento como dice Edgar Borges. El tercer pensamiento por naturaleza es periférico. Y así bebemos del centro pero no nos ahogamos en sus aguas y tampoco despreciamos nuestras propias cosechas. Hace tiempo atrás dijo un periférico sudafricano llamado Coetzee: «El inglés se está convirtiendo en una lengua cada vez más global y está perdiendo su capacidad para comprometerse con la materialidad del mundo. Me parece que los escritores que trabajan con el español tienen mejores oportunidades”. Y al revés también podría ser cierto. Esa es la materia prima con que se trabaja en la periferia. Con trabajo sostenido y mucha imaginación lo logramos. Cada uno un aleph. Cada uno un caballo de Troya. Cada periférico un posible centro de toda sabiduría y de esperanza para la hispanidad y para la anglosfera. Con menos reduccionismo y más enjundia.

*Por Salvador Montoya / Escritor.


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