Guadalupe Yaujar Díaz •  Cultura •  05/09/2016

El bolero: un género eternamente cubano

El Bolero es noticia por estos días cuando los defensores de este género musical promueven en México su inscripción en el organismo de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO), como patrimonio inmaterial  de la humanidad. En las gestiones ante UNESCO la nación azteca incluye la creación del Instituto para la Preservación y Fomento del Bolero en ese país, acciones promocionales y múltiples actividades, al tiempo que la propuesta podría estar lista en 2018 y se buscará hacerla de manera compartida con Cuba y otros países.

El bolero: un género eternamente cubano

El primer bolero habría sido escrito por el sastre cubano José Viviano Sánchez (Pepe Sánchez), creador de «Tristezas” compuesto en 1883 y devenido padre de un género que rápidamente trascendió al hermano país mexicano a través de Yucatán; más tarde invadió Latinoamérica hasta hacerse universal.

A principios del siglo XX  el bolero sólo era interpretado con guitarra, pero pronto se acompañó con trompeta, flauta y violín. En 1911 nació “Quiéreme mucho” del compositor y director de orquesta cubano Gonzalo Roig, quien marcó la pauta del género. Sin embargo, no se hizo esperar que México fuese caja de resonancia de este con  figuras de la talla del legendario músico Agustín Lara, y los tríos  Los Panchos y Los Tres Ases además del tenor continental Pedro Vargas.

Pepe Sánchez nació en Santiago de Cuba el 19 de marzo de 1856  y, en la misma casa donde dio sus primeros pasos, sirvió de anfitrión de una peña en la cual realizó tertulias de buena música criolla y se desempeñó conjuntamente con el oficio de sastre y de actividades conspirativas en contra del yugo colonial español.

Su casa era frecuentada por trascendentales personalidades de la gesta emancipadora cubana ente ellas Antonio y José Maceo, Quintín Banderas y Guillermón Moncada. Sánchez estaba casado con Elvira Calleja y tuvo varios hijos, algunos  de los cuales también se dedicaron a la música. Así, su hogar se convirtió en un centro artístico de primer orden y solía ser parada y fonda de músicos de renombre, entre ellos el compositor habanero Jorge Ankerman –veinte años más joven que Pepe–, y de Claudio José Brindis de Salas, un cubano que pasaba por ser el mejor violinista del momento, en el ámbito latinoamericano.

Con el tiempo y gracias a la pieza “Tristeza”, Pepe Sánchez es considerado el Padre del Bolero latinoamericano. La melodía está comprendida por dos períodos musicales de 16 compases cada uno,  separados por un pasaje instrumental que se ejecutaba en la guitarra, al que le llamaban pasacalle.

“Tristeza me dan tus penas mujer profundo dolor, no dudes de mí
no  hay pena de amor que entrever cuanto sufro y padezco por ti.
La suerte es adversa conmigo no deja ensanchar mi pasión un beso
me diste un día lo guardo en el corazón.”

De su cosecha creadora destacan además: «Me entristeces, mujer” (popularmente conocida con el nombre de “Tristeza”), «Pobre artista», «Elvira», «Cuando la expresión de tu canto», «Cuba, mi patria querida», «Caridad», «Adán y  Eva», «Esperanza», «Redondilla,  «Ángeles», «Naturaleza» e «Himno a Maceo».

El Padre del Bolero también fundó y dirigió el famoso Quinteto de Trovadores Santiagueros, con el cual consolido su fama, integrado por Pepe Figarola (primera voz), Bernabé Ferrer y Luís Felipe Portés (segundas voces), Emiliano Blez (guitarrista acompañante) y él (primera guitarra).

Fue además, maestro de relevantes músicos cubanos, entre ellos, Sindo Garay, en manos de quien puso por vez primera una guitarra, y de Miguel Matamoros, el guía del famoso Trío Matamoros.

Sánchez suplió con una gran sensibilidad, la falta de estudios musicales con el auto-estudio y la intuición, por ello muchas de sus canciones de finales del siglo XIX y principios del XX no fueron transcritas, pero trascendieron hasta hoy rescatadas por sus alumnos y admiradores.

Legó al patrimonio musical de la mayor de las Antillas, Latinoamérica y el mundo una extensa obra, nutrida por guarachas, himnos, sones y otras composiciones envueltas de un fino vocabulario escogido, y con su voz de barítono imprimió un sello de Cubanía y autenticidad acompañado siempre de su inseparable guitarra que tocaba con maestría.

El Padre del Bolero enfermó y murió el tres de enero de 1918 a la edad de 62 años y en su memoria Cuba celebra el Festival Internacional de la Trova que lleva su nombre.

Así, por su autenticidad autoral y su historia dentro de la música popular de este continente y, en especial de esta gran Antilla, el Bolero siempre será un género eternamente cubano.

Fuente: Moncada, Grupo de Lectores en el Mundo


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