«Una rabia que se apaga en Seattle»: 25 años sin Kurt Cobain

5 de abril de 1994. Las flores no hacen sonreír a los muertos. El mástil de una Fender Mustang hundido en la pantalla de un amplificador Marshall. Un acople como un susurro eléctrico. La lengua dormida. Luz roja en un pedal de distorsión. Las manos encerradas en sí mismas, los puños dóciles. Una rabia que se apaga en Seattle. Velas sin encender. Una canción apenas garabateada en la memoria. Una pantalla de televisión que nos vomita la pequeñez del mundo. Pasa el tiempo. Pasa el tiempo como pasan las heridas, con el escozor infantil y la cicatriz blanca. Pasa el tiempo y ese acople no cesa. Feroz y contenido. Un vinilo que no deja de girar. “Me gustaría ser como tú, entretenerme con cualquier cosa”. El dolor es menos porque un acorde rompe la madrugada. Es un La menor. Es un párpado en llamas. Es un esqueleto de tinta. Un corazón que se rompe perfecto y rojo. Antiácidos con sabor a cereza. La guitarra de Kurt Cobain enterrada en nuestro recuerdo. Reventada contra nuestras pasiones. Astillas sobre nuestro deseo. Cuerdas rotas. Las flores no hacen sonreír a los muertos, pero siempre hay flores que nacen crudas del barro. Son tiempos difíciles, dice, y arranca de la púa una canción de Nirvana. Nos quedan cada uno de sus versos como ramas a las que agarrarse para no caer al precipicio. “Me gusta, no me voy a romper”, cantaba. Pero cayó con estruendo al suelo. Como una bandeja metálica en el comedor vacío. Y ahora sentimos su guitarra romperse en nuestro esternón. Y la batería marcar nuestros latidos. Y el bajo golpeándonos el estómago. Y un amor que sólo nosotros comprendemos. Descansa en paz, porque descansa en nuestro dolor. Un acople condenado a sonar eternamente en nuestro cuerpo.

The Buzz Lovers ·Banda tributo a Nirvana·.